Severus! - llamó alegremente la joven morena, que echó a correr hacia él en cuanto le vió.
Se echó en sus brazos, colgandose de su cuello y dándole un beso en la mejilla.
Niña! Estate quieta! - la reprendió Snape, divertido.
Eeeeesqueeee... - suspiró la chica - te echo tanto de menos! - y se volvió a apretar contra su pecho.
Severus, con algo más de color en las mejillas, sonrió tímidamente, mirando a diestro y siniestro para comprobar que estaban realmente solos, y, apresandola en un abrazo, la besó en el cuello, haciendo que la criatura se estremeciera.
Ronroneó como un gatito, buscando sus labios y besándole.
Mmmmmhh... - gimió ella al sentir sus besos.
Al poco se separaron, y la chica le miró a los ojos detenidamente.
Prométeme una cosa! - exclamó Severus la miró con curiosidad, asintiendo con un gesto de la cabeza.
Quiero que siempre estés conmigo! - susurró en voz baja, algo avergonzada.
Snape sintió un escalofrío al oírla quiso asentir, pero, por alguna extraña razón, sintió que jamás podría cumplir aquella promesa.
Se limitó a besarla, atento a la pequeña lucecita de alarma que restallaba en su cabeza.
Molesto, cerró los ojos con fuerza, abrazándola, sin querer pensar en el futuro cercano que lo aguardaba...
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