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miércoles, 22 de octubre de 2014

Los Miserables (El Musical)


Si os digo que mis gatos se llaman Gavroche y Cosette (dos personajes secundarios de Los Miserables) ya debería ser una pista más que buena para adivinar de qué pie cojea esta entrada. Si, además, os digo que las entradas para la función no salieron nada baratas y que, aún así, no oiréis ni una queja, entonces ya debería quedar más que claro. Por supuesto, para gustos los colores. ¿Mis colores? Después del salto.

Yo soy de los que se enamoró del musical tras su versión cinematográfica de 2012, con Gladiator y Lobezno intentando hacer sombra a una Anne Hathaway sublime (a mi parecer, el Óscar más merecido de todos los tiempos), pero pronto comencé a oír (principalmente a través del Spotify -ese invento del diablo- de mi señora) otras versiones que me hicieron encantarme poco a poco de cada mínimo aspecto de la historia (la función del aniversario tiene un 'algo' especial que muy pocos productos culturales pueden decir poseer). Por ello, cuando supe que la versión española vendría al Auditorio de Murcia (a quince minutos de mi casa), no pude más que rezar porque consiguiese entradas a un precio razonable (baste decir que, en tiempos de crisis, "precio razonable" es una cualidad muy difícil de encontrar, así que digamos "no tuve que empeñar un riñón", para abreviar).

Lo primero que cabe destacar del musical es su ritmo frenético: todo sucede sin dejar tiempo al espectador a tomar un respiro. La primera parte es realmente trepidante y las escenas se suceden casi con prisa. Esto deviene en dos situaciones: por un lado, los fans estaremos encantados viendo la historia que ya conocemos contada a la manera del teatro, con sus virtudes y limitaciones. Por otro lado, quien no conozca la historia, probablemente, no se entere de mucho (lo digo con conocimiento de causa, pues mi madre no la conocía y se perdió).

Otra de las cosas que me llamó la atención es que, no sé si por las condiciones del Auditorio Regional de Murcia, por la orquesta en directo o porque a los actores les costaba proyectar la voz, no entendí (y esto fue algo generalizado, no sólo me ocurrió a mi) aproximadamente un 40% de los diálogos (a algunos actores, sin embargo, se les oía perfectamente). Es algo raro y que favorecía que se perdiera la atención de lo que estaba pasando.

Un aspecto fundamental de la producción del musical que se percibe desde el inicio es el efectismo: la escena siempre está llena de elementos visuales, ya sean actores, proyecciones, decorado o iluminación, y en algunos momentos casi cuesta olvidar que se trata de una obra teatral y no cinematográfica. Se podría decir que aprovecha un guión muy sólido con 25 años de trayectoria para centrarse en ofrecer algo (visualmente) nuevo al espectador.

Además, debo añadir que algunas de las actuaciones me parecieron realmente memorables, como la de David Velardo en el papel del Obispo o Ignasi Vidal en el de Javert. Elena Medina no me ha llegado como Anne Hathaway en su papel de Fantine con su 'I dreamed a dream' (simplemente imposibles de comparar), y Daniel Diges como Valjean... bueno, no estuvo mal, aunque en demasiadas ocasiones no se le entendía bien.

Otro apartado merecen dos de las mejores escenas del musical: la muerte de Gavroche, que es épica en todos los sentidos (así como la caída de los revolucionarios, con su uso de la luz como metáfora de la muerte), y la de Javert, que hace un uso magnífico de esa espectacularidad de la que hablaba más arriba.

En definitiva, un musical para forofos de Los Miserables (ya que, en efecto, mantiene las simplezas del guión original) que se disfruta más conociendo la historia de antemano que acercándose a él por primera vez.

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