El Extraño
© Horacio Lalia

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Autor Horacio Lalia (Buenos Aires, 1941)

Obra El Extraño, adaptación de un relato de H.P. Lovecraft, titulado en inglés, The Outsider.

La Imagen muestra el comienzo del relato en el aparece el protagonista de la historia, viviendo en la torre de un castillo ruinoso, sin saber casi nada de sí mismo y sin conocer siquiera su propio aspecto, que será la clave del final culminante.


The Outsider © Anita S. Moore

Publicación El Extraño se publicó junto con otros relatos de H.P. Lovecraft ("En la cripta", "Aire frío". "El extraño" y "El horror de las tinieblas") y con otros de E.Allan Poe ("El gato negro", "El retrato oval" y "Mensaje hallado en una botella" de su admirado predecesor), que aparecieron conjuntamente en la efímera revista argentina "Literatura de Terror Ilustrada", que se presentó como un "álbum bimestral de historietas", al decir de H&H Editores S.R.L., en 1998

Texto Fragmento de El Extraño de H.P. Lovecraft.

Desdichado aquel a quien sus recuerdos infantiles sólo traen miedo y tristeza. Desgraciado aquel que vuelve la mirada hacia horas solitarias en vastos y lúgubres recintos de cortinajes marrones y alucinantes hileras de antiguos volúmenes, o hacia pavorosas vigilias a la sombra de árboles descomunales y grotescos, cargados de enredaderas, que agitan silenciosamente en as alturas sus ramas retorcidas. Tal es lo que los dioses me destinaron, a mí, el aturdido, el frustrado, el estéril, el arruinado, y sin embargo me siento extrañamente satisfecho y me aferro con desesperación a esos recuerdos marchitos cada vez que mi mente amenaza con ir más allá, hacia el otro lado.

No sé donde nací, salvo que el castillo era infinitamente horrible, lleno de pasadizos oscuros y con altos cielos rasos donde la mirada sólo hallaba telarañas y sombras. Las piedras de los agrietados corredores estaban siempre odiosamente húmedas, y por doquier se percibía un olor maldito, como de pilas de cadáveres de generaciones muertas. Jamás había luz, por lo que solía encender velas y quedarme mirándolas fijamente en busca de alivio; tampoco afuera brillaba el sol, ya que esas terribles arboledas se elevaban por encima de la torre más alta. Una sola, una torre negra sobrepasaba el ramaje y salía al cielo abierto y desconocido, pero estaba casi en ruinas, y sólo se podía ascender a ella por un escarpado muro poco menos que imposible de escalar.

Debo haber vivido años en ese lugar, pero no puedo medir el tiempo. Seres vivos debieron haber atendido a mis necesidades, y sin embargo no puedo rememorar a persona alguna excepto yo mismo, ni ninguna cosa viviente salvo ratas, murciélagos y arañas, silenciosos todos.

Supongo que, quien quiera que me haya cuidado, debió haber sido increíblemente viejo, puesto que mi primera representación mental de una persona viva fue la de algo semejante a mí, pero retorcido, marchito y deteriorado como el castillo. Para mí no tenían nada de grotescos los huesos y los esqueletos esparcidos por las criptas de las paredes de piedra cavadas en las profundidades de los cimientos. En mi fantasía asociaba esas cosas con los hechos cotidianos y los hallaba más reales que las figuras en colores de los seres vivos que veía en muchos libros mohosos. En esos libros aprendí todo lo que sé. Maestro alguno me urgió o me guió, y no recuerdo haber escuchado en todos esos años voces humanas..., ni siquiera la mía; ya que si bien había leído acerca de la palabra hablada nunca se me ocurrió hablar en voz alta. Mi aspecto era así mismo una cuestión ajena a mi mente, ya que no había espejo en el castillo y me limitaba, por instinto, a verme como un ser semejante a las figuras juveniles que veía dibujadas o pintadas en los libros. Tenía conciencia de la juventud a causa de lo poco que recordaba.

Biblioteca Arcana H.P. Lovecraft

Lovecraft's Comics.

 

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