Cerca del Cero
© Harley Warren
Escrito por Harley Warren al estilo de Ramsey Campbell y basado en la siguiente Nota dejada por H.P. Lovecraft.
Extraño individuo de barrio sombrío de antigua ciudad posee objeto de horror arcaico e inmemorial.
La mudanza tomó alrededor de tres horas, algo rápido teniendo en cuenta la gran cantidad de trastos viejos que el anciano había acumulado.
Amneris observaba con curiosidad por la rendija de su puerta abierta. El nuevo vecino tenía una apariencia más que inusual, vistiendo ropas sucias y pasadas de moda. Debería rondar los setenta, tal vez más y tenía un aspecto enfermizo. El traje que traía podría haberle servido para festejar el año nuevo cinco décadas atrás. Amneris no era experta en diseño, pero sabía cómo los hombres de su edad debían vestirse, al menos para parecer decentes. Cerró la puerta asegurándola con cadena y cinco cerrojos, uno por cada intento de robo que había sufrido en el edificio. El barrio ya no era lo que en su infancia, muchos robos y muertes cubrían las calles para sentirse segura en el exterior.
"Tal vez es uno de esos ricos excéntricos que no gastan un centavo en su vida" pensó, "ni siquiera traía muebles. Solo grandes bolsas negras de basura"
El pequeño departamento de Amneris estaba justo al lado del de su nuevo inquilino, compartían en total tres paredes de los cuatro ambientes diferentes que tenían ambos apartamentos. El anterior vecino de Amneris era un viejo aún más delicado que el nuevo. Varias veces debió ayudarle a los paramédicos a entrar, por eso le había dado la llave. Claro que luego de su muerte no había tenido oportunidad de devolverla, el casero estuvo de viaje por toda esa temporada y luego lo había olvidado. Metió la mano en el bolsillo de su bata. Ahí estaba, una empañada llave plana que sería dorada luego de remover la capa de mugre grisácea que la cubría.
Amneris levanto la vista de la llave. El espejo de pared le devolvió su imagen. La imagen de una mujer en sus últimos años, dejando atrás una vida sin logros. ¿Dónde había quedado su juventud? ¿Quién recordaría a la vieja Amneris cuando ella se fuera?
No tenía hijos, siempre pensó en los niños como estorbos. Ahora se sentía vacía e inútil. No tenía parientes a quienes acudir, solo recordaba algunos primos de quienes se había alejado en los años de la juventud. Eran mayores que ella, ahora estarían muertos. No tenía amigos, lo más cercano había sido el anciano del apartamento de al lado. Ni siquiera recordaba su nombre, si es que alguna vez lo había sabido.
Así que la vida se limitaba a esto, una larga espera por un final que nunca llegaba.
La imagen del espejo le devolvió una sonrisa llena de sarcasmo.
Tal vez podría llevar la llave al nuevo vecino e iniciar una amistad. Si, una amistad. Nunca un romance. Sabía de ancianas que retomaban su vida amorosa incluso en los noventa, había leído cientos de historias similares en los diarios que forraban su habitación, algunos formando grandes columnas junto a su cama. Ella no era de ese tipo, nunca sintió una gran atracción sexual de ningún tipo, si por eso le llamaban frígida que lo hicieran. No pensaba empezar a los setenta y cinco años a desarrollar su vida sexual.
La llave en su mano comenzaba a sentirse pegajosa, el calor de la palma ablandaba la mugre dejando una leve capa que a Amneris le recordaba el camino de una babosa.
Sí, una amistad sería algo hermoso. Alguien con quien hablar del pasado. Alguien con quien contar en los momentos en que el dolor de las articulaciones le hacía caer al piso bañada en sudor y lágrimas. Alguien con quien atravesar los últimos momentos de la vida que se alargaban indefinidamente hacia el infinito.
Por alguna razón Amneris recordó una lección de matemática de sus tiempos en el instituto. Eje de coordenadas, la hipérbola nunca llegaba a cero. Tanto en uno como en otro sentido. Se acerca cada vez más, mientras sus brazos se prolongan indefinidamente, pero jamás logran cruzar la barrera al otro lado. Tal vez la vida fuera algo parecido. Tal vez existiéramos antes de nacer de una forma biológica indeterminada, este estado se extendería hasta el infinito a través de siglos de evolución. Incluso algunas personas defendían la hipótesis de que la vida se había iniciado en la tierra por interferencia externa, vida que acaba en un mundo viaja al siguiente en forma automática extendiendo sus brazos hasta el inicio del tiempo y el espacio, y aún así seguía sin cruzar el cero.
