XXV
Así terminaba Menehptah
su relato. Comentaba luego que el amuleto había sido immediatamente
recuperdo por el sacerdote principal del Templo de Amón y
que nunca más volvió a saber nada de él. Meditaba
yo lo que acababa de leer cuando mi teléfono celular comenzó
a sonar.
Miré el número
que figuraba en la pantalla y constaté con alegría
que era Lavinia Whateley. Respondí y antes que pudiese decirme
hola le dije:
- ¡No vas a creer lo que tengo ante mis ojos! ¡Un documento
del siglo XIV antes de Cristo, donde hace ya mención del
amuleto!
Le conté en breve
lo que había averiguado y luego de una animada y sobreexitada
conversación convenimos que lo mejor sería que viniera
a verme a Brattleboro junto a nuestro amigo común, el señor
Curwen.
Por motivos de seguridad
le recomendé que viajen en tren, porque no necesitaban dar
su identidad para comprar los billetes y que bajasen una estación
antes de llegar a Brattleboro, donde iría a buscarlos en
mi coche.
|