§ 3bis. [Notas preliminares de] Jon Wakeman

H.P. Lovecraft, Obras completas 2. Andrómeda: Buenos Aires, 1991, pp. 7-14)

© DOGON [*]

Prólogo

H.P. Lovecraft nació en Providence, Rhode Island, en 1890 y murió en 1937. Fue el creador de un género híbrido, situado entre la fantasía onírica, el horror y la ciencia ficción. Escritor extraordinariamente prolífico, fue inspirador de una escuela iniciática y llevó el género clásico del horror hasta un universo abominable pero respaldado por la ciencia y la razón, así como por los temores y deseos más atávicos del ser humano. El 16 de noviembre de 1916 escribió a su amigo Reinhardt Kleiner una carta autobiográfica donde mejor podemos leer el trayecto de su vida y de la cual transcribimos algunos fragmentos:

"Mi querido Kleiner:
"Con respecto a mis limitaciones juveniles, debo admitir que son muy reales... Del lado de mi madre heredé el amor al arte. Mi madre es una pintora paisajista de considerable calidad, aunque mi tía mayor es más experta en ese campo, ya que ha hecho exposiciones en el Club de Arte de Providence... aunque a pesar del genio de ellas, yo he sido incapaz de dibujar algo mejor que los mamarrachos que con tanta frecuencia habrá visto en mis cartas. Lo intenté con todo ahínco, pero carecía completamente de ese don. Con la música fui un fiasco semejante. Mis tendencias rítmicas me hicieron amar la melodía, y todo el tiempo andaba silbando y tarareando, desafiando así todas las reglas de la buena educación. Era tan preciso en el dominio del tiempo y la melodía, y manifestaba tanta precisión y actitud profesionales en mis rústicos intentos, que mi pedido de un violín me fue concedido a los siete años, y me enviaron a tomar lecciones con la mejor profesora de violín para niños de la ciudad... la Sra. de Wilhelm Nauck. Durante dos años progresé de tal modo que la Sra. Nauck se mostró entusiasmada, y declaró que yo debía hacer de la música mi carrera... PERO, todo ese tiempo el tedio de practicar había estado desgastando mi siempre sensible sistema nervioso. Mi "carrera" se extendió hasta 1899, y alcanzó su punto más alto en un recital público en el que interpreté un solo de Mozart ante un público considerable. Poco después, mi ambición y mi gusto se derrumbaron como un castillo de naipes. (para usar una comparación gastada). Empecé a detestar la música clásica, porque significaba para mí un esfuerzo tan penoso... ¡y positivamente aborrecía el violín! Nuestro médico, conociendo mi temperamento, aconsejó que las lecciones de música se interrumpieran de inmediato, lo que ocurrió. (...) en el arte, carecía de talento, pero en la música, carecía de ambición y habilidad... Hace tres o cuatro años, volví a tomar mi olvidado violín, lo afiné tras comprarle cuerdas nuevas, y pensé que me entretendría un rato tocando, aunque sólo era un violinista aficionado. Pasé el arco sobre las cuerdas y... ¡descubrí que no sabía tocar una sola nota! ¡Era como si nunca antes hubiera tocado un violín! Con los idiomas también había fracasado. El único que he logrado dominar de manera apenas razonable es el latín. El agotamiento nervioso siempre se interpuso entre yo mismo y el éxito, salvo en los campos en los que una intensa predilección personal contribuyó a la asimilación del conocimiento (...)
"Nací el 20 de agosto de 1890, en el 454 de Angell Street, en la ciudad de Providence. Era la casa de la familia de mi madre, y en ese momento la residencia de mis padres estaba en Dorchester, Mass. (...) En 1894 ya podía leer de corrido y era un incansable lector del diccionario (...) Notará que no he hecho referencia a amigos o compañeros de juegos de la infancia... ¡es que no tenía ninguno! Los niños que me conocían sentían disgusto por mí, y ellos me disgustaban. Estaba tan acostumbrado a la compañía y las conversaciones de adultos, que nada tenía en común con las costumbres infantiles (...) También me preocupaban los temas religiosos. Nunca creí en absoluto en lo sobrenatural, pero fingía hacerlo, porque eso era lo que se consideraba apropiado en un hogar bautista. (...)
