.
Portada
de NUEVA DIMENSIÓN n° 15 (Mayo - Junio)
Ediciones Dronte, Barcelona, 1970
© Rafael Llopis [*]
En un número reciente de nuestra revista (n°. 13), se publicaba un artículo de Rafael Conte sobre el libro de Alianza Editorial Los Mitos de Cthulhu, antes aparecido en el diario Informaciones de Madrid. Ahora, el realizador de la comentada obra, nos envía algunas precisiones sobre esta, que creemos aclararán ciertos conceptos vertidos acerca de la misma.
Cuando el en el diario madrileño Informaciones se publicó el artículo crítico de Rafael Conte sobre "Los Mitos de Cthulhu" estuve muy tentado de contestarle en el mismo periódico, pero luego pensé que no era ése el lugar adecuado para discutir un tema de literatura fantástica. Ahora que se publica en ND, he vuelto a sentir la comezón de contestar, avivada además por el conocimiento de que esta revista sí es el lugar adecuado para debatir un tema de este tipo, que afecta al mismo significado de la literatura fantástica. En suma: he aquí este artículo.
Creo que Rafael Conte, a pesar de haberse mostrado muy capaz de documentarse sobre Lovecraft en mi prólogo, no ha sabido, sin embargo, entender importantes sectores del mismo y estoy persuadido de que, si lo hubiera leído un poco más detenidamente, no habría hecho algunas de las afirmaciones que hace.
Empezaré por lo que me parece más importante. Rafael Conte cita la siguiente frase mía:
Sabemos que la razón es mucho más plástica, ligera, cambiante y ágil que el sentimiento y que éste está mucho más sujeto a la inercia de la memoria. Razón y memoria son términos dialécticamente antitéticos, pues la memoria es el residuo físico de lo que algún día fue razón y la razón no es sino el más elevado rendimiento de una estructura espacial que, en definitiva, sólo es memoria. En la memoria han quedado fijados esquemas emocionales y de comportamiento que, por haber demostrado su utilidad para el individuo o para la especie, se han automatizado, abandonando, pues, el terreno de la razón.
Inmediatamente después de citar esta frase, afirma Conte que "tras esta explicación psicologista del mito", aduzco "una mecánica aparentemente dialéctica de la negación del sentimiento por la razón, y viceversa, y de la supervivencia de los sentimientos mediante las formas estéticas" que le resulta "un tanto desconcertante".
Pues bien, deseo aclarar que mi explicación no es psicologista y que, desde luego, no es una explicación del mito. Lo que pretendo explicar en esos párrafos (y no sólo en esa frase, que, aislada de su contexto, apenas significa nada) es cómo los contenidos ideo-afectivos del mito persisten en el cuento fantástico aunque la razón, que siempre se halla en perpetua evolución, haya negado su validez objetiva. Lo que persiste del mito es su estructura significativa aún negada por la razón, porque aquello en que la razón ya no cree aún pervive, inmutable, en un estrato o capa funcional inferior a nuestro aparato mental.
La razón está siempre abierta a la realidad objetiva, que cada vez va conociendo con más detalle y precisión, y es por ello sumamente ágil, plástica, ligera y cambiante. Éste es el motivo de que pueda modificar sus opiniones y dejar de creer en lo que creyó. En cambio, las estructuras afectivas son infinitamente más persistentes y resisten muy bien los cambios que se producen en nuestro conocimiento objetivo del mundo. Metafóricamente, puede decirse que la mente evoluciona por superposición. Las estructuras superadas (superadas porque, mediante la praxis, el hombre ha descubierto un modo más eficaz de interpretar la realidad) quedan inhibidas por las nuevas estructuras que se van formando. Pero, en virtud de la gran carga emocional que las caracteriza, exigen expresión. Esta expresión les está vedada en un plano objetivo, pues precisamente ya se sabe que objetivamente son erróneas, pero pueden - y deben - resurgir como simple juego subjetivo, como ficción sabida ficticia. En una palabra, como arte. Este es el mismo mecanismo por el cual, a juicio de Freud, el chiste expresa y alivia un conflicto reprimido por el ego consciente.
