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Diario Nocturno del Agente Reimus.
4:00 A.M.
Hay tres cosas que siempre me abren el apetito; los anuncios de grandes cadenas de hamburguesería, el ejercicio físico aplicado en una dosis muy potente y los enigmas más empalagosos que no te puedes quitar de la cabeza hasta que les encuentras una solución. Aquella noche me encontraba practicando la tercera de estas posibilidades, lo que supuso un repentino rugir de mi estómago que alteró la concentración de todos los presentes. El sargento Desmantos me lanzó una de sus miradas paternalistas famosas en toda la comisaría. Mientras, en la otra punta de la habitación, el novato dejó escapar una risilla que, aunque débil, sonó a estruendo en mitad del silencio en que nos encontrábamos sumidos. Eran las cuatro de la madrugada, y cuatro también éramos los presentes en esa destartalada y polvorienta casa. Tres de nosotros habíamos oído quejarse a mis tripas, el cuarto se perdió el espectáculo y era el responsable de que a esas horas no estuviéramos durmiendo, follando o bebiendo; el muy mamón había decidido morirse de madrugada.
4:30 A.M.
Una vecina dio el aviso a la policía. Había escuchado un disparo procedente de la casa de al lado y no dudó en descolgar el teléfono al instante. Según ella el sujeto siempre actuaba de forma muy rara y frecuentaba unas compañías bastante sospechosas. No era de extrañar. No se lo dijimos, pero aquel cabrón se codeaba con la organización narcotraficante más importante de la ciudad. Nunca habíamos obtenido pruebas consistentes para encarcelarle. Ahora, por suerte o por desgracia, le había llegado antes la muerte que la condena.
5:20 A.M.
Observando su cuerpo nada parecía fuera de lo normal. El tipo estaba en el suelo, en mitad del pasillo, muerto y con un viejo revólver que yacía a pocos centímetros de su mano. Ambos estaban todavía calientes. Todo en el resto de la casa permanecía normal, excepto el contador de luz. Alguien había hecho saltar los plomos. Fácil de resolver incluso para el novato. Seguramente el desgraciado sabía que iban a por él, o simplemente escuchó como alguien había entrado en su casa y cortado la luz durante la noche, empuñó su arma y no dudó en hacer lo que fuere para salvar su culo. Ahora llegaba lo jodido; la consecuencia de que deseara un perrito caliente a esas alturas del reloj. ¿Cómo demonios habían entrado allí sus asesinos? Y ¿Cómo lo habían matado?
La puerta se encontraba cerrada por dentro. Era una semiblindada y no mostraba ningún signo evidente de haber sido forzada, lo que dejaba la posibilidad de que alguien tuviera la llave, sin embargo esta de desvanecía si teníamos en cuenta que el tío tenía dos pestillos y un cerrojo echados por dentro. El otro acceso a la casa eran las ventanas. Todas ellas se encontraban también cerradas y disponían de rejas de acero. Para más INRI la vecina, que afirmó tener un sueño muy ligero, no escuchó circular ni acercarse ningún coche ni vehículo aquella noche, algo que sin embargo sí la había desvelado en otras ocasiones. Todo esto en cuanto al acceso. Ahora bien, en lo que pudimos examinar el cuerpo hasta que llegara el forense nos sorprendió que el muy cabrón no presentaba el más mínimo signo de disparo, corte, hematoma, señal de estrangulamiento, ni nada fuera de lo común. Eso sí, el tío estaba muerto y bien muerto. ¿Alguien da más?
5: 50 A.M.
El novato empezó a exponer una teoría a cerca de una práctica vudú que permitía que la víctima muriera de un ataque al corazón cuando el agresor quisiera y que además también era capaz de hacer que ladraras como un perrito, te arrancaras todos los pelos de tu cuerpo y hasta que te bebieras tu propio meado saboreándolo como si se tratara de un chateau del 63.