"En 1898 hice mi primer intento de asistir a la escuela. Hasta el momento no se había considerado prudente someter a ninguna disciplina a un niño tan sensible e irritable. Entré al grado superior de la escuela primaria, pero muy pronto la instrucción me resultó inútil, ya que dominaba de antes todos esos conocimientos (...) También había leído mucha ficción: principalmente me deleitaban las cosas más excitantes y horribles que puede concebir la fantasía de un niño. Le envío mi manuscrito de ese período - un cuento escrito a los 8 años, que concluye con una muerte violenta... como solían concluir casi todos mis relatos (...) En 1899 un nuevo interés empezó a ganar predominio. Mi predilección por las ciencias naturales, estimulada por mi tía Lillian, cobró la forma de amor por la química. (...) Alrededor de 1900 me convertí en un apasionado devoto de la geografía y la historia, y en un fanático del tema de las exploraciones antárticas. La expedición de Borchgrevink, que acababa de lograr un récord en la exploración del Polo Sur, estimuló grandemente mis estudios. Escribí muchos relatos fantásticos acerca del continente antártico, además de componer tratados "eruditos" sobre hechos reales...
"En el verano de 1903 mi madre me regaló un telescopio astronómico de dos pulgadas y media, y desde entonces me la pasé mirando para arriba, de noche. El difunto profesor Upton de Brown, un amigo de la familia, me dio libertad para usar el observatorio de la institución (el observatorio Ladd) y yo iba y volvía en bicicleta. Tan constantes eran mis observaciones que mi cuello fue afectado por el esfuerzo de observar, siempre en un ángulo difícil. Me causó gran dolor, y tuvo como consecuencia un encorvamiento que todavía resulta perceptible para un observador atento. Mi cuerpo nunca ha podido satisfacer las exigencias de una carrera activa (...) En 1903-4 tuve tutores privados, pero en el otoño de 1904 volví a incursionar en el mundo... hasta el punto de ingresar en Hope St. High School. Allí me enfrenté por primera vez con el cosmopolitismo (...)
"Mi mala salud interfirió enormemente con mis cursos, pero conseguí asistir intermitentemente desde 1904 hasta 1908... Mi profesora de inglés era una anciana dama llamada Sra. Blake, que tenía un temperamento agradable pero cínico. Me fastidiaba manifestando ciertas dudas sobre la originalidad de mis composiciones. Un día me llamó y me preguntó si un ensayo que había escrito sobre el planeta Marte (o sobre la luna... no me acuerdo bien) no estaba copiado del artículo de una revista; a lo cual repliqué... ¡que lo había tomado literalmente de un periódico rural! Ante su enojo, le mostré el recorte... con un titular prominente que decía ¡"por H.P. Lovecraft"! Desde entonces, la Sra. Blake se mostró un poco menos escéptica con respecto a la originalidad de mis producciones literarias.
"En 1908 estaba a punto de ingresar en Brown University cuando mi salud declinó notablemente... obligándome a abandonar completamente mi carrera universitaria. Nunca dejaré de avergonzarme de mi carencia de estudios universitarios, pero al menos sé que no podría haber hecho otra cosa. Me quedé en casa, ocupado con la química, la literatura y cosas así... ¡componiendo los relatos más pavorosos y oscuros que se hayan escrito! Era un íntimo discípulo de Poe, y un diligente explorador de lo "grotesco y arabesco", para citar su propia frase. En ese período escribí 'El alquimista', que aparecerá en diciembre en "The United Amateur". Eludí toda sociedad humana, considerando que era, en lo social, un fracaso demasiado grande para aquellos que me habían conocido antes, y que tan neciamente habían esperado de mí cosas tan grandiosas. Desde entonces hasta ahora, sólo he tenido trato con algunos viejos amigos. Soy un completo fiasco, ya que no he logrado absolutamente nada durante mis 26 años de fútil existencia".

Después de la muerte de su madre, en 1921, se dedicó a escribir artículos periodísticos a cambio de una escasa remuneración, y como consecuencia de esa nueva ocupación conoció nuevos amigos, entre los que se contaba Sonia Greene, una mujer dinámica y mayor que él, con la que se casó en 1924. El matrimonio fue efímero: a los dos años se separaron y, tras un período de residencia en Nueva York, Lovecraft regresó a Providence, su tierra natal. "Yo soy Providence", escribió a sus corresponsales, "y Providence soy yo". Permaneció en su hogar durante el resto de su vida, salvo por un breve lapso, en mayo de 1928, durante el que volvió a Brooklyn a reunirse con su esposa para acordar el divorcio. A partir de 1923 su obra narrativa empezó a difundirse y encontró la aceptación del público y de otros escritores. Lovecraft era un escritor lento, debido a la minuciosidad de sus revisiones y a la gran masa de correspondencia que mantuvo hasta su muerte, acaecida el 15 de marzo de 1937, tras años de padecer mala salud.