De lo que se trata, pues, en la literatura fantástica, es de liberar ese estrato inferior - esas estructuras ideo-afectivas arcaicas pero vivas - que está reprimiendo y que, no obstante, exige satisfacción.
¿Por qué está reprimido? Porque, además de existir represiones sociales contra todo aquello que ya no es socialmente eficaz, hay también inhibiciones biológicas individuales. En neurofisiología se sabe que los estratos funcionales filo y ontogenéticamente más modernos inhiben a los más antiguos. ¿Por qué exigen éstos satisfacción? Porque, como dije, se hallan vinculados a niveles mnésticos del aparato mental y sigue deseando y temiendo, tan irracionalmente como pueda hacerlo un computador, de acuerdo con los deseo y temores que conserva grabados, programados podríamos decir, en su propia estructura física.
¿Es esto psicologismo? No lo creo. No debemos olvidar que psique y vida son conceptos coextensivos y que ambos se hallan al final y al principio - y en todos los escalones intermedios - de cualquier proceso vital, por muy condicionado que se esté socialmente. Por una parte la sociedad actúa sobre nosotros a través de nuestra conciencia. Y, por otra, la sociedad se cimenta toda en axiomas biológicos: la necesidad de sobrevivir y la necesidad de reproducirse y, secundariamente, las de reponerse de la fatiga, satisfacer los deseos, etc. El señalar una constante psicobiológica de todo ser vivo no es caer en el psicologismo sino poner de manifiesto una realidad.
Muy en relación con todo lo que antecede está la afirmación de Conte de que la literatura de terror es un género amenazado. Opino todo lo contrario, y el auge cada vez mayor de las literaturas fantásticas en todo el mundo corrobora esta opinión. Cuando más se conozca el mundo exterior, más se reprimirán complejos ideo-afectivos que hoy acepta todo el mundo como verdad. Y estos complejos o estructuras se expresarán fatalmente, por tanto, cada vez más en forma de arte. Y especialmente de arte fantástico porque lo fantástico es lo numinoso - es decir, lo sagrado, lo terrible, lo pavoroso, lo sobrenatural - cuando ya no se cree en la realidad objetiva. Cuanto menos se crea en ella - y tal es la tendencia que se pone de manifiesto en la historia de la humanidad - más se expresará lo numinoso en pura forma de arte, de solaz, de juego, de ficción sabida pero no obstante satisfactoria y aceptable, por tanto, como tal ficción (y sólo como ficción).
Dice Louis Vax que el cuento de miedo es hijo de la incredulidad. En efecto, el nacimiento de la novela de terror se sitúa, y no por azar, inmediatamente a continuación del enciclopedismo y la ilustración. Y es que solo se pudo empezar a divertir la gente con la emoción que le provocaba el retorno nocturno de los muertos cuando empezaron a sentirse cómodamente parapetados tras su convicción de que en realidad los muertos no iban a retornar. En el siglo XVIII, Madame du Deffand decía que ya no creía en los fantasmas, pero que estos le daban miedo aún. En efecto, su razón rechazaba una idea cuya validez había sido negada por la experiencia, pero las estructuras ideo-afectivas subyacentes - el miedo a los muertos - no por ello dejaban de persistir.
En suma: suponer que la literatura fantástica está amenazada por los avances de la ciencia es como suponer que el baile esté amenazado por nuestro convencimiento de que mediante la danza de la lluvia no se consigue que llueva. la danza en sí produce placer. Satisface. Libera. No sirve para que llueva pero sí para satisfacer deseos subjetivos. Eso basta.
