INTRODUCCIÓN
Obras Escogidas de H.P. Lovecraft

Editorial Acervo II

En una anterior selección (1) EDICIONES ACERVO presentó a los lectores de habla hispana a un autor apenas conocido en nuestra patria, a pesar de que sus relatos habían sido traducidos a varios idiomas y habían merecido una amplia difusión a través de la radio, la televisión y el cine, especialmente en Inglaterra. Aquella primera selección tenía que ser forzosamente limitada, por razones de espacio; con este segundo volumen de Obras Escogidas se completa el panorama de la obra de H. P. Lovecraft, maestro indiscutible de un género literario que cuenta con muchos adeptos.

Sin entrar en disquisiciones acerca de la mayor o menor consideración que merece ese tipo de literatura, podríamos decir que, en términos generales, la categoría de un autor se mide por su audiencia, por una parte, y por la influencia que ejerce sobre otros escritores en el campo específico de su actividad creadora, por otra.

En este sentido puede hablarse legítimamente de un «fenómeno Lovecraft», ya que sus historias del Mito Cthulhu, por ejemplo, cautivaron a amplias masas de público del mismo modo que a principios de siglo les habían cautivado las aventuras de Sherlock Holmes, dando origen incluso a sectas seudorretigiosas en algunos países de la América Central y del Sur

(particularmente en Colombia); e impulsaron a cierto número de autores especializados en literatura fantástica - Clark Ashton Smith, Frank Belknap Long, August Derleth y Robert Bloch, entré otros - a completar y enriquecer el Mito.

La otra vertiente temática de la obra lovecraftiana, sus «historias de Nueva Inglaterra», ampliamente representadas en este volumen, y que en su mayoría pertenecen a su primern época de escritor, enlazan con los relatos fantásticos de Lord Dunsany y, sobre todo, de aquel monstruo sagrado de la literatura de horror que fue Edgar Allan Poe, y unen a lo macabro de los temas - Las Ratas en las Paredes, El Grabado en la Casa, Los Gatos de Ulthar - otra de las constantes de la obra de Lovecraft: la expresión del anhelo de evadirse de la realidad cotidiana por los caminos de la fantasía y del sueño. Un anhelo cuya raíz hay que buscar en las vivencias del propio Lovecraft, condenado desde muy niño a una existencia solitaria y atormentada. Los relatos protagonizados por Randolph Carter - de un modo especial La Llave de Plata - son en realidad páginas autobiográficas en las que el autor se pronuncia contra la civilización moderna y el materialismo científico, con un empeño que en algunos momentos - La Onírica Búsqueda de la Desconocida Kadath - llega a ser neurótico.

Sin embargo, esas manifestaciones circunstanciales de una mente que distorsiona la realidad no nos autorizan a suponer, como han hecho algunos críticos (2), que Lovecraft fue un «enfermo». Para un aficionado a los deportes, por ejemplo un hombre que prefiere sentarse a escribir en una habitación con todas las ventanas cerradas y la luz eléctrica encendida durante el día, y salir a pasear por la noche, es un ser «enfermo». Pero igualmente válido es el punto de vista de Lovecraft en el sentido de que el «enfermo» es el varón adulto obsesionado por las competiciones deportivas.

La misma inconsistencia tienen las alusiones al supuesto homosexualismo de Lovecraft, basadas fundamentalmente en el ensayo de Marjorie Farber, Lo Subjetivo en la Ficción Moderna (Kenyon Review, otoño de 1945), en el que sostiene la opinión freudiana de que los relatos de Lovecraft son «proyecciones simbólicas de ocultos temores y extravíos sexuales». Una opinión respetable, pero que no se apoya en ningún hecho concreto. Si bien es cierto que la mayoría de sus amistades fueron masculinas, no hay que olvidar que Lovecraft se ganaba la vida haciendo correcciones de estilo de pruebas, y que esas tareas le pusieron en contacto con numerosos escritores, con algunos de los cuales entabló una sincera amistad y mantuvo una cordial y perseverante correspondencia. Y no hay que olvidar, sobre todo, que estuvo casado por espacio de tres años con Mrs. Sonia Green, y que el fracaso de su matrimonio no se debió a problemas «de alcoba», como atestiguó la propia Mrs. Lovecraft, sino a dificultades financieras y al hecho de que el escritor no pudo ni quiso soportar el temperamento dominante de su esposa, diez años mayor que él, lo cual no demuestra precisamente una debilidad feminoide.

Ultimamente se ha vertido sobre la memoria de Lovecraft otra «acusación». Se ha dicho, en tono peyorativo, que Lovecraft (fallecido en 1937) simpatizaba con los régimenes totalitarios, que fue un «fascista». No tenemos elementos de juicio para pronunciarnos en esta cuestión, ya que no hemos tenido ocasión de leer los tres volúmenes de Cartas que inclayen toda la correspondencia del autor que se conserva y que podrían darnos alguna clave de su pensamiento político... si es que en realidad tuvo alguno. Sabemos, sí, que fue un admirador personal de Benito Mussolini (lo cual no demuestra nada, ya que el hecho de admirar a Napoleón, por ejemplo no significa que se sea bonapartista), y que en una de sus obras - La Sombra Fuera del Tiempo (1933), incluida en el presente volumen - describe el sistema económico y político social ideal de la Gran Raza que en tiempos remotos dominó la Tierra como un «socialismo fascista».

Pero ni sus posibles fallos humanos, ni las ideas políticas, fueran las que fuesen, que tenía legítimo derecho a sustentar, empañan la brillantez de su obra literaria. El mismo hecho de que se continúe hablando de H. P. Lovecraft, escritor y hombre, demuestra que su obra no puede ser ignorada y que, treinta y siete años después de su muerte, tiene asegurado un puesto de honor en la historia de la literatura fantástica.

H. P. Lovecraft, Obras Escogidas Volumen II, Editorial Acervo, 1966

Volumen I


 

Notas de la Edición

(1) Obras Escogidas de H. P. Lovecraft, Primera Seleccion, Ediciones Acervo, Barcelona, 1966.

(2) Colin Wilson, The Strengh to Dream (1962).


Notas

 

 

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