Una
esfera ardiente engalana cualquier vacío que impera en mis oscuridades
y reina en tus claridades. Por
eso, sin reposo yo te inquiero, mi dorado delirio, en lo más deslumbrante
de mi fugaz día, en lo más lóbrego de mi caudalosa noche.
VI Mas
bajo esta radiancia evanescente que envuelve mi pálido cadáver,
apenas alcanzo a ver. Mis ojos ya no
miran, mis labios no suspiran, pero mi corazón florece en alma altiva que
brota con el brío de vida recién parida. Sólo
las notas del pentagrama que me envuelve dan abrigo armónico a tan desmayada
desolación. Mi sed de querer se
acrecienta bajo un manto de oscura desdicha por no hallar amor en mi pecho. Esta
existencia vacía de amor, es la negra muerte que aguarda en la calma, el
oscuro velo que cubre mi alma, es la infausta nube que tiñe de malva el
postrero llanto que acoge mi faz. Pero
no puede vivir la muerte, no puede arrancar mi eternidad de cuajo, no puede dejar
de sonar la caja de música cardíaca de amor.
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