Antes de que terminara su ilustrativa exposición el sargento le mandó examinar de nuevo la habitación, y a mí me ordenó a que le acompañara a dar un último vistazo al resto de la casa antes de que llegaran los demás. Mientras caminábamos el sargento sacó su paquete de tabaco, se llevó un pitillo a los labios y empezó a buscar fuego entre los bolsillos de su ropa al tiempo que clavaba en mí unos ojos inquisitivos. Empezó entonces una pequeña conversación:
- ¿Cuánto tiempo lleva el novato en el cuerpo? ?preguntó.
- Creo que poco más de un mes.
- ¿Y quién coño le ha traído a nuestra comisaría? Debería estar todavía patrullando calles, joder, no tiene maneras.
- Viene de la 15, creo que hasta llegó recomendado.
- Qué hijos de puta, seguro que lo hicieron para quitarse el muerto de encima.
El sargento dio una poderosa calada al cigarrillo, cerró los ojos y comenzó a soltar el humo por la boca. Fue justo al final de la exhalación cuando escuchamos un grito profundo seguido de un disparo. Los sonidos procedían de la habitación donde descansaba el cadáver.
6:00 A.M.
Benditos reflejos que se pulen con la experiencia. Poco faltó para que el sargento y yo acabáramos fiambres de no ser por ellos. En cuanto asomamos nuestras caras hacia el interior de la habitación una lluvia de plomo nos asaltó sin piedad. Medio lanzándonos al suelo medio encogiendo nuestros hombros nos parapetamos a ambos lados del dintel para poder desenfundar nuestras armas y hacer frente a la amenaza. Ciertamente, no recuerdo ni siquiera haberme preguntado quién sería nuestro agresor, sólo deseaba vaciarle mi munición en el cuerpo. Por fortuna el sargento sí pensó en ello y antes de pasar a la acción intentó conversar con el sujeto que nos había disparado. Así fue como se aclaró todo.
6:05 A.M.
Por increíble que parezca el cabrón que intentó apiolarnos era el mismísimo cadáver. El tío estaba desconcertado, y nosotros ya te puedes imaginar. En ese estado la conversación costó un tiempo dirigirla fuera del cauce de la paranoia. Al final, y en vistas de que el sujeto no mostraba ningún interés en razonar, hubo que reducirlo con un disparo en sus piernas. Si la mirada paternalista del sargento era conocida en toda la comisaría su buena puntería y velocidad de tiro lo eran aún más. Después de esto ya no nos costó mucho acercarnos hasta él. En ese momento nos percatamos de que en el suelo habían dos cuerpos. Uno de ellos no se movía en absoluto; era el novato.
8:47 A.M.
El Sol se alzaba desde hacía algunas horas en algún lugar tras las intensas nubes grises que siempre coronan esta ciudad. Por fin llegamos a comisaría. Ahora es cuando llegaba el turno de las explicaciones, conclusiones y moralejas. Y por supuesto, los pesados informes. Todo el papeleo se podría reducir en dos palabras: MUERTE APARENTE. ¿Eso existe? ¿Es posible? Según los matasanos con los que trabajamos, sí. Se trata de una posibilidad mínima, pero que sucede sobre todo en casos de recién nacidos, los cuales presentan un estado en el que la circulación, respiración, calor y otras manifestaciones vitales no son perceptibles. También ha ocurrido alguna vez en casos de altas descargas eléctricas. Y este resultó ser el caso.
Nuestro querido delincuente no mantenía en buenas condiciones su hogar, eso nos resultó evidente desde el primer momento. Sin embargo, lo que no nos resultó tan evidente fue una de las llaves de luz averiada en la habitación donde permanecía el cuerpo. El sujeto accionó la llave para encender la estancia, le dio un alto voltaje de corriente y se produjo el suceso.
En algo sí acertamos. Especulaba con la posibilidad de que fueran a por él en próximas noches, pues había robado una importante suma de dinero a sus ?compadres? narcos, que pensaba gastarse en un reciente viaje a las Bahamas.
Lástima que acertáramos en esto en lugar de en el hecho de no dejar nunca al novato a solas en el lugar del crimen. Una muerte más en las noches de esta triste ciudad.
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