Dama
Tricolor
La ciudad
no duerme, bulle con bramidos de motor que ahogan las gargantas de los jóvenes
que desentonan una cantinela obscena. El humo y los vapores nublan los ojos del
hombre, que me mira desde la acera. Le devuelvo la mirada desde el marco de mi
ventana, que se abre a un cielo duro y muy negro. Empieza a llover y el agua ablanda
las aristas de la noche y destiñe su negrura a grises melancólicos.
Como por arte de magia aparece un libro entre mis manos y con los dedos, la vista
y los labios voy recorriendo las líneas, que me hablan de un caballero
medieval, que se encuentra una fuente en la que hierve el agua. Mira hacia abajo
y ve un escalón de esmeralda y a su lado un árbol de hojas siempre
verdes, donde hay colgado un cubo de un material dorado parecido al oro. El caballero
coge el cubo, lo llena con el agua borbotante de la fuente y la tira sobre el
escalón esmeralda, lo que provoca una tormenta feroz. Entre
los nubarrones aparece una figura monstruosa que parece desbordar el muro que
hay frente a mi ventana, veo salir sus brazos cubiertos de ventosas por las galletas
saladas de las ventanas, que tapan mi horizonte. Me viene a la mente la imagen
caótica de Azathoth, el dios sin forma, ni sustancia, ni hálito
vital. Está hecho de la piel del miedo que destila por todos los poros.
De pronto, todo se rompe con el gemido de un timbre. Llaman a la puerta y en el
marco luminoso aparece una Dama Tricolor: negro sin luna, su túnica, blanco
espumeante su rostro, rojo flamígero su cabello. |