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El padre William Carter se acercaba a la Iglesia. Esa había sido su casa (la casa del Señor) desde que sintió la vocación y se metió a cura. Pero la Diócesis le había asignado a una iglesia en uno de los barrios más pobres de New York, donde cada día podía ver la pobreza y la marginación que había a su alrededor. Eso nunca había sido problema para él. En la medida de lo posible intentaba ayudar en todo lo posible. Pero a veces pensaba (intentaba sacarse esos pensamientos de la cabeza, pero algunas noches, antes de dormir, lo atormentaban una y otra vez) que para que iba a molestarse, que esa gente no merecía tanto calentamiento de cabeza, que después de todo su miserable vida no iba a cambiar en nada, por mucho que él se esforzase. Pero hacía acopio de toda su fuerza de voluntad para desechar esos pensamientos. No quería acabar como su padre.
Su padre. Menudo individuo. Jamás llegó a conocerlo en persona, pero bien que lo conoció a través de la prensa. Según le había contado su madre, lo conoció cuando ella era joven. Había empezado a trabajar como secretaria en las oficinas de la organización gubernamental SHIELD. En aquella época habían empezado a surgir todos los superhéroes que habían dominado los cielos durante años: Spiderman, los Vengadores, Thor, etc. Era una época de constantes novedades, de grandes aventuras. La excitación por lo nuevo era continua, y una chica joven e inocente se vio enamorada cuando un agente llamado Stan Carter le propuso que empezaran una relación sentimental. Aquello era para ella la ocasión perfecta de continuar las aventuras que se vivían en aquellos tiempos fuera de su lugar de trabajo.
Pero aquello no funcionó. Stan Carter sólo era un agente presuntuoso con ganas de escalar posiciones. Después de unos meses juntos, la madre de William se dio cuenta de que estaba embarazada, pero al decírselo a Carter, este se desentendió de cualquier responsabilidad. La pobre mujer se vio, de repente, sola y sin trabajo (el desgraciado de su padre, pensó William, se había asegurado de que la despidieran). La mujer, desengañada de los hombres, decidió criar ella sola a su hijo. Y así lo hizo, esforzándose por darle lo mejor, y para que en la medida de lo posible, no echara en falta al padre que nunca tuvo.
Cuando William era un adolescente, se enteró de quien era su padre. Su madre se lo contó, ya que empezó a salir en las noticias. Él era el Comepecados, un asesino psicópata que mataba para “expiar” los pecados de los pecadores. Esa locura le fue achacada a sus años de trabajo en SHIELD, donde experimentó con drogas sintéticas que intentaban buscar un mayor rendimiento para los soldados y los agentes de la organización. Esa fue la excusa que se buscó para que el departamento de policía donde trabajaba su padre tras dejar su trabajo en SHIELD no se viera manchado.
Tras eso su padre ingresó en prisión, y William no volvió a saber nada de él. Pasados los años se enteró de su fallecimiento, justo poco después de que también falleciera su madre. Solo como estaba, decidió meterse a cura, tras sentir la vocación. Y justo tras ser ordenado sacerdote, la Diócesis lo envió a esta Iglesia, debido a que al estar en un barrio tan conflictivo, no había “voluntarios” que quisieran ir.
William aceptó, y pasados los años se puede decir que le había ido bastante bien. Pese a que el barrio seguía teniendo pobreza y necesidad, él había ayudado en la medida de lo posible para subsanar esos problemas. Pero aún así había visto como jóvenes a los que él había visto nacer se metían en el infierno de las drogas, y caían victimas de la violencia que eso genera, cuando no de graves enfermedades que los consumían lenta y dolorosamente.
Distraído con sus pensamientos, William no se dio cuenta que, al entrar en la Iglesia, había un hombre sentado en los bancos. Se lo miró durante un momento, ya que estaba dudando si el hombre estaba rezando o durmiendo, ya que (con perdón de Dios) tenía una pinta de vagabundo borracho que tiraba para atrás. Decidió que, estuviese como estuviese, lo dejaría un momento (eran las ocho de la mañana) y ya le diría algo cuando volviera de la sacristía de ponerse la sotana, para dar la primera misa del día.
Al entrar en la sacristía le extrañó no encontrarse con Patty. Ella era una mujer apenas quince años mayor que él (tendría unos 50 años, él rondaba los 35) y se encargaba de la limpieza de las instalaciones de la iglesia. Normalmente solía acudir cada día, dos horas antes de que él llegara, y hacía todas las tareas, acabando más o menos cuando llegaba él para la primera misa del día, de tal manera que ella esperaba su llegada para despedirse de él y marcharse, aunque algunos días se quedaba para escuchar misa, y se iba después. Pero aquel día no había rastro de ella por ningún sitio, lo cual le extrañó, y máxime estando aquel hombre fuera, porque Patty no se habría ido dejando a un desconocido allí.