¿Pero entonces que era la muerte? Amneris pensó en los últimos años, cómo su memoria se desvanecía, su cuerpo se entorpecía, volviendo de alguna forma horrible y degradada a ser la niña que ya no recordaba. Los años parecían ahora más largos que nunca. Recordaba que esto le sorprendió en su adultez. En ese entonces el tiempo nunca le alcanzaba, siempre había trabajo por hacer, lugares a los que ir y personas con quien tratar. Pero la lejana memoria de su infancia le decía que el tiempo se comportaba distinto entonces.
Así era, tanto en la niñez como en la vejez el tiempo parecía correr de forma más lenta como si se alargara indefinidamente en el espacio hacia un punto que nunca sería cruzado.La llave cayó de su mano hacia un suelo, tan gris como la superficie que la cubría. No hizo el menor ruido.
Amneris estaba asustada. ¿Si la muerte no era el final biológico? ¿Si de alguna forma horrible la vida después de la muerte se extendía indefinidamente hacia una vacuidad que nunca llegaba?
Amneris se vio inmóvil, vestida con uno de los elegantes vestidos de noche que no usaba desde hacía más de diez años. Encerrada en una incomoda caja de pino. Su cuerpo frío, le producía un nuevo tipo de dolor al que no estaba acostumbrada, envolviéndola en distintas capas de nauseabundas sensaciones. Sus ojos estaban cerrados, no podía abrirlos. Estaban pegados por dentro. Estaba muerta. Estaba muerta y se estaba pudriendo, ése es el sentido de la vida. Ése es el secreto de la muerte, jamás se muere. Sólo se sigue indefinidamente la larga línea que se acerca al cero, más y más cerca, sin nunca alcanzarlo.Amneris abrió los ojos, su expresión en el espejo le devolvió la imagen de una anciana pálida, muy asustada. Miró hacia el piso, la llave apenas se diferenciaba entre el polvo mohoso. La levantó, abrió los cinco cerrojos, corrió la cadena y salió por el pasillo hacia el departamento contiguo.
Tardó unos segundos en decidirse. ¿Qué pensaría el nuevo vecino de la vieja loca que temía quedarse sola en su habitación? Pero no podía volver. Por alguna razón sentía que la línea estaba más cerca de su lado del edificio.Casi llegando a cero
Levantó el puño en el que sostenía la llave, y golpeó tres veces contra la plancha de madera que formaba la puerta. El sonido vacío le devolvió el eco de sus golpes, pero no obtuvo respuesta alguna. Intentó nuevamente, pero el resultado fue el mismo. Sólo eco en el interior. Amneris era vieja pero tenía muy buen oído para su edad.
"El hombre se veía cansado, debe haber caído rendido luego de terminar la mudanza", pensó.
Pero la idea no ayudaba a reconfortarla, si ese departamento era como el suyo, y sabía que lo era, los ecos se expandirían hasta hacerse insoportables. Lo intentó una vez más, esta vez aplicó el oído a la puerta con el fin de escuchar la más mínima queja. Sólo ecos.
Recordó que en todo el tiempo que había pasado desde la mudanza no había escuchado un murmullo desde el apartamento de al lado. Ningún sonido.
"Las paredes son muy delgadas, como el papel"
Abrió la palma y miró la llave. ¿Sería prudente?, el viejo podría estar muriendo o sólo ignorándola, no parecía una persona muy sociable. Pero la curiosidad sobrepasaba su prudencia o preocupación. De hecho la noción de echarle un vistazo a la muerte era en ese momento tan necesaria como el asegurarse de la salud del nuevo vecino. Por algún motivo, pensaba que, si veía el rostro de la muerte, sabría si era realmente el final del camino. Esa idea le provocaba un cierto alivio.
"Toma la llave. Deslízala en la cerradura. Gira "
Nada, ninguna queja. No escuchó gritos en busca de auxilio por la entrada forzada como habría sido si alguien hubiera irrumpido en su departamento.
Abrió la puerta de par en par, y entró.
El interior estaba repleto de bolsas negras. Cubrían casi la totalidad del lugar, dejando solo un estrecho pasillo para avanzar hacia el cuarto contiguo.
Amneris avanzó lentamente, con precaución, no quería asustar al viejo sin necesidad en caso de haberse equivocado. La súbita idea de que tal vez fuera sordo comenzaba a cimentarse en su mente.
Al cruzar el umbral hacia el siguiente cuarto lo tuvo frente a ella.
Estaba sentado en el piso, en un claro abierto rodeado de una maraña negra de bolsas, brillantes y opacas a la vez. Las bolsas formaban una segunda piel sobre las paredes, tal vez actuando como aislantes del ruido. Tenía puesto el mismo traje viejo con el que lo había visto llegar, coronado con un amplio sombrero de fieltro, negro como el traje. Delante de él destellaba un objeto dorado. Tal vez fuera sólo el brillo de una lámpara, aunque carecía de la fuerza de la luz eléctrica.
