¡Sí!
¡Quiero salir de este nebuloso túnel en el que transcurre mi existencia!
¡Quiero abandonar esta pesadilla de muerte que argumenta mi vida! ¡Quiero
sentir algo más que nauseabundos aromas que tornan denso el aire que respiro
y que permanentes tinieblas que me impiden ver más allá que el reflejo
de mi propia sombra! ¡Quiero vivir! No pido tanto. No debe ser tan imposible
mi deseo ni tan grande mi demanda. ¡Necesito vivir! ¡Debo
huir de este aislamiento absoluto! Por que no hay peor tormento en el mundo que
la soledad que lleva al ser a replegarse en sí mismo y que hace del monólogo
su única conversación. Este monólogo me ha conducido a desenterrar
angustias olvidadas y a revivir viejos miedos reprimidos; pero peor aún,
me ha llevado a tomar verdadera consciencia de mi soledad... desde ese día
mis miedos se han vuelto fobias y mi universo cotidiano se ha vuelto aborrecible.
Por las noches ya no duermo, pues el viento me susurra amenazas y cuando sopla
con fuerza, sus ráfagas suenan como carcajadas sarcásticas. Los
árboles dudosos que siempre me rodearon son ahora como pútridos
guardianes que me acorralan para condenarme ad vita aeternam a esta miserable
existencia. Y,
de pronto, abro los ojos y contemplo una inmensa oscuridad, sin matices, sin bultos
extraños, sin formas. Y, de pronto, me llena los ojos un fogonazo. Poco
a poco se va estrechando |