Abdul Alhazred

¡Vagacinistas lovecraftianos, levantaos;
aunad esfuerzos en el cibernear errático
de vuestro tiempo libertino! Una llamada
oscura, silbante, sibilante, sibilina, os urge
como voz no articulada, nacida en el magma
genético de vuestra retorta de noches de lecturas.

A pleno día, cuando se han desmayado las espesuras
del tortuoso silencio, se desencadena el tráfico inerte
del vagacionar acumulado, y evanescen,
del fondo de los limos risueños, los sarcasmos
del olvido ensortijados en marañas de desnudez.

¡Ponedle ahínco, esforzados antípodas y obreros
sin asueto de vagacionar demorado! ¡Haced
de vuestra cotidiana contingencia placer creacionista!
¡Transfundir vuestro esperma creador en salvífico
alimento de esta página, y sestearé, como hasta ahora,
ensabanándome en el torrente impetuoso
de los octópodos tentáculos que me apresan!

04-Agosto-2005



Abdul Alhazred

Mientras se desaloja la página,
de vagacionistas veraniegos,
se me invita a la meca de los túnidos;
allá donde la mar besa la nacarada arena
en prolongado éxtasis de infinitud,
y mi limitada contingencia
sueña el encuentro
que comprende dificultoso.
Dudo que pueda saltar la trinchera,
pero ¿a quién no le apetece abrir el baile
y estrechar los brazos de Rodhern Foldant?

08-Agosto-2005


Rodhern Foldant

Un canto de sirena

Ni el sol más cegador podría confundir el paisaje marino. La magia de la luz, asombra. El tacto de tu piel de arena, enamora. La benévola marea de las olas, vivifica. El espacio que te circunda, estremece. Lujo inclasificable, delicado en su sostén.
Zahara, eres, regalo para los sentidos: Cinco y Mil más.
Zahara, la agraciada, una caracola entre los frutos de mar.

Es el perfil delicado de la naturaleza, expuesta para solaz, mostrada para ser, el depositado bajo los pies descalzos.
Sobre tan lúcido cuerpo arenoso, los pasos son lentos, silenciados por el Poniente o el Levante. Así, las huellas permanecen impresas, entre ola y ola, el tiempo justo de nacer.
Nunca antes. Jamás después.
Tu luz, azul de sal, se desliza tenue en el horizonte y en su caída, un suspiro de flamenco canta sobre la playa.
¿Cuántos besos en la línea de la orilla?
¿Cuántas lágrimas entre conchas quebradas?

08-Agosto-2005


Henry Armitage

Excelso Árabe Loco Abdul Alhazred

Vuestra locura es benigna como la de Nuestro Señor Don Quijote, Alonso Quijano, El Bueno. Siempre fiel a su cita, a pesar de las inclemencias cibernéticas, a pesar de los teclados herrumbrosos, sarrosos y salitrosos de los mercenarios cibercafés. Siempre se os echa de menos, nada más sea unas horas de tiempo.

Así como novedad urgente, mientras habeis estado Vos en los Golfos de la Nada, es la actualización, remozado y restauración del Templo de Nuestro Sacrosanto Foro de Tentáculos y Neologios que ha quedado para nuevos retoques con todas las colaboraciones foreras, que han quedado por ahí pululando y que la mayoría son de Vuestra Merced.

Seguramente se os ha pasado por vuestra insigne cabeza la idea de exiliaros de Sarkomand al menos medio año y poner Palacio de Estío en esa maravillosa R’lyeh-Mar-La-Bella.


Abdul Alhazred

EN EL GOLFO DE LA NADA

Al Dr. Henry Armitage

Recalé en el Golfo de la Nada,
donde las amapolas son grises
y el viento se desvanece hasta el exterminio
como instrumento átono y oxidado.
Creció en mi mente una gelatina ansiosa
como de hambre de posguerra,
y germinó en mi tiesto un hermoso
cubo de basuras. Sólo detritus; sólo noche
infatigablemente extensa como la línea
inagotable del firmamento en Alborán.
La pesadilla me caló los huesos
con la insistencia de un ciclo inevitable
en el que el destino juega su baza
y la gana. Desperté en la chabola
de las noches sin techo, allí donde
la muerte se viste de nostalgia
y se constriñe hacia el lánguido vacío.
Encallé en los limos del olvido,
arrastrado por la inercia de la desgana,
y fue el recuerdo de un pasado fértil
el que prendió la mecha que me incendia.

 


Abdul Al-Hazred


A As Selet

Ciudad de las Cien Puertas (La Habana) , Antilia (Cuba)

¡Oh Antila, baluarte del brazo fuerte
del guerrero As Selet, yo te saludo!
Un centenar de puertas para recibir,
un centenar de puertas para acoger,
un centenar de puertas para abrazar
y estrangular el miedo atlántico
que nos aleja, en el malecón remoto
de la espera largamente soñada.
Desde el atolón de corales lazarinos
de mi larga ausencia, (mezcla de
desidia apática y frenesí furioso)
hasta la desembocadura sabatina
de la noche inminente que asecha,
me regocijo en el pálpito premonitorio
del gran acontecer de la nueva chanson
de Roland, antillano y Neologio amigo.

 

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