Amneris dio un paso en el interior de la habitación en el momento en que la cabeza del anciano giraba hacia ella con una mueca en los labios.
- yo
No supo que decir, cómo explicarse ante el hombre cuya intimidad había sido violada por ella. El viejo se volteó, girando su cuerpo completamente sobre el piso, como lo haría un niño. Ahora las facciones que había vislumbrado en su llegada le parecían difusas y borrosas como si el anciano usara un velo sobre el rostro.
- Yo, no sabía
El anciano se puso en pie en un movimiento ágil y rápido, dando un paso hacía ella. Sus ropas eran ahora mucho mas antiguas, ¿comienzos de siglo? El sombrero parecía una levita.
- Yo solo quería saber
La boca del hombre permanecía sellada, sus pasos silenciosos se acercaban inevitablemente hacia ella.
"Este hombre no produce sonidos. Algo en este hombre no esta nada bien"
Pero su mente no lograba captar la totalidad del cuadro, como si un destello reflejara otras imágenes sobre el hombre, visiones del pasado lejano y el futuro inmediato.
Estaba solo a un paso de ella, el viejo elevó una mano y rozó el rostro de Amneris. Era una mano fría como hielo seco, sin humedad.
- Usted es
La mano se posó sobre su boca quitándole el aliento, luego se desplazó hacia la boca del anciano con el índice extendido hacia arriba para posarse sobre sus labios. Ningún silbido brotó de la boca del anciano, sólo una bocanada de aire frío que bañó el rostro de Amneris con un hedor fétido.
Ahora el rostro del anciano se hacía más borroso, apenas identificable como un rostro, como la mancha en el sudario de Turín.
Estaba aterrorizada, incapaz de moverse o gritar. Sólo seguía el baile de su anfitrión hipnotizada.
Amneris vio entonces la fuente de la luz dorada. En la mano que el hombre había mantenido oculta tenía un objeto en forma de cruz. La cruz resplandecía.
En cuanto ella notó la presencia del objeto, el viejo lo elevó a la altura del rostro de Amneris. Brillaba intensamente como si ardiera al rojo vivo. Era una cruz de brazos iguales separando entre sus apéndices el espacio en cuatro partes.
"Parece un eje de coordenadas"
En uno de sus ángulos se dibujaba una curva que desafiaba la perfecta simetría de la cruz. Amneris observó fijamente el ángulo que brotaba del espacio superior de la cruz pero no llegaba a tocarla. De hecho el ser que ahora carecía de rostro tampoco sostenía la cruz, esta solo flotaba en su mano extendiendo ahora sus brazos más allá de la habitación, el departamento, el edificio. Todo el camino hacia el infinito.
Comentarios
Tras leer su relato titulado "Cerca del cero" desearía comentarle algunos aspectos de los que se me han derramado tras su lectura.
Para comenzar le diré que su contribución me parece realmente estupenda y de una gran calidad en el género de la ficción científica.
Es un relato breve que atrapa al lector desde la primera línea del mismo y, además de una forma muy rápida, como ha de ocurrir en este tipo de narraciones en las que la brevedad nunca ha de ser sinónimo de una baja intensidad de acción ni de breve sensación de inquietud.
Su relato te sumerge en una impactante reflexión sobre la vida y la muerte a través de un argumento básico, creíble y profundo, que ahora me permitiré comentar.
Siempre me han interesado más los argumentos "creíbles"en que los personajes son seres de carne y hueso, viven una vida cotidiana como cualquier hijo de vecino y piensan, se mueven y sienten exactamente lo mismo que quien está leyendo el relato. En mi personal opinión son esos argumentos y esos personajes los que realmente potencian y facilitan el hecho de que el lector pueda asimilarlos lo más fielmente posible por ser, al fin y al cabo, tan humanos como él mismo.
Cuando he mencionado el argumento "básico" me refería a un tipo de argumento sencillo, nada ostentoso, fácilmente procesable y significativamente facilitador de reflexiones sin, digamos, narrativos efectos especiales que si no están bien tratados (cosa nada fácil) pueden convertir al relato en una estridente y difícilmente asimilable feria de luces, colores y formas.
Un argumento "profundo" es, por supuesto a mi entender, aquel argumento que nos cuenta una historia que, directa o indirectamente, te lleva a la reflexión sobre el tema, que deja al lector un margen amplísimo de desarrollo personal, que no se dedica a contar una serie de hechos más o menos interesantes, sino que como es el caso trata temas de interés general pero bajo un prisma cientificista muy bien trabajado y que abre una puerta a la subjetividad personal de cada lector, que basándose en su propia experiencia e interpretación, será capaz de reelaborar psicológicamente dicha trama argumental tanto como él mismo desee.
