XVII
Un par de horas más
tarde tras dejar las láminas en el umbral de la casa de Mr.
Armitage, el siempre dispuesto J. Curwen, al que las destructivas
jaranas nocturnas no parecían afectar en lo más mínimo
a su agitada actividad diuna como si en verdad se tratara de dos
seres humanos diferentes, acudió al salón principal
del enorme hotel Sidi y cual fue mi sorpresa cuando reconocí
al personaje que lo estaba esperando: Mr. Abdul, conocido poeta
de éxito y coleccionista de valiosas obras de arte egipcio,
llevaba años tras él y por fin ante mí estaban
los dos. Una oportunidad única ¡y mi fiel compañero
Iranon sin aparecer! Los dos subieron a una habitación
y me quede sentada en el salón con la mirada perdida mientras
mis labios fueron pronunciando inconscientemente unas palabras "los
sellos". Recordé al Doctor Armitage y pensé
si ya habría descubierto mi pequeño enigma y si de
esta forma me conduciria hacia "El Dibujante". Sabía
que le atraerían aquellas láminas, él sin duda
era la cabeza pensante de la organización y con mucha paciencia
y constancia estaba consiguiendo desentrañar el impresionante
volumen de inversiones que movía, los nombres de los funcionarios
que corrompía, los números de las cuentas secretas
con las que trabajaba e incluso la identidad de la mayor parte de
sus misteriosos inversores.
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