Solsticio

Nueva Logia del Tentáculo

Algo en lo verde

 

 

 

me muestran el espectro de lo que me aguarda en un porvenir, no sé cuanto de próximo o cuanto de lejano. Y ahora esa extraño ser, ese engendro de no sé que tipo de naturaleza, pero enteramente impresentable por su revulsiva y húmeda deformidad y sus abominables formas humanoides. Esa maldita criatura con su digital putrefacción me señala claramente la hora de mi ya cercana muerte. ¡Sí! ¡Cercana, cada vez más cercana! Cada latido de mi corazón se convierte en un macabro diapasón que me anuncia irremediablemente que el principio del solsticio de invierno marcará el final de mi vida, de mi maldita existencia, de mi nauseabundo sino.

Yo no siento nada; nada, como si no tuviera manos o pies; nada, como si no pudiera abrir mis ojos o mi boca; nada, como si mis labios no sintieran sed o mis dientes hambre. No puedo moverme; siento una pared negra junto a mi brazo derecho, siento una pared negra junto a mi brazo izquierdo y siento la negrura de una pared aplastando mi nariz. No siento nada; solamente siento la angustiosa ansiedad y desasosiego de una claustrofobia infinita. Solamente mis oídos parecen funcionar; oigo un sonido metálico, algo que me pasa silbando debajo de la barbilla, algo pringoso que me roza las sienes. De pronto, empiezo a sentir; por fin, llega la sensibilidad suficiente para notar la humedad, para saborear el gusto amargamente salobre, para sentir la calidez de una lágrima rodando por una de mis mejillas.

Sigue


 

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