VIII
Estando ensimismada consultando
unos manuales de Biología Molecular en la Biblioteca de la
Facultad de Ciencias Biológicas, noté una vibración
procedente del bolsillo derecho trasero de mi jeans. Era mi teléfono
móvil que me apresuré a coger mientras me dirigía
a los aseos con la finalidad de poder hablar sin molestar a la gente
que leía con total concentración. Me dí cuenta
que en la pantalla del móvil aparecía el nombre de
He-Who, un conocido colaborador para el que yo había estando
trabajando hacía cierto tiempo. Ya dentro del servicio y
aprovechando que no había nadie por allí, descolgué
el móvil y tras un saludo breve Hee Hoo comenzó a
contarme una historia que desde el principio comenzó a interesarme.
Había recibido una fotografía enviada por un amigo
suyo, un tal Joseph Curwen, al que en una ocasión me había
presentado en una cena que celebró He en su apartamento con
motivo de su cumpleaños. Me insistió en que se trataba
de un asunto interesante a todos los niveles y me pedía mi
colaboración como experta en materias ocultas. La verdad
es que los asuntos de ambos caballeros no solían ser muy
claros, pero aún así, accedí a ponerme en contacto
con He-Who, no sin antes llamar al Professor Henry Armitage, antiguo
profesor mío durante mis años de estudiante en Innsmouth.
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