LOS
MITOS DE CTHULHU
Howard Phillips Lovecraft, Maestro de Ceremonias
.
Portada
de NUEVA DIMENSIÓN n° 13 (Enero-Febrero)
Ediciones Dronte, Barcelona, 1970
© Rafael Conte [*]
La reciente aparición del libro Los Mitos de Cthulhu, que reúne una serie de relatos de H.P. Lovecraft y otros autores, centrados todos ellos en el conjuto de "mitos" que dan origen al título, publicado por Alianza Editorial en su colección "el libro de bolsillo", ha enido a llenar un vacío en el campo de la literatura de tipo fantástico, para satisfacción de los amantes de este género. A raíz de la publicación del citado libro apareció en el diario Informaciones, de Madrid, en fecha 6 de noviembre de 1969 un interesante artículo sobre el tem, de nuestro buen amigo Rafael Conte, uno de los mejores críticos literarios de España el cual reproducimos aquí por su evidente interés.
El 15 de marzo de 1937, en el Jane Brown Memorial Hospital de Providence, moría de cáncer intestinal e insuficiencia renal, Howard Phillips Lovecraft, a los cuarenta y seis años de edad. Muy pocas personas conocían por aquel entonces el nombre de este oscuro escritor admirado por una extraña secta de devotos, renovador de la literatura de terror, perfectamente ignorado del gran público. Había vivido pobremente en el país de la riqueza, con extrañas pesadillas alucinadas en plena época aparentemente progresista, y habia escrito sobre todos los lugares del mundo, sin apenas haber salido jamás de su Nueva Inglaterra natal. Hizo falta una guerra, que empezó siendo mundial y terminó siendo nuclear, el ascenso de los existencialismos, la extensión de la angustia y la destrucción paulatina de la literatura tradicional para que el nombre de Lovecraft, mantenido cuidadosamente conservado por un grupo de fieles y adeptos, fuera proyectado hacia la gran masa de consumidores, y conociera "post-mortem" la gloria y la fama universal. "El creador del cuento materialista de terror", como le ha llamado Jacques Bergier - el racionalista inventor de nuevos brujos - es una de las figuras más apasionantes y poco conocidas de la literatura contemporánea, el segundo Poe, extrañamente poseído de virtudes y defectos contradictorios, complejos y significativos, pero creador de una mitología propia y de un testimonio oscuro e inquietante, que resulta estar paradójicamente de moda un cuarto de siglo después de su muerte.
La literatura de terror moderna surge a caballo entre los siglos XVIII y XIX. En Inglaterra, con el movimiento, pronto olvidado y recientemente resucitado que se conoce con el nombre de "novela gótica". Sin duda alguna, fue aquel un movimiento explícitamente preromántico, teñido de unas características especiales, la primera de las cuales fue la de su radical subjetivismo: Ana Radcliffe, Mahtew Gregory - "monk" - Lewis, Hugh Walpole, william Beckford, sucedidos por la celebérrima Mary Shelley y antecedidos directamente (y este es un dato frecuentemente olvidado) por el marqués de Sade, inventor de la "novela negra", formaron un grupo muy característico, cuays producciones literarias gozaron de un enorme y coyuntural predicamento. A la "Justina" o los "120 días de Sodoma" sucedieron "los misterios de Udolfo", "el mone", "El castillo de Otranto", "Vathek" o "El doctor Frankenstein o el moderno Prometeo". La novela gótica, con sus misterios, espectros, víctimas inocentes, pesadillas alucinantes, introduce en el romanticismo la vertiente del terror, y es el germen de la moderna literatura fantástica, que de alguna manera, con la narrativa policial y la ficción científica llega hasta nuestros días.
Más allá del conocimiento
No hay que despreciar el género, desde luego. En principio, porque no hay género despreciable, y temas verdaderamente insignificantes pueden dar lugar a obras maestras. La figura de un Poe, u obras como "Drácula", el mismo "Frankenstein" o "El doctor Jekill y mister Hyde" redimen cualquier acusación, cualquier tentación de menosprecio. Naturalmente que en esta "otra" literatura, en la que existen gérmenes de simplificación evidentes, susceptibles de ser utilizados en servicio de fines extraartísticos, existe una floración de obras ínfimas, productos de consumo carentes del menor interés, que a veces hasta hacen olvidar la legitimidad originaria de esos métodos. Pero aquí se trata de arte, de un tipo de literatura con frecuencia olvidada, o hasta abominada y que, al compás de la puesta en cuestión, de la "contestación" que hoy experimenta la literatura tradicional, resurge con una extraña potencia, vuelve a gozar del favor del público, y hasta se cuela de rondón en las revistas eruditas y en los más sesudos ensayos.