Pero bueno, William pensó que quizás hubiese salido un momento a tirar la basura, o a por alguna cosa que se le hubiese olvidado, y decidió no darle mayor importancia. Una vez con la sotana puesta, salió fuera, y se fijó que el solitario hombre que había visto al entrar estaba ahora sentado, y lo miraba intensamente. Se acercó a él:
- Buenos días hermano, veo que has madrugado mucho.
- Padre, quisiera confesarme, si no le causa molestia. Creo que está próxima mi muerte, y quisiera quedar bien con Dios cuando me reúna con Él.
- Hijo mío, aún eres joven. No hay que ser pesimista, aunque la vida se vuelva contra ti. Dios nos da esperanza a todos, incluido a ti.
- Por favor Padre, insisto.
- Está bien, acompáñame.
Se dirigieron hacía el confesionario. El hombre entró en un lado, mientras William entró en el otro.
- Muy bien hijo. Alabado sea el Señor, cuéntame lo que desees contarme.
- No sé si mi nombre le dirá gran cosa. Me llamo Edward Brock, aunque normalmente todo el mundo me conocía como Eddie Brock...
El padre William Carter enseguida se dio cuenta de que ese hombre no podía estar bien. Eddie Brock había sido la otra personalidad del simbionte Veneno. Durante muchos años fue uno de los muchos villanos contra los que se enfrentó el vigilante urbano conocido como Spiderman. Pero tras el progresivo retiro de todos los héroes (Spiderman incluido) las salidas de Veneno habían ido menguando, hasta que al final se le dio por desaparecido, y con él al humano parte de esa simbiosis, Eddie Brock.
- Hermano, confiésame lo que desees. Todo lo que me digas se guardará bajo secreto de confesión, no te has de preocupar porque no será revelado ni saldrá de estas paredes.
- Voy a morir hoy. No sé si lo sabrá (supongo que sí) pero dentro de mí tengo una entidad alienígena, un simbionte. Me uní a él hace años, cuando en un sitio como este, en una iglesia, estuve a punto de suicidarme. Él me enseñó que ese era el camino equivocado, que existía otro camino, el de la venganza contra el que había destruido mi vida, el superhéroe llamado Spiderman. El simbionte me reveló todos los datos que necesitaba saber, siendo el principal de ellos el nombre de la persona que se escondía tras la máscara.
- Toda esa historia la conozco, fue publica y conocida durante años. Los enfrentamientos entre Spiderman y Veneno fueron antológicos en la mayoría de los casos. Pero Spiderman desapareció y Veneno también.
- Desapareció porque el tiempo fue pasando, y el simbionte me demostró su verdadera actitud. Esos seres te chupan toda la energía, te comen vivo. Al principio la relación entre el simbionte y yo fue buena. Yo, al contrario que Pet..., perdón, que Spiderman, si lo acepté. La simbiosis fue perfecta. Cuando ambos éramos Veneno era una sensación indescriptible. Podíamos con todo. Pero no era lo mismo hace 15 años que ahora. Tengo 50 años, pero mi cuerpo es como si tuviera 20 años más. Pasado este tiempo el simbionte me ha estado corrompiendo, chupándome la energía. Durante un tiempo estuvimos separados, pero volvió. Y ya no puedo más, por eso he venido a confesar mis pecados. Y es que como Veneno actué muchas veces (quizás demasiadas) por encima de la Ley. Cometí crímenes. Pero siempre quise salvaguardar a los inocentes. No sé si lo conseguí, pero lo intenté.
Lo que ocurre es que desde que ya no puedo ir al mismo “nivel” que tenía antes, el simbionte ha perdido el control. Y cuando se apodera de mí, toma absolutamente el control y no me recuerdo de lo que ha hecho. Tengo graves lagunas mentales, y han coincidido con periodos de tiempo en los que se han producido los asesinatos esos en la ciudad.
William Carter se acordó de los asesinatos que había escuchado recientemente. Se producían más o menos una vez al mes, siempre sobre las zonas más marginales de la ciudad, pero siempre sobre traficantes de drogas o gente de mala catadura.
- Hermano Brock, ¿y que tiene que ver eso para que creas que vas a morir hoy?
- Lo sé, porque antes de venir aquí he tomado un veneno que me está matando. Actúa como si fuera fuego, quemándome las entrañas, y le aseguro que tanto el fuego como los sonidos fuertes no le hacen mucha gracia al bicharraco este. El simbionte me salvaría, porque una vez me salvó incluso de un cáncer que tuve. Pero entonces yo deseaba vivir. Ahora deseo morir. Y lo rechazo. Y noto que él está rabioso y se quiere revolver contra mí. Lo estoy intentado controlar, pero no sé cuanto tiempo podré hacerlo. Perdóneme Padre, y por favor, huya lo más rápido posible.
