XLI
De repente una esfera de
energía me engulle, tirando de mí hacia el medallón,
impotente me veo arrastrado hacia un agujero negro, la oscuridad
más absoluta me rodea, por una vez en mi vida siento miedo
de tan oprimido como me encuentro, rápidamente olvido mi
temor al palpar una superficie lisa y fría, también
descubro que con mis uñas puedo arañarla y destruirla,
con mayor determinación y fuerza tras unos segundos, un gran
chorro de etérea luz penetra en mi tenebrosa prisión,
a la luz observo el resto de mi cuerpo, está invadido de
materia oscura, arañándola me deshago de los restos
que quedan.
Veo el lóbrego salón donde estaba hace un rato, pero
mi visión es neblinosa, me siento aturdido por unos instantes,
siento como si me hubieran quitado el control de mi cuerpo, una
especie de burbuja de ectoplasma transparente me envuelve, enseguida
me doy cuenta de lo que ocurre.
Quizá no debí subestimar los recursos de estos humanos,
debo de reconocer que la maniobra de Armitage y su amigo Curwen
me ha sorprendido, pero afortunadamente no han conseguido vencerme
del todo, en su ignorancia Joseph se puso el medallón que
contiene mi alma, ¡error, estupido humano!, ahora cuando Joseph
Curwen se duerma o esté inconsciente seré capaz de
manejar su cuerpo como me plazca, esperaré camuflado escuchando,
viendo, sintiendo todo lo que vea, oiga o sienta mi huésped.
No es la libertad plena pero podría haber sido peor, doy
gracias a mi señor Naihotep por su clemencia.
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