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Crítica: "Algún día nos lo contaremos todo", por Javier Collantes

Apartados y estilos en el cine del pasado también se incluyen en las películas actuales, salvando las distancias del tiempo. Los films pretenciosos, o únicamente el esquema en el lenguaje cinematográfico cuyo desarrollo entre inicio argumental y desenlace resulta previsible (y -a veces- vacío), son la sustancia del desequilibrio en literatura y cine. A este ejemplo se corresponde la película Algún día nos lo contaremos todo, un incesante guion que rezuma folletín al uso aun cumpliendo su misión de entretener, fundamentalmente, a un espectador con exigencias normales. Sin embargo, su libreto, respecto al 'viaje' fílmico, se queda en un retazo endeble salvado por sus intérpretes -Marlene Burow y Felix Kramer-, registros que salvan en diferentes momentos su aparente consistencia argumental, secuencias de miradas, algún silencio, con cierta intensidad de bajo nivel.


La cineasta Emily Atef y la novelista Daniela Krien, autora del libro adaptado a la pantalla y coescritora del guion, nos muestran una historia de amor loco en la que, bajo una dirección aceptable, su ritmo y tempo se nos quedan irregulares, una especie de best-seller de drama romántico sin fuerza en el que nos dejamos llevar por el devenir de su historia entre libros, sexo y la dosis añadida de un personaje perturbador, quizás la mejor baza de un relato erótico, amoroso y fácil.


La historia se sitúa en el verano de 1990, durante la reunificación alemana, en la antigua Alemania Oriental (RDA). Una chica, que está a punto de cumplir 19 años, vive con su novio en una granja propiedad de los padres de éste. Ella se refugia en los libros, en especial un clásico de la literatura rusa, y desatiende el propósito de graduarse. Además, comienza a surgir un romance con un granjero que le dobla la edad. Así se desencadenarán los conflictos. Bajo este este argumento, con un retrato que pone en escena y proyecta en pantalla los cambios experimentados por aquel entonces en Alemania, una fotografía de postal y una banda sonora demasiado estilizada, Algún día nos lo contaremos todo se queda en un segundo plano, también algún personaje, y, en definitiva, su destino, influencias y parte final trasmiten una sensación poco contundente de que se ve pero no acaba de convencer.