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ACTO III
ESCENA I
(Sansenoy y Uriel)
SANSENOY- Dudo que ya nunca jamás, sea posible el considerar a Tamiel como un ángel puro, optar, ha optado por el camino de la rebeldía, y sigue unos patrones de conducta un tanto peligrosos, es irónico, pero incluso los Caídos, tema que trata de esclarecer, fueron condenados por mucho menos.
URIEL- Eran otros tiempos, y haces mal en hablar así de libremente de los sucesos de antaño, recuerda tu juramento de fidelidad a la versión del tema impuesta por Dios.
SANSENOY- Y, ¿quién es Dios para negarnos la verdad, e imponernos una de tragiversada según su conveniencia?
URIEL- Es quien tiene el poder, y por ello puede dictar las normas que quiera.
SANSENOY- Di mas bien prohibiciones que tienen como objeto el disimulo de sus defectos.
¡El abuso de poder, cómo no!
¡Imaginas!, ¿Qué en lugar de desatar a Lucifer, lo hubiera poseído, utilizando su poder? ¡Qué tamaña vileza hubiera supuesto!
URIEL- ¿A ti también te ha dado por hacerte el anarquista? A este paso del Reino Eterno antes de que acabe el juicio, no quedarán ni los cimientos.
SANSENOY- ¿Cómo alguien por medio de su poder puede abusar de otro? Y, posteriormente ver sin sentir repugnancia su rostro reflejado en un espejo.
URIEL- ¡Dejémoslo quieres! Me estas tentando, y no quiero entrar en este juego.
SANSENOY- ¿Qué juego?, lo digo en serio. Imagina, aunque sea por breve instante que te ocurriera, ¿No sentirías lo despreciables que son los que de esta forma actúan?
URIEL- Los compadecería y olvidaría.
SANSENOY- ¿Compadecerlos?
URIEL- ¡Claro! Piensa en lo insignificantes que deben de ser, si no poseen otros medios para lograr sus objetivos, que poca estima han de tener. Tales actos solo esconden a almas frustradas e impotentes en todos los sentidos, a las que solo les queda el poder para lograr sus objetivos.
SANSENOY- Igualmente no los compadecería
URIEL- ¡Conforme, entonces no lo hagas! Y olvidemos ya el tema.
SANSENOY- ¡Está bien! Vallamos a reunirnos con los demás a la sala de recepción principal.
URIEL- ¡No! No deseo toparme con los Caídos, no me inspiran mucha confianza, solo hacen que crispar el ambiente. ¿No es acaso nuestro caso?
SANSENOY- ¿Y