XIV
Aún de noche, pero
ya a punto de amanecer, tras pasar una horrenda noche de insomnio,
cogí el medallón que había encontrado hacía
unas horas y me dispuse a salir de mi casa en la montaña
al norte de Innsmouth. Pero al entrar al garaje, me encontré
con lo último que esperaba, un cadáver de un hombre
degollado sobre una mancha de sangre que se extendía bajo
la ruedas de mi vehículo. Tras unos momentos de obnubilación
y un breve tiempo de reflexión, pensé que si daba
parte a la policía las investigaciones e interrogatorios
iban a ser continuos. Yo sabía de antemano que se me estaba
investigando desde tiempo atrás, habían intentado
detectar desde mis conexiones a Internet hasta mis amistades más
cercanas, para entresacar extrañas conclusiones y particulares
elucubraciones persecutorias. Así que comencé a excavar
un agujero en el mismo garaje que, a modo de tumba, aguardase en
su interior el cadáver brutalmente degollado. Estuve largo
tiempo excavando sin aliento, solamente alumbrado por una lámpara
de camping-gas y los primeros y húmedos albores matutinos.
Algo muy grave estaba pasando, lo presentía, lo sabía,
lo intuía. Tras concluir el inesperado enterramiento y limpiar
la sangre derramada, me dispuse a salir rápidamente de allí,
no sin antes comprobar que en el bolsillo de mi chaqueta estaba
guardado el extraño medallón con la no más
extraña figura de la rana coronada.
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