Al-Cuhuir

Joseph Curwen
LXIX

 

Siento un terrible dolor de cabeza y me cuesta recordar lo que ha pasado. Por lo que me han dicho, parece ser que he permanecido inconsciente alrededor de media hora. Acabamos de aterrizar en El Cairo y un montón de policías hacen miles de preguntas sobre la "no sé qué turquesa". Yo permanezco con los ojos cerrados para evitar las preguntas, no deseo interrogatorios, sé que estoy metido en un buen problema.

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Nueva Logia del Tentáculo

Desde el servicio de caballeros envío un telegrama por teléfono al Dr. Armitage, me han robado el medallón de la Rana Coronada, por supuesto una copia que mandé realizar a un cincelador innsmouthiano de gran renombre, la verdadera Rana Coronada está a buen recaudo. Me encontraba tranquilamente leyendo una revista sobre artesanía mejicana muy interesante, cuando unos encapuchados militarizados comenzaron a gritar y uno de ellos me golpeó brutalmente con la culata de su arma. Soy consciente de que estoy amenazado por cierto personaje y pensé que se trataba de eso, pero no. El golpe de culata en mi nuca tenía como motivo el caso de la dichosa Rana Coronada y la estatuilla egipcia. Salgo del servicio, la policía continua interrogando. Han dejado en el suelo un cuerpo envuelto en una manta grisácea. De repente recuerdo a Mme. Marchand con el rostro amoratado tendida sobre el suelo del servicio de señoras. ¡He de salir del aeropuerto como sea! ¡No debo ser interrogado por la policía egipcia! ¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo salir de allí? Un gran grupo de turistas americanos se aproxima. ¡Quizás puedan servirme para abandonar el aeropuerto! Con un poco de suerte, si se acercan, me introduzco en el grupo ahora que el pasaje de mi avión está un tanto disperso recogiendo el equipaje siempre acompañado por un agente. Suerte que viajo sin equipaje. ¡Sí! ¡Ya se acercan! ¡Ahora es el momento!

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