El Padre Carter no acababa de creerse la historia, pero decidió deshacerse de ese hombre lo antes posible, Le dio el perdón y lo despidió, diciéndole que tenía que realizar los preparativos para la primera misa del día. El hombre pareció irse satisfecho, y el Padre Carter se volvió y se dirigió de nuevo hacía la sacristía.
En ese momento el hombre se desplomó en la entrada de la iglesia. William se acercó rápidamente y se inclinó sobre él. El hombre había caído redondo, y en un principio parecía no respirar. Tenía los ojos abiertos como platos. William se asustó, y decidió ir a llamar por teléfono a una ambulancia.
Pero en cuanto se giró, notó una sombra negra que se escurría bajo los bancos de la iglesia. Se acercó para ver que era, y vio una mancha negra oleosa. La tocó, porque le extrañó encontrar aquello con la limpieza tan perfecta que solía hacer Patty. Pero ese pensamiento le duró sólo un segundo, había una persona con problemas y había que llamar a urgencias.
De repente se dio cuenta que la mancha, que en un principio tenía sólo en un dedo, le estaba cubriendo toda la mano, y se extendía por su brazo. Se asustó y decidió arrancársela, pero la mancha se extendía por todo su cuerpo. Y fue entonces, durante un segundo, que se dio cuenta de que aquel hombre que yacía muerto a pocos metros de él era verdaderamente Eddie Brock, y que el simbionte que dio lugar a Veneno se había desprendido de su otra mitad, y ahora estaba enganchándose a él, convirtiéndolo en su némesis.
Y de pronto, Carter empezó a compartir con el simbionte. Vio el nacimiento del planeta que dio lugar a las Secret Wars. Vio como el simbionte se enganchó con Spiderman (en verdad Peter Parker). Vio como el simbionte fue rechazado cuando Reed Richards de los Cuatro Fantásticos le dijo a Parker la verdadera naturaleza del ente alienígena. Posteriormente escapó, y fue a parar a la iglesia donde se encontró con Eddie Brock. Estaba a punto de suicidarse, ya que se consideraba un fracasado, pero el simbionte le dio los motivos para seguir adelante. Puede ser que el simbionte utilice al humano como si fuera una pila, pero a cambio obtienes unos poderes increíbles. Brock aceptó la simbiosis, y vivió con ella durante muchos años.
Pero el simbionte necesita estar de huésped en seres jóvenes, fuertes. Y Brock fue envejeciendo, y el simbionte estuvo cada vez más insatisfecho. Durante un tiempo lo abandonó, fue apresado, buscó nuevas victimas, pero volvió con Brock. La simbiosis con él era perfecta, pero la vida de Brock fue un total fracaso. Sólo existía como Veneno. Y Veneno cada vez tenía más control sobre la situación.
Brock decidió, tras probarlo de muchas maneras, acabar con su vida, ya que con el simbionte no sabía como acabar. Y se envenenó. El simbionte podía haberlo salvado, pero Brock, en un último intento, lo rechazó sistemáticamente hasta que no hubo vuelta atrás. El simbionte se revolvió y tomó el control al entrar en la iglesia. El cadáver de Patty estaba en el sótano. La pobre mujer no tuvo ninguna posibilidad ante el ente alienígena. Pero Carter, con medio cerebro ocupado por el simbionte, no le dio importancia. Era una muerte intrascendente.
Y ahora el simbionte había ido hasta la persona que tenía más cerca, en este caso William Carter. Y se dio cuenta de que con esa persona tenía las mismas posibilidades que tuvo en su momento con Eddie Brock. Y es que, aunque fuera de otra manera, Carter tenía las mismas dudas que tuvo en su momento Brock. Carter era cura, se suponía que tenía que dar el perdón a todos los pecadores. Pero viviendo donde vivía se daba cuenta de que había pecadores que no tenían salvación, y que necesitaban un castigo.
En ese momento se recordó de su padre, al que nunca conoció, y que se convirtió en el Comepecados. Y fue en ese momento cuando Carter, teniendo en cuenta los poderes que acababa de adquirir, se dio cuenta de que podía limpiar la ciudad de todos los malditos pecadores. Iría a por ellos y los castigaría como se merecían. Y no perdería el control (al menos no de momento) como le había pasado a Eddie Brock. Él había sido Veneno, pero ahora hay en la ciudad un nuevo Veneno. Uno que se concentrará en castigar a los pecadores. Que empiecen a temblar.
Continuará en “Han pasado 15 años más”...
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