Solsticio

Nueva Logia del Tentáculo

Algo en las escaleras

 

 

 


otras un aliento gélido me golpea la nuca. Nunca veo el sol o la luna, pero me llegan sus relumbres brillantes o mortecinos, sea de día o de noche. Todo lo que habita esta casa es el miedo, lo llena todo, ocupa todo, incluso mi propio espacio. Me excluye. ¿Acaso seré yo mismo el miedo?
La angustia de la duda taladra la poca luz que alumbra mis negros pensamientos. En alguna ocasión pronuncio en voz alta algunas inconexas palabras, sólo para probar que estoy vivo y no muerto. Sí, muerto. Me obsesiona esa idea. Estar muerto y darse cuenta de ello. Sentirse y saberse muerto dentro de tu propia tumba. No. Yo escucho mi voz, siento latir mi dasalmado corazón. Sí. Esto es todavía peor. Estar vivo y sentirse muerto. Respirar, caminar, llorar y estar muerto. Oír, despertar y dormir y estar muerto. Eso es lo peor que le puede pasar a un ser. Sentirse muerto aún estando vivo.

Palpo mis miembros, mi rostro, mi cuerpo para cerciorarme que realmente estoy vivo, que en verdad existo y que no soy el simple producto de mi propia imaginación, o de alguna otra imaginación pero… en medio de esta soledad, de este enclaustramiento, en medio del aislamiento absoluto en el cual transcurren mis días desde
que tengo memoria. ¿Cómo estar seguro que mis pensamientos, mis propias sensaciones son

reales, que mi propia existencia es real? ¿Quién
me ha visto jamás, quién me ha percibido, quién

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© 2003