En lo que se refiere a la "mecánica aparentemente dialéctica" de mi razonamiento, a mí me parece que éste se ajusta perfectamente a las normas de la dialéctica más genuina. En mi opinión, hacer ver cómo la creencia se transforma en su opuesto el arte a través de su negación por la ciencia y de su inmediata negación de la ciencia y cómo, no obstante, se conserva el núcleo central ideo-afectivo común a ambos opuestos, es señalar un proceso dialéctico real. Precisamente, lo esencial de la dialéctica es estudiar un proceso íntimamente contradictorio que consiste en la transformación de un objeto, ser vivo o idea en su opuesto y, a la vez, en su conservación. El que este proceso parezca confuso a Rafael Conte es otra historia, como decía Kipling.
Otro punto - el último - que deseo rebatir es el del maniqueismo de Lovecraft, que para Conte es evidente. Desde luego, es evidente que en los Mitos de Cthulhu hay elementos maniqueos; pero, como decía en el prólogo - que Conte debería haber leído más atentamente antes de hacer afirmaciones gratuitas -, ese maniqueísmo fue introducido en los Mitos por August Derleth y no por Lovecraft. De las fuerzas del Bien - los Dioses Arquetípicos y no los Primordiales, como dice Conte - se habla en los Mitos por primera vez en el cuento The Lair of the Star-Spawn, de August Derleth y Mark Schorer, publicado en el número de agosto de 1932 de la revista Weird Tales. La eterna lucha ultraespacial y transtemporal de las fuerzas del Bien contra las del Mal fue después desarrollada casi exclusivamente por el propio Derleth, circunstancia que no han dejado de señalar numerosos exégetas y glosadores de los Mitos de Cthulhu. Me gustaría que Rafael Conte me indicara un solo cuento de Lovecraft - no de Lovecraft & Derleth, que han sido íntegramente escritos por este último sobre temas esbozados por aquel, sino de Lovecraft - donde se hablara de luchas entre el Bien y el Mal y de divinidades benévolas y - si se me permite - pro-humanas. Creo que no hay ninguno. Lo que describió Lovecraft fueron potencias arcaicas, regresivas, que acechaban al hombre para destruir su reinado en la Tierra. Pero el pobre era tan pesimista que jamás se le ocurrió imaginar potencias protectoras.
Por último, deseo señalar dos críticas que se pueden hacer al libro Los Mitos de Cthulhu pero que nadie ha hecho. La primera es que Los Perros de Tíndalos, el extraordinario relato de Frank Belknap Long, ha sido traducido de una versión condensada. He descubierto la metedura de pata al caer en mis manos otra versión de este cuento, que resultó ser la completa. Para la segunda edición de Los Mitos de Cthulhu, que ya está en preparación, he subsanado esta deficiencia, substituyendo la versión abreviada por la auténtica. La otra crítica es que en mi antología no figura un cuento tan representativo como The Coming of the White Worm de Clark Ashton Smith. Pues bien, no figura porque no he podido hacerme con él. Y aprovecho esta ocasión para hacer un llamamiento a los lectores de ND: si alguno tiene ese cuento, que me lo venda, que me lo preste, que me mande fotocopias. Yo me comprometo a traducirlo rápidamente y a ceder encantado la traducción para que se publique en ND.
___________
[ *] Transcripto por Dogon, especialmente para la Nueva Logia del Tentáculo, 2003. Material didáctico y de estudio para l@s Logi@s y visitantes.
N.B.: Esta nota es la respuesta de Rafael Llopis al artículo de Rafael Conte, Los Mitos de Cthulhu. H.P. Lovecraft, maestro de ceremonias, aparecido en Nueva Dimensión n° 13 (enero-febrero), pp. 145-9. Ediciones Dronte: Barcelona, 1970, y que ha sido transcripto anteriormente en este sitio. Fue luego de editar la nota del Sr. Conte que pudimos hacernos con la respuesta del Sr. Llopis, por lo que, siguiendo aquello del "derecho a réplica", nos ha parecido oportuno y justo editar también la réplica del último de ellos.