La literatura fantástica - de la que la de terror, como la policial o la de fantasía científica son ramas concretas - surge como juego y experimentación, como aventura, como un ir más allá de los límites marcados al arte literario tradicional. De alguna manera, al traspasar estos límites de lo racional, se va en busca de otros mundos, de otros seres, que justifiquen hechos absolutamente inverosímiles para una razón normal, seriada, protegida por el racionalismo colectivo. Pero tampoco hay que olvidar que estas invenciones son otro producto de mentes humanas que tratan problemas humanos, que solo son irracionales referidas a un criterio de razón determinado, y que de alguna manera tantean en lo desconocido en busca del conocimiento. Los caminos del exceso sólo lo son en función de la normalidad convencional, y nuestras pesadillas se proyectan solamente sobre nuestra propia consciencia. Lo que sucede es que la literatura fantástica debe obedecer a una elaboración estética rigurosa, debe ser fiel a sí misma, pues en el momento en que aparece la simplificación, las concesiones, o cuando su razón de ser es la pura comercialidad o la excitación gratuita de humores vegetativos, la fantasía desaparece para degenerar en comercio.Poe, un lugar común
De algún modo también, la literatura fantástica es una búsqueda del absoluto, una tentación de trascendencia. El romanticismo traspasó la novela gótica, exacerbó su dosis de irracionalismo, de subjetividad, y tendría que llegar un fenómeno aislado, un genio insólito llamado Edgar Allan Poe para imponer un poco de orden en el caos de los excesos románticos. La lucidez del poeta, su rigor, aliado a una fantasía onírica excepcional, fue el germen exacto de la literatura fantástica moderna, al introducir reglas lógicas en la "patoliteratura" al uso. En Poe encontramos la novela policial, el cuento de terror y hasta premoniciones de ciencia-ficción. De alguna manera, para este tipo de literatura también se hace realidad la célebre norma goethiana de tener siempre un pie en la tierra.
El caso es que, en estos últimos años, la "otra" literatura conoce un auge imprevisible. Al mismo ritmo como resucitan los modos de los años veinte, surgen las maneras del modernismo y una especie de neorromanticismo de consumo se apodera de las nuevas generaciones de Occidente, la literatura se cuestiona a sí misma, la novela se convierte en antinovela, el poema se licúa en el espacio, y el teatro salta de la escena a la sala para convertirnos en actores de nuestra propia representación. Y así, al mismo compás, resucitan las modas astrológicas, los libros de alquimia conocen un auge excepcional - alguno de ellos tan hermoso y clásico como "El misterio de las catedrales" de Fulcanelli -, se explora la magia, se abren hasta el paroxismo los caminos de la erotología, resurgen las novelas galantes y las narraciones terroríficas invaden las pantallas de cine y televisión y los escaparates de las librerías. Hasta los viejos folletines de Alguals de Izco o Ponson du Terrail se metamorfosean en productos "camp" y los estudiosos se calan sus gafas para emitir las debidas propuestas sobre estas modas irreprimibles.Un género amenazado
Alianza Editorial acaba de lanzar al mercado un libro sintomático de toda esta problemática. Se trata de "los mitos de Cthulhu", conjunto de relatos de una serie de escritores que crearon, a lo largo de una serie de años, toda una mitología fantástica, y ucyo origen y plasmación concreta se deben a la pluma de ese antiguo desconocido Howard Phillips Lovecraft.
Uno de los mejores especialistas del género que hay en España, Rafael Llopis, ha preparado esta edición antecediéndola de un estudio crítico-descriptivo, y completándola como [sic, léase, "con"] una extensa bibliografía (1). Existían ya varias ediciones castellanas de Lovecraft (2), pero esta es la primera que se plantea el tema de la literatura de este escritor desde un punto de vista más analítico, describiendo la biografía personal de Lovecraft, su contexto sociológico, el movimiento literario que supo suscitar. Reúne, además, una serie de nombres de escritores de terror actuales - y de algunos precedentes interesantes -, como los de Lord Dunsany, Algernon Blackwood, Ambrose Bierce, Arthur Machen, Hazel Heald, Henry Kuttner, Robert Bloch, August Derleth y Ramsey Campbell, y hasta un relato de uno de los más acreditados cultivadores de la literatura fantástica en España, Juan Perucho, que cierra el volumen.
