Sepulcro cósmico de horror

© Tyndalos

Saturno © José Manuel Iñesta Quereda

Latidos dentro del Sepulcro

Dedicado a los Neologios


Se oyen latidos dentro del sepulcro.
Se mueven las almas perdidas
en un Hades de oscuridad.
Gritan y se remueven
en el cieno, mar de podredumbre.
Se oyen latidos en la niebla eterna.
Seres infames que no deben ser.
Esperan la nada.
Son el cuerpo imposible de la maldición.
Inmundicia que se arrastra.
Larvas de la vida.
Semilla de disolución.
Muéranse los gérmenes de la tumba.
Váyanse de este abismo.
Sepulcro cósmico de horror. [1]

 


Hormiguero © José Manuel Iñesta Quereda

Reptan, crecen, devoran
Miríadas de larvas henchidas.
La Gran Madre sufre en su seno,
la pestífera invasión de hijos bastardos.
Reptan, desde los eones juveniles, infancia de Gea,
anidando en cráteres y ríos de lava.
Crecen, como gérmenes de pecado contra la vida,
Devoran, cuanto es vivo y sano, recto y noble.
Sus entrañas digieren la sustancia de todas las cosas.
Ya están aquí, y la bóveda del cielo me enseña sus fauces.

[2]

 


Güestia dibujo original de © Tyndalos

 

Musas Negras

Dedicado a los Neologios,
a Algernon Blackwood,
y a todos cuantos cuantos creen en la "Güestia"
[*]


El viento de almas
extiende su lienzo de mortandad.
Sususarrante Compaña,
legión de espíritus condenados
y carne de todos maldecida.
El viento de almas
arrasa mi rostro,
absorbe mi ser,
me llama, me llama.
Vive en las sombras,
habita en la selva,
ruge en la gruta
Y al fundirse en mí, quema, quema, quema.

Comentarios

 

[1] Muy interesante muestra lírica que, aunque breve, destaca su intensidad temática y el tratamiento de la misma.

Existencia de seres malignos que esperan eternamente ese vacío cósmico que supone la ausencia, la nada. Seres que se describen como infames, que encierran en su interior la destrucción, la disolución, la aniquilación. Y esperan la llegada de su momento, pues saben que tarde o temprano llegará y podrán llevar a cabo el objetivo para el que han sido creados y saldrán desde los sepulcros en los que permanecen ocultos, nutriéndose de lo pútrido, del moho y los restos de aquellos que fueron en un momento algo más que simples cuerpos, y que hoy sólo son despojos nauseabundos de lo que fueron, de lo que anhelaron, de lo que consiguieron. (Joseph Curwen)

[2] Gea, madre primigenia de las destructoras e invasoras henchidas larvas, cae en el más profundo de los divinos arrepentimientos al darse cuenta de su pestilente creación. Sus hijos bastardos se arrastran desde las entrañas de la húmeda tierra recorriendo pútridas tumbas ancestrales que nutren sus nauseabundas esencias para fortalecer su germen y posibilitar su oscuro devenir.

Gea llora amarga y aborrece su propia creación arrancándose de cuajo su útero germinal. Urano, su esposo, no consigue parar su llanto y siente en lo más hondo de su divino corazón haber engendrado semejante raza de infectas criaturas que corrompen todo aquello que se encuentra en su negro itinerario. Su crucial objetivo es aniquilar toda la presencia de vida saludable para trocarla en sustancia corrupta, pútrida y sanguinolenta que pueda servir de infecto nutriente a más y más larvas que han de nacer con un mismo y único objetivo: la completa destrucción de toda esencia noble y pura.

Ya están cerca, se oye su sordo reptar a través de la humedad mohosa del putrefacto ciemo. Ya nada se puede hacer, solamente esperar su encuentro, su aparición, su espíritu maligno que se revuelca sobre la tierra que ya nunca más será fuerte y salutífera, sino repugnante y fétida.

¡No llores Gea, Hija de Caos, tus lágrimas aún de diosa madre nada podrán conseguir, sino humedecer más el secular barro y calmar la mortífera sed de tus propias bastardas criaturas! (Joseph Curwen)

***

El aire que nos rodea, el cielo que vemos a simple vista, azul o algodonado de nubes, negro o tachonado de pecas de luz o la sandía que brilla en tajos, gajos plateados. El firmamento, el frío firmamento con el color del vacío y el silencio. No llega la vista a los abismos huecos del cosmos, pero me busca "y la bóveda del cielo me enseña sus fauces".

Mientras tanto, el vientre materno de la tierra bulle de vida, la de la larva que florece y fructifica, la de la lava que quema y consume una pasión biológicamente estéril y la esperanza semillera que se pudre para abonar y para no abandonar la cadena de un alma, una sombra, un borde de existencia, un proyecto humano, que "La Gran Madre sufre en su seno" (Henry Armitage)

[*] Güestia es palabra asturiana, La Hueste, en castellano La Santa Compaña.

 

 

 

Comentarios a esta Colaboración

Lira H.P. Lovecraft