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| FuNeBRiS
desde El Desierto De Las Vegas
, Ocultando Pruebas
-- Domingo, 23 de Enero de 2005 a las 16:28.
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.83.38.21.78 |
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¡Que Obra! Profunda, compleja, emotiva, de una calidad técnica y fílmica casi insuperable… Todo calificativo es poco.
Este emotivo “cuento Victoriano” nos sumerge de lleno en la vida de John Merrick. De una forma real, cruda, provocando en el espectador un efecto de dolor, de presión en el corazón ante la lucha de un hombre bueno, pero maldito, contra su incapacidad, contra el rechazo social, y su indefensión ante el mundo que le rodea.
El ambiente decimonónico londinense se recrea de una forma soberbia, con una utilización del blanco y negro, y una fotografía, que, por instantes, recuerda al espectador los mejores años de la Hammer.
David Lynch, afronta en la dirección, lo que para mi es su trabajo más sobresaliente, con una maestría en la cámara, y un montaje perfectos. Ese comienzo tiene cierto regusto a “Cabeza Borradora”. Pero lo más importante, es el planteamiento de lo sentimientos de los personajes y la manipulación de los mismos. Esos sentimientos están manejados con la maestría de un titiritero, llegando los hilos hasta el alma del espectador.
Los personajes y sus actitudes son soberbias. Desde la abominable, y escretable actitud de su “cuidador”, pasando por el rechazo social, el miedo ante lo desconocido, o la curiosidad, hasta una sensibilidad desbordante, y una calidez y belleza interior que asombran y conmueven.
La crudeza del relato se ve apoyada en unas actuaciones magnificas. Anthony Hopkins refleja esa compasión, esas dudas, ese atisbo de amistad que Merrick nunca conoció.
John Hurt, en una caracterización soberbia, nos muestra como debajo de una costra, de un cuerpo dolorido, maltratado, y maldito, se encuentra la bondad más luminosa que puede existir.
Freddie Jones, como Mr.Bytes, representa todo lo deleznable, repulsivo, y oscuro del ser humano. Es un John Merrick a la inversa. Su aspecto normal por fuera, oculta su propio temor, su propia “deformidad”, su alma negra.
Para rematar la faena John Morris nos concede una Banda sonara, de esas magnificas. Con un ambiente oscuro, unas músicas de feria tétricas, pasajes calmados y otros más bruscos, reflejando en los diferentes momentos no solo las escenas, sino los propios sentimientos que se puede tener hacia ellas.
Y como culmen, ese “Adagio Pour Cordes” de Samuel Barber. Una emotiva pieza, para uno de los momentos más emotivos del film, la autentica liberación de su condena.
Si no te emocionas con este film, si no derramas una lagrima, no tienes corazón .
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