XXXIII
Con una voz semi temblorosa,
Joseph Curwen me había dejado un mensaje tipo telegrama:
Recibí un texto - Marchand muerto - confírmame
que vas bien.
Enseguida me puse en contacto
con Curwen quien se mostró aliviado al oir mi voz y convenimos
que, antes de dar el próximo paso, verificariamos la veracidad
del mensaje recibido. Colgué
y llamé varias veces a casa de Marchand sin respuesta...
sólo el contestador.
Entonces tomé el
camino inverso y volví a su casa. Allí hallé
la puerta semi abierta y entré.
No fui recibido por los ladridos de su inmenso perro mitad lobo
mitad Hushky como solía ser, lo cual no presagiaba nada bueno.
Hallé el cadaver de éste extendido en el vestíbulo
con un trozo de carne que colgaba aún de su boca. Envenenado.
Por el olor que la carne desprendía reconocí un poderoso
veneno cuya fórmula pocas personas conocemos. Luego busqué
al Sr Marchand por todas partes y lo hallé por fin en su
gabinete de estudio degollado. Hallé también otros
detalles no menos aterradores. Pude constatar que había sido
agredido por más de uno y que se había defendido ferozmente
antes que pudieran dar cuenta de él.
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