HALLOWEEN VS. DON JUAN TENORIO

31 de OCTUBRE 2006

Historias del Tarot - Nueva Logia

Ebenezer Hol






Mito de Don Juan

Don Pedro Ribera - Don Juan Tenorio

En la Sevilla del Siglo XVII, en la que entraba el oro de América a través de la flota general de Indias, la facilidad de esta riqueza dio lugar a una gran relajación de las costumbres, hasta el punto de que algunos cronistas llamaron a la ciudad "La Babilonia del pecado".

La juventud se mostraba deseosa de placeres, alborotada y violenta, pasaba mucho tiempo en las "Casas de la Gula", donde se comía, se bebía y se amaba a destajo, tanto en días corrientes como en días festivos de corridas de toros, paseos a caballos por las calles céntricas, bailes, saraos y máscaras en algunos de los palacios principales, donde nos encontrábamos caballeros jóvenes pertenecientes a familias de gran linaje, que mostraban con gallardía el libertinaje en sus diversiones.

Junto a la gula y la lujuria, abundaba en Sevilla la violencia, ya que casi todos iban bien armados con sus espadas y al menor choque en su amor propio salían a relucir las espadas y raro era el día en el que no morían uno o dos caballeros achuchillados en desafío.

Uno de los mozos más enamorados y más espadachines de Sevilla era don Pedro Ribera, de muy ilustre familia: marqueses de Tarifa, marqueses de la Torre, duques de Alcalá y duques de Medinaceli. El joven Ribera con su actitud, sus peleas callejeras, amoríos y audacias tenía escandalizada a toda la ciudad.

En una ocasión quiso jugar una mala pasada al Obispo don Luis Camargo, que vivía en la Alameda de Hércules:. Era medianoche, cuando llegaron Pedro Ribera y dos amigos, acompañados de cuantas mujeres jóvenes de vida alocada querían correrse una juerga nocturna.

Quisieron sacar al Obispo de su cama y verle aparecer en paños menores, dando golpes en las piedras del muro donde estaba su casa, llamando a la puerta y gritando “¡Ay, que me han muerto!”.

En efecto, salió el Obispo con ropa de dormir para asistir al supuesto moribundo y, cuando salió a la calle, los jóvenes le cogieron y le echaron en el pilón que había entre las dos Columnas de Hércules.

Entonces, el Obispo dijo que no recurriría a la ley de los hombres, sino a la ley divina, ya que antes de un año los tres habrían muerto, castigados por la justicia de Dios.

Efectivamente uno de los jóvenes murió meses después en una reyerta callejera, en una de las fiestas de los Carnavales.

En cuanto a Pedro Ribera, poco tiempo después, empezó a enamorar a una panadera casada y de gran belleza, que vivía en la Calle Calatravas: Hablaba con ella en su ventana, la llevaba montada a la grupa de su caballo o a merendar junto al Guadalquivir. Hasta que en una ocasión, el panadero se enfrentó a Ribera y acabaron desenvainando las espadas para batirse. Un niño que estaba en la panadería empezó a dar voces: “¡Que matan al panadero de Calatravas!” y enseguida acudieron algunos hombres que atacaron a Pedro Ribera, se defendió como pudo, hirió a alguno, pero al final cayó muerto a cuchilladas en los mismos escalones de la Capilla de La Cruz de Rodeo, llamada así porque había una cruz de piedra, donde daban un rodeo las procesiones en Semana Santa.

El tercero de los jóvenes que se habían burlado del obispo, fue a su casa para pedirle perdón, pero aún así no se libró de su castigo, ya que murió poco tiempo después, cuando estaba viendo una obra de teatro en el Corral de Comedia de la Montería.

A pesar de que sirvió de tema para desarrollar la leyenda de don Juan, existen documentos que confirman la veracidad de esta historia: Los asesinos de Pedro Ribera fueron ajusticiados. El panadero de Calatravas fue ahorcado, no por la muerte de don Pedro, sino por haber matado a su mujer cortándole la cabeza con una navaja cabritera. En cuanto a los demás, los condenaron a pasar 10 años en galeras y por su buena conducta y por participar en la defensa de la Coruña contra los ingleses, se les redujo la condena a la mitad.

