Sepultada
náusea que florece purulenta llagando el tuétano de mis sentidos en
espejadas mareas vibrantes y briosas por ciertas, extrañas brisas abrasivas. Catapultada
náusea que marchita pétalos y pistilos mitigando brillantes cegueras en
la verdinegra ascensión que forma ese deshacimiento en la plenitud de mis
cúpulas. IV Alguien
ha llenado de cristales los abismos de mi insípida garganta. Alguien
ha vestido de retales los gajos de mi despedazado corazón. Tan
sólo una sutil sombra de ternura permanece incrustrada en el mar de mi
mirada solo, tan
sutil siembras tiernas miradas, solo encajado en el agua salobre del mal, desde
donde me succiona guedejas de ensueños, para mi conmiseración, donde
mi faz funde tu salitre y permanezco ahogado en lo nocturno de tu alma.
V La
fúnebre esfera del crepúsculo de mi vida implora una estrella de
áurea claridad La ardiente rosa
roja que palpita en mis entrañas envenena su esencia en mi infausto acontecer.
Y en él mis tristes delirios engalanan de
llantos la líbida blancura de mi dulce desventura. Como
pérfidas perlas desmigajadas por la ladera de mi contumaz declive hacia
el vacío. |