BOWEN HILL

© Abdul Alhazred

Escrito por Abdul Alhazred, basado en la siguiente Nota dejada por H.P. Lovecraft para su posterior desarrollo, que nunca se llevó a cabo.

Horrible casa ruinosa en empinada calle de ciudad - Bowen St. -. Lanza llamada sin palabras en la noche. Ventanas negras - horror innominado - tacto y voz frios. La bienvenida de los muertos.

 

Dedicado a Lady Mesalina Bolangera, Dame de Blois.

Por Bowen St. mis pasos eran tardos, demorados como la parsimonia de un cortejo procesional con música de capilla. Pasos gelatinosos en ascensión jadeante, empinados como la escabrosa cima de una acicalada acacia espinosa y espuria, tachada de abrojos sugerentes en los tules de un sueño.

Las ráfagas de viento transbordaban hojas ocres y amarillas en suspensión y mustios presagios desolados. Arriba, donde la cima proyectaba silencios ahogados y un irresistible cántico de siluetas sensuales, se yergue herrumbrosa la mansión de voces inhabitada y silentes, dulce como la gesticulante llamada del desamparo.

La densidad de mis pasos en el asfalto era insufriblemente más y más empalagosa, al tiempo que ascendente como un gólgota irrespirable e irremediable hacia la desconocida meta de un inacabable tormento. Encadenado al duro banco de mi incierto destino, arañaba escalas ascendentes en busca de una convocatoria desconocida.

Se cerró la noche sobre los lastimeros esfuerzos escarpados de mis piernas de alabastro, cuando de aquel viejo esqueleto, a través de sus negros ventanales, pude oír los quejidos llorosos de sus vigas carcomidas, llamando a los abismos con frases sin palabras, aunque de tacto frío y sabor repugnante.

La esquiva luna era una raquítica tajada de sandía. El brillo de su lámpara mortecina apenas tenía un viscoso aceite de sombras pardas y luz escamoteada, y se cubría con el capote ignifugo de la ocultación. Cuando estuve en el rellano frígido que da acceso a la mansión, una turba de vidas agotadas salió a darme la bienvenida con el estruendo apagado de una tormenta seca. Desde entonces, las campanas de algodón de Bowen Hill me hablan cada noche de significantes vacíos, con el tono amorfo de las voces frías de los muertos que con pancartas me saludan.

 

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