Se
han cuarteado mis labios
al pairo de tus soñados besos,
mientras te entregabas a otros latidos,
mientras tus ritmos destilaban arrumacos
en bocas ajenas, y mi árida boca
es una granada reseca de estéril cosecha.
En la pesadilla de mi contingencia,
en el embravecido mar de mi naufragio,
te ensueño ademanes dúctiles y sabrosos
como el magro mordisco de una fruta [jugosa
que ensayo, cada noche, en las vigilias
de mi almohada de granito.
Se han cuarteado mis labios
en el arrecife samaritano de la espera,
y prefiero compartirte en pesadilla,
que perderte en el duelo ignorado
de esta clara derrota que me abete
como la sombra del Ángel Negro.
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