La literatura de terror es un género, sin embargo, amenazado desde el principio. En efecto, el terror surge del desconocimiento, y, sin embargo, cuando está elaborado según las debidas exigencias estéticas, va destinado a imaginar, o experimentar, un conocimiento más allá de la razón. De ahí debe surgir precisamente su eficacia poética, su legitimidad artística. De algún modo podría decirse que la fantasía se ve obligada a luchar contra sí misma, y el terror a disolverse en la razón, para que esa extraña sensibilidad, esas nuevas sensaciones que se predican, sean eficaces y convincentes. Rafael Llopis, en su extenso prólogo a este libro, esboza una teoría del mito: "Sabemos -dice - que la razón es mucho más plástica, ligera, cambiante y ágil que el sentimiento y que ésta está mucho más sujeto a la inercia que la memoria. Razón y memoria son términos dialécticamente antitéticos, pues la memoria es el residuo físico de lo que algún día fue razón, y la razón no es sino el más elevado rendimiento de una estructura espacial que, en definitiva, sólo es memoria. En la memoria han quedado fijados esquemas emocionales y de comportamiento que, por haber demostrado su utilidad para el individuo o para la especia, se han automatizado, abandonando, pues, el terreno de la razón".
Tras esta explicación psicologista del mito, Llopis aduce una mecánica aparentemente dialéctica de la negación del sentimiento por la razón y viceversa, y de la superviviencia de los sentimientos mediante las formas estéticas.Utilitarismo y razón
Pero, evidentemente, esta explicación resulta un tanto confusa. No es el sentimiento quien sobrevive en base a la estética, sino la propia razón, la que en su búsqueda del conocer crea estadios superiores de creencias, estructuras autónomas basadas, además, en circunstancias socio-económicas concretas, cuya virtualidad descansa en una especie de asentimiento colectivo. En lo que Llopis acierta es en el utilitarismo presente en todo mito, en la funcionalidad como razón de ser y persistencia de estos conocimientos más allá de la razón. Pero no es cierto que las épocas racionalistas sean destructoras de mitos, sino que, a su vez, sustituyen los mitos preexistentes por otros más adecuados, más funcionales al nuevo modo de ver y entender el mundo.
De todas formas, nuestra época en pleno predominio cientificista, se halla en busca de sus propios mitos. Mitos desencantados, tal vez, que apenas emergen de una psciosis general de desengaño, de nostalgia y de autenticidad mezclada con escepticismo. Y la estética viene a ser uno de los elementos positivos de esta búsqueda heroica, humilde y tremendamente concreta. De ahí el renacimiento de viejas fórmulas, los sucesivos retornos contrastables de antiguos modos, de esquemas expresivos que apenas gozaron de predicamento en los tiempos que surgieron. Las mismas fórmulas de los "ismos" de entreguerras asomaban la cabezas de una sensibilidad renovada y fecundan la literatura más rabiosamente actual.
Al mismo tiempo sería muy curioso establecer un análisis sociológico de las épocas de florecimiento de la literatura fantástica: cuando surge la novela gótica, el antiguo régimen está a punto de desaparecer, el mundo se halla en puertas de la Revolución Francesa, y las convulsiones sociales traspasan Europa; en la placentera desilusión de los años veinte, cuando este tipo de literatura se entremezcla con el surrealismo, con la falsa felicidad de una posguerra ilusoria, el auge económico desembocará en el "crack" del veintinueve y en la segunda guerra mundial. Y, en nuestro tiempo, los datos están presentes en la memoria diaria de todos nosotros. Este análisis sociopolítico de las épocas en crisis - barrocas y románticas a un tiempo, donde la vanguardia hace estallar las costuras de la estética al uso - arrojaría, sin duda, una nueva luz sobre estos problemas.Las tres etapas de un mito
¿En qué consisten los mitos de Cthulhu? Lovecraft, su principal inventor, los creó en base a un racionalismo desesperado, inmóvil, anquilosado por una serie de circunstancias personales contradictorias. En efecto, el escritor, que se confesaba repetidamente agnóstico y racionalista, era al mismo tiempo lo que hoy llamaríamos un apocalíptico. Era un racionalista que no creía en el progreso, un exiliado de la vida, incapaz hasta de subvenir sus mínimas y elementales necesidades, frustrado en su vida social y amorosa, que sólo sabía escribir en un idioma perfecto, en un inglés antológico, las alucinadas historias de sus propias pesadillas. Llopis lo describe por acumulación con una letanía sugestiva: "Pesimista y entusiasta, amargado, amable, bondadoso, misántropo, utópico y soñador, vulgar, gris, avaro, generoso, ocultista y racionalista a la vez, amigo fiel y comprensivo, racista, materialista, humanitario, realista y fantástico, simpático, abierto, solitario, ateo, degenerado, loco, prodigio de inteligencia, creador de mundos, fracaso y triunfador, aficionado a los helados como un niño y a los gatos como una solterona."
