Estallido
de la cera de un cirio. Algo ruidoso, estrepitoso, cual traca
que simboliza alegría y fiesta. Ocurre por la mañana,
cuando queda todo un día de luz y de posibilidad de llevar
a cabo la expresión de emociones y sentimientos positivos.
El viento cambia de sentido,
ahora sopla freco y vivaz y no viciado y espeso como el viento falto
de oxígeno de una celda estrecha y semioscura. Ese nuevo
viento es absorbido por la ventana llanando esa celda de puro oxígeno
que es néctar de vida y de esperanza.
Los eslabones que encadenan
las emociones quedan desvanecidos y reconvertidos en cadenas de
fino oro blanco que ahora adorna las muñecas y los tobillos
de aquel que antes permanecía somnoliento y triste. La campana
suena alegre para que los pájaros sepan que su trino ya no
es esencial, porque ahora ya no han de volar hacia la ventana de
la celda, pues ya no hay celda, ya no hay ventana. Ahora todo es
luminosidad, resplandor, alborozo y destellos de intensas sensaciones
que se desplazan entre los átomos del oxígeno de vida.
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