Entre
la siempre difícil adaptación al final de las
vacaciones, los cambios climáticos que tanto afectan
a los cuerpos artítricos y tanta lectura que pasear por
mis vidriosos ojos, ya no tengo tiempo ni para rascarme.
Esto,
más que hiperactividad, es frenesí. He perdido
el paso y hasta me cuesta centrarme en los compromisos. Sois
un remanso, pero no de paz; me hacéis sentir miedo. Creo
que he caído en los tentáculos de una secta de
superdotados que acosan mi paz, mi sosiego, mi ansiada y lograda
calma. Un grupo de amorfos chupasangres que están exprimiendo,
poco a poco los líquidos vitales de mi existencia. ¡Tengo
miedo, sí! ¿Quiénes sois? ¿De qué
mundo venís y quiénes son vuestros aliados? Estáis
acabando con mi existencia, pero trabaré amistad con
los más fangosos limos del subsuelo y un día os
postraréis de rodillas ante mí pidiendo clemencia.
Me
hacéis sufrir, lo confieso. No hago más que subir
y subir página arriba en busca del último grito,
pero esta escalera interminable llega a los mismos infiernos
y no encuentro relax para componer. Y por si algo faltaba, ya
asoma el sombrero de fieltro amarillo para adueñarse
en tromba del espacio.
Desde
el resentimiento de la impotencia, saludo a los que aún
respiran, antes de que sean exterminados por los sarmientos
de esta vid asesina.