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| Balder
-- Lunes, 2 de Agosto de 2004 a las 16:21.
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Divertida, petarda, profunda, emocionante, desquiciada, irónica, sublime y chabacana, sutil y rimbombante… Cuando terminé de verla por primera vez no sabía si era una tomadura de pelo o una obra maestra, estaba completamente anonadado. Sé que es algo que a mucha gente le suele pasar con determinados directores (Kubrick, Lynch,…), pero era la primera vez que a mí me ocurría algo parecido (aún en las películas de Kubrick, Lynch y otros, tengo una idea clara de lo que he visto y de si me ha gustado o no la película). Finalmente, tras andar un poquito mientras pensaba en la película, en silencio, llegué a una conclusión: era la tomadura de pelo más genial que jamás había visto (ni aún espero ver nunca).
Ahora, que es difícil que alguien mayor de cuarenta años disfrute de ella.
<<Somos la generación intermedia. No hemos tenido ninguna Gran guerra, no hemos sufrido ninguna Gran depresión. Nuestra Gran guerra es la Guerra espiritual. Nuestra Gran depresión son nuestras vidas.>> Exacto. Somos los hijos intermedios, nunca hemos hecho nada grande. Nunca hemos tocado fondo, nunca nos hemos rebelado en serio, nuestras historias, son las historias de los chicos que de vez en cuando se cabreaban con su jefe por alguna injusticia, la de los nenes que a veces se encerraban en su mundo, impotentes sin atreverse a protestar. Y en realidad, ¿qué es lo que desearíamos ser? Pues, por un lado querríamos ser como esa estrella de los anuncios, ese tío seguro de sí, independiente, rebelde, que con tanto estilo fuma Camel, Marboro… o Ducados. Pues claro que sí, ¿no sería de puta madre? ¿No sería de puta madre ser como Brad Pitt? Y por otro lado, en nuestros momentos depresivos, desesperanzados, de impotencia, ¿no nos gustaría tocar fondo? ¿No nos decimos, “a la mierda con el Brad pitt anunciando tabaco, con el Clooney anunciando ropa cómoda, pero elegante”? Nos gustaría ser un pardillo, un pardillo desesperado, enloquecido, encerrado en su trabajo y en un consumismo estéril, que se decide a destruir el mundo. Claro que nos gustaría ser esto último, sobre todo nos gustaría ser esto último, porque entre los dos polos, estos dos productos de la sociedad de consumo, de consecuencias de la publicidad, el rebelde de anuncio y el pardillo amargado, el segundo es el que nos parece más auténtico, más real,… La verdad es que resulta gracioso ver a Brad Pitt, ¡Brad Pitt, el icono del hombre-objeto!, preguntándose delante de un anuncio con la foto de un chico con el torso musculado desnudo, si eso es un hombre…
¡Ah, pero no nos atreveremos! ¿No lo he dicho ya? Somos la generación intermedia, los hijos intermedios (equidistantes del guapo líder anarquista y del pringado), nunca haremos nada grande, nos dedicamos a pequeñas gamberradas, por ejemplo, colocar fotogramas de pelis porno dentro de románticas historias de animalitos de dibujos animados. Lo que vemos en el cine son 24 imágenes sucediéndose en un segundo que dan la sensación de movimiento. Un solo fotograma que no siga la secuencia de movimiento es insignificante. Produce lo que se llama un efecto subliminal, nadie sabe que lo ha visto, pero lo han visto, así que cuando el perrito y la perrita pija se besan al final del tercer rollo, ¡zas!, una enorme polla se cuela en tan emocionante escena. Dibujos animados, películas de acción, películas de culto, románticas, bélicas, dramas… divertidas películas para desesperadas víctimas de nuestra sociedad de consumo,… Imaginaros, ¡las posibilidades son inmensas! Podemos reírnos prácticamente de cualquiera sin que se de cuenta.
Lo dicho, una cinta genial. Es difícil que alguien mayor de cuarenta la disfrute…, pero también que alguien menor de esta edad la comprenda plenamente.
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