XVIII
Detuve el automóvil
frente a la puerta de la Universidad de Miskatonic.
Ni falta hizo que mirara
para arriba y ver la ventana iluminada, Armitage debía estar
ya en el Departamento de Lenguas Semíticas.
Tomé mi maletín
de mano, en donde llevaba algunas notas y fotografías antiguas
del amuleto que ahora, por esas inexplicables vueltas del destino,
estaba en manos del bibliotecario miskatónico. No era la
primera vez que veía el objeto, ya lo conocía de mis
años mozos, cuando apenas me iniciaba en estas lides arqueológicas.
Y pensé que no volvería
a verlo desde aquella vez, que prefiero olvidar. Demasiado horror.
El maligno ser que estaba allí representado, seguramente,
se haría presente de nuevo a reclamar lo suyo, si no estábamos
preparados y alertas. El nombre resonó con el poder del rayo
en mi cabeza...
Nyarlathotep, el caos
reptante venido de Egipto.
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