La selección ofrecida en este volumen es azarosa, y podría haber sido otra. Incluye relatos de horror puro, como "La extraña casa de la niebla", y algunos de los primeros que el autor escribiera para los Mitos de Cthulhu, como "El horror de Dunwich" y "Los sueños en la casa de la bruja". Pero todos ellos se inscriben dentro de la literatura de terror, tal como la concebía Lovecraft cuando observó: "La literatura de terror debe ser realista y de ambiente, y debe limitar su alejamiento de la naturaleza al curso sobrenatural que se ha elegido, sin olvidar que el escenario, el tono y los hechos son más importantes cuando se desea comunicar que los personajes y la acción misma. El núcleo de cualquier relato que pretende ser de horror es tan sólo la trangresión o el avasallamiento de una ley cósmica inmutable, una evasión fantástica de la aburrida realidad, ya que los 'héroes' lógicos son los fenómenos y no las personas".

El mito Lovecraft

Pese a sí mismo, de manera lenta pero obstinada, Lovecraft ha llegado a ser un objeto de culto propio. Sus fieles ya no se reclutan sólo entre los "fans" de las revistas "underground", que fueron el vehículo de difusión inicial para el escritor. Tampoco se agrupan únicamente en torno al cenáculo que promovió la entronización de H. P. a la categoría de gran guía espiritual-literario para un conjunto de aficionados a escribir historias espeluznantes. Hoy, cuando el paso del tiempo ha sancionado la perdurabilidad de su obra, se siguen multiplicando los lectores de este singular narrador. Mientras otros colegas con análogas inclinaciones temáticas han sido sepultados en el olvido o han quedado reducidos a citas bibliográficas, Lovecraft ha ganado una genuina y creciente popularidad, de la que, como suele suceder, no gozó en vida.

Es bueno que así sea. Por muchas razones, pero ante todo para recuperar el sentido de lo impremeditado y caprichoso que gobierna las relaciones entre los designios y los logros de los artistas. Seguramente hay pocos ejemplos como el que nos ocupa de escritores que han manifestado tanto horror a trascender más allá de un moderado círculo de cofrades. El autor de "Las ratas de las paredes" no escribía, por cierto, para las masas. Lo hacía para dar válvula de escape a angustias ancestrales que estaban en la base de su existencia y, naturalmente, no pensaba en destinatarios específicos al urdir consistentes pesadillas. Que hoy puedan ser co-soñadas por miles de personas no le habría producido disgusto.

Reconforta también comprobar cómo esta popularidad - y la palabra no incluye los sentidos y matices peyorativos con los que hoy se suele contaminar - lo ha ascendido a la categoría de escritor "serio". No es fácil adquirir esa reputación cuando se ejerce el trabajo de imaginación a géneros marginales, como sin duda alguna son todos aquellos por los que transitó Lovecraft. En esas zonas no se es respetado por el "establishment" que dispensa la consagración a menos que se sea un maestro o, como en este caso, que se cuente con un dilatado y permanente eco en sucesivas generaciones de lectores.

Más de medio siglo de constante presencia autoriza la sospecha de que estamos ante algo más que la moda de algunas industrias editoriales. Por una vez, la popularidad ha probado ser un buen indicio de seriedad. El mito Lovecraft reposa sobre buenos cimientos. El presente volumen posibilita algunos asedios a este multifacético mito. En especial a la zona "negra" de Lovecraft, a su voluntad de hacer del horror un instrumento de sondeo en las fronteras del conocimiento, de la percepción y de la locura.


[*] © 2004, Jorge R. Ogdon (a) Dogon. Queda hecho el depósito que marca la Ley N° 11.723 de Registro de la Propiedad Intelectual de la República Argentina. Es propiedad. Derechos reservados. N.B.: Los derechos de los textos transcriptos y de las ilustraciones de tapa reproducidos en esta nota pertenecen a sus respectivos autores, y se presentan únicamente como material didáctico y de estudio para los visitantes ocasionales de Nueva Logia del Tentáculo.

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