Muy interesante el trabajo realizado en el personaje principal, Ms. Amneris, que es quien lleva a cabo el peso de la acción. Muy buena la descripción de los aspectos psicológicos de dicho personaje. Excelente el uso del pensamiento de la protagonista para introducir al lector en la psique de la misma. En sus inquietudes y desconciertos, en su interpretación de la realidad y en sus anhelos, fantasmas, déficits, inhabilidades sociales, carencias y frustraciones; en su profunda alma humana al fin y al cabo.
De la misma manera muy adecuada también la descripción física de la protagonista, sin recrearse en aspectos realmente poco o nada necesarios para el desarrollo de un argumento altamente filosófico, pero sí dibujando una estética que te define y te acerca a la tipología del personaje.
Desearía destacar la consecución de un ambiente de suspense desde que el comienzo de la narración hasta el final de la misma. Aunque éste toma un punto álgido cuando la mujer se decide a entrar en contacto con tan extraño y nuevo vecino y que va in crescendo hasta el desenlace.
Realmente impactante los momentos finales del relato. El hombre se encuentra sentado rodeado de bolsas negras (elementos que ya por sí mismos producen una sensación desagradable) con un rostro desdibujado por momentos y unos movimientos raudos y veloces nada propios de una persona de avanzada edad.
La descripción de los movimientos del extraño anciano y la obnubilación y estupefacción de la mujer, se muestran óptimamente conexionados entre sí otorgando al relato gran verosimilitud. La presencia de las coordenadas matemáticas que reflejan e irradian una gran ¿energía? provoca ese puntito de ficción efectista que, sin producir grandilocuentes sensaciones, otorga al argumento un estético efecto especial idóneo en ese inmediato final que el lector ya percibe que está a punto de llegar.
Inmediato final abierto y reflexivo al plantear que no hay muros, ni puertas, ni habitación que valga, sino toda la realidad no es más que parte de un todo común e integral que es el mismo infinito.
Por buscarle al relato algún "efecto adverso", comentaría justamente la conclusión del mismo. Quizás, aunque se comprende, la resolución resulta poco definida, poco explicada, someramente planteada. Considero que la inclusión de un pequeño párrafo haciendo más hincapié en la explicación de la resolución hubiese redondeado más ese impactante final.
Estamos ante una resolución muy técnica, poco convencional, por este motivo es recomendable ofrecer al lector mayores y más evidentes datos que clarifiquen ese final tan científico de la narración.
Añadiría a lo ya expuesto el uso de un lenguaje perfectamente claro que, aún trabajando un estilo cientificista, nunca abusa ni se pierde en datos, aspectos o conceptos incomprensibles para el cualquier lector. Relato para todos los públicos amantes del género, con ese punto filosófico sin perder nunca el realismo y esa utilización de la cotidianidad, aspecto este último que muchas veces se deja de lado en el género por pensar que la búsqueda de argumentos de línea más fantástica e irreal va a resultar más interesante al potencial lector.
Enhorabuena, Mr. Warren por su tan excelente creación literaria y por esas evidentes capacidades para la escritura de relatos de este género que nunca resulta fácil, sino todo lo contrario. Espero que tras esta magnifica muestra de su buen hacer sigan muchas más que nos hagan pasar momentos tan misteriosos e inquietantes como en su "Cerca del cero", muestra de una realidad eterna en continua evolución sin un principio ni un fin, sino completamente lineal e inacabada. (Joseph Curwen)
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Con respecto al final del relato, al ir desarrollando la trama y llegar a ese "final", tuve precisamente la misma impresión de algo inacabado y confuso (aunque la historia cerrara por completo en mi mente). Por lo que probé una serie de finales que a la larga me resultaron artificiales y redundantes. Finalmente llegué a la conclusión de que ese final vago e indefinido era justamente lo que la historia exigía. Se complementaba perfectamente con el concepto que intenté desarrollar a lo largo de la trama. Y así quedó.
Debo decirle a usted y al resto de los compañeros neologios que mis aptitudes para con la pluma son muy limitados, me siento casi inútil fuera del género del horror y soy pésimo en cuanto a crítica literaria se refiere (por eso no se ofendan si mis apreciaciones de las obras ajenas son mas bien escuetas e irrelevantes). Me gustaría, amigo Curwen, leer algo de su factura, ya ha dicho en otra ocación que no se considera muy apto para la escritura, pero luego de repasar sus mensajes no puedo creer que eso sea cierto. (Harley Warren)