Sus palabras se graban en mi frente con una sensación
aguda y que habia olvidado por no haberla sentido desde hace ya mucho tiempo:
el dolor. Cierro los ojos mientras su misiva arde mi frente y, tras unos instantes
de duda vuelvo a abrir los ojos, esperando que al abrirlos aquel extranjero se
halla desvanecido, que no haya sido mas que ilusión, al igual que el mensaje
inscrito en mi frente. Pero mis últimas esperanzas se desvanecen al ver
que el innombrable ser sigue allí, indiferente e inmutable. Esta vez sin
dirigirme una mirada, extiende su largo e indefinible brazo con el índice
apuntando hacia adelante, para enseñarme lo que parece ser un reloj de
sol .Y veo de pronto por la primera vez -por lo menos en lo que guardo en mi memoria-
un rayo del Astro Rey. Luego de haber vivido incalculables años en este
sombrío valle, la primer visión de un rayo de sol debería
llenarme de alegría y habria de persibirlo como un signo anunciador de
mi próxima liberación. En vez de ello, su luz no me anuncia mas
que perdición y de desolación al proyectar su sombra sobre el reloj
solar indicándome de esta manera el tiempo de existencia que me queda antes
del solsticio invernal. Cada
vez, cada segundo que transcurre, voy comprendiendo adecuadamente todas estas
extrañas y macabras claves premonitorias que se me suceden desde hace algún
tiempo. La Caja de Música y sus pregones de mi anunciado final, las ansiógenas
visiones de nacimiento y horrenda muerte, los repugnantes y demoniacos seres que
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