Naturalmente, como suele suceder en este tipo de descripciones, la sensación final es más una licencia poética que una definición. La personalidad de Lovecraft pertenece más a los terrenos de la psicología que a los de la ideología, y a la luz de la ciencia médica habría que estudiar sus contradicciones. En realidad, cuesta trabajo imaginar a un racionalista tan desesperadamente idealista, un predicador agnóstico, un lógico tan racista - y prefascista - como Lovecraft. De alguna manera, su mitología pretende ser una interpretación terrorífica del mundo, desde un punto de vista maniqueo. En efecto, el mundo estuvo dominado hace muchos siglos por una extraña raza cuyo dios, Cthulhu, permanece enterrado en el fondo del océano, esperando el momento en que pueda volver a conquistar el mundo.
Los relatos de Lovecraft presentan entonces un contacto entre algunos seres humanos con las huellas, los restos o las presencias amenazadoras de esta raza maligna y sobrehumana. Frente a ella, existen unos extraños dioses, los Primordiales, que frustan una y otra vez sus intentos de conquista y perversión. Como se ve, el maniqueismo - pese al rechazo de Llopis en el prólogo - es evidente, opera una vez más el principio del bien y el mal, y la mitología de Lovecraft se revela como un deseperado intento de alcanzar lo absoluto.
Lo que ya resulta más convincente es su propia literatura, las dotes de este escritor excepcional, una de las cumbres de la novela de terror. Así, los relatos del propio Lovecraft incluidos en este volumen son tal vez los más logrados, sobre todo dos de ellos, "La sombra sobre Innsmouth" y "En la noche de los tiempos". Llopis ha dividido su antología en tres etapas. La primera de ellas reúne una serie de relatos anteriores a la propia creación de los mitos, de Lord Dunsany, Bierce, Chambers, Algernon Blackwood y Arthur Machen, junto con otro del propio Lovecraft anterior al ciclo de Cthulhu. De ellos destacan "Vinum Sabbati" de Machen y "El mendigo [¡sic!, léase "El Wendigo"], de Blackwood.
La segunda parte está formada por los cuentos relativos a esta historia fantástica, elaborados por el propio Lovecraft y una serie de escritores amigos. En efecto, la fama de Lovecraft, aunque restringida, fue poderosa en círculos minoritarios. Sus relatos aparecían en publicaciones especializadas, de poca tirada, pero una serie de escritores del género, de lectores espontáneos, comenzaron a escribir al narrador de Providence, y así surgió la extraña masonería conocida por el nombre de Círculo de Lovecraft. Muchos de estos escritores comenzaron a publicar relatos referentes a los mitos de Cthulhu, a continuar los argumentos de Lovecraft, a proseguir la tarea de elaborar sus mitos. Se dedicaban los relatos unos a otros, proseguían sus exploraciones y, hasta a la muerte del escritor, uno de sus amigos - August Derleth - se dedicó a escribir los argumentos que Lovecraft había dejado solamente esbozados. Todos ellos han sido publicados con la firma conjunta de Derleth y Lovecraft.
La tercera parte del libro recoge precisamente esos relatos póstumos, y las continuaciones de esta mitología elaborada por la secta de discípulos. Destacan en estas dos segundas partes un estremecedor relato de Hazel Heald, "Reliquia de un mundo olvidado", y otro de Robert Bloch, "La sombra que huyó del capitel [¡sic!, léase "chapitel"]".
De todas formas se advierte en la última parte el agotamiento paulatino de este filón. El mundo había sustituido los terrores estéticos por los de la guerra propiamente dicha, y sólo después de muchos años, al filo de los sesenta, volverían a resucitar los terrores imaginarios sepultados por la terrorífica realidad. Acostumbrados a la contingencia, los hombres de finales del siglo XX acuden otra vez a la estética del terror, al juego y a la experimentación. Tal vez por ello, la ironía de Juan Perucho, que cierra el volumen con su relato "A la manera de Lovecraft", sea la clave de nuestra comprensión de todo este fenómeno. Estamos otra vez en los terrenos de la literatura, del juego, del experimento, y puede comenzar de nuevo la búsqueda del conocimiento extraviado.___________
(1) "Los Mitos de Cthulhu" por H.P. Lovecraft y otros. Selección, prólogo y bibliografía de Rafael Llopis. El libro de bolsillo de Alianza Editorial. Madrid, 1969. 504 páginas.
(2) "Obras escogidas". Editorial Acervo. Barcelona. "El color que cayó del cielo". Ediciones Minotauro. Buenos Aires. "En las montañas de la locura". Ediciones Seix Barral. Barcelona.___________
[ *] Transcripto por Dogon, especialmente para la Nueva Logia del Tentáculo, 2002. Material didáctico y de estudio para los Logios y visitantes.