Al panadero le ahorcaron en la misma Plazuela del Rodeo y, como ocurría con los parricidas, en lugar de un ataúd, lo metieron en una cuba de madera que llevaba pintados los cuatro animales que señalaban “Las Partidas”: un perro, un mono, un cerdo y un basilisco.

Los familiares de Pedro Ribera , por expiación de sus pecados y sufragio de su alma, hicieron quitar la Cruz del Rodeo y pusieron en su lugar una Capilla, donde todavía hoy en día se sigue celebrando una misa al año por las almas del Purgatorio.

 

Albert Wilmarth, Dedicado a la Nueva Logia del Tentáculo

Después de tanto tiempo
sumido en la creciente oscuridad
he salido de mi pequeña cueva,
para a través de la nieve regresar.
Triste parece el blanco camino
que serpentea a través de la montaña
enclavado en un lugar que hoy es algo
y que quizás mañana no sea nada.
El frío amenaza aquí fuera en la inmensidad,
donde el viento sopla silbando entre la rocas
y los copos de nieve parecen lamer mi heridas
que poco a poco parece que cicatrizan.
Montañas de la locura las llamaban hace ya
cuando seres informes vagaban por ella
dentro de las entrañas de la roca y la tierra
buscando el saber eterno como el depredador a su presa.
Montañas de la locura , sí;
eso fue lo que leí
hace ya no mucho tiempo
¿Os acordáis ya?

Albert Wilmarth, Hijo de la Tierra

Quisiera volver a mi tierra
aquella en la que nunca nací,
aquella que me vio crecer
y a la cual siempre quise volver.

Me siento hijo adoptivo
de tierras leonesas,
donde no importa de donde provengas
tan solo que sientas la tierra.

Quisiera llevar mis pies al horizonte
en busca de aquellos montes;
montañas y bosques
que rezuman olores tan diferentes.

Los lagartos aún reptan en el rocío
que impregna cada mañana
cuando uno se despeja y se levanta
creyendo ser hijo de tierras leonesas.

Joseph Curwen

Sobre las brujas y los brujos: Enfoque científico, tradicional y festivo del tema

Henry Armitage

ComiKramas: Dark Waters Película inspirada en la emblemática obra de H.P. Lovecraft, "La llamada de Cthulhu"

Joseph Curwen. Dark Waters, 1994; Mariano Baino

Excelente filme absolutamente lovecraftiano, incluso más que muchos de los títulos adaptados de sus propias obras. Es chocante que los mejores filmes lovecraftianos sean los que hacen referencias no directamente a su bibliografía, sino a los pensamientos, ambientes, situaciones y filosofía que expresó tan magníficamente en su literatura.

Coproducción rusa, italiana e inglesa dirigida por el italiano Mariano Baino que logra excelentemente recrear en la pantalla ese ambiente opresivo creado por Lovecraft en sus narraciones. Viendo este filme se disfruta al máximo con una producción donde la estética del terror alcanza cotas realmente estupendas. Actualmente el cine del género goza de poca imaginación y muchos espectaculares efectos, por esta razón la película que nos ocupa resulta un hallazgo increíble para cualquier “fan exigente” respecto a la cinematografía del género.

El profundo mar como entidad viva que oculta ancestrales y desconocidos misterios es la clave de la película; oscuras aguas que forman una insólita isla perversa con toda una serie de habitantes peculiares, inquietantes que esconden aterradoras experiencias. Además existe en dicha isla de maldad un convento dirigido por una anciana y terrorífica superiora y toda una serie de monjas tan inquietantes como la ya mencionada. Procesiones con cruces en llamas, rituales al mar, extrañas pinturas que representan al temible ser primigenio, amuletos que representan una extraña entidad más antigua que la propia religión. Entidad a la que hay que someterse, reverenciar, cuidar y ocultar, y las monjas del convento a través de sus extraños rituales en las catacumbas y entre los riscos junto al mar tratan de mantener callada para evitar su despertar y sus más que terribles consecuencias…

Claras referencias a los llamados Mitos de Cthulhu, pero más que nada destacaría una magnífica ambientación al más puro estilo lovecraftiano que, hasta la fecha, pocas producciones han logrado conseguir de una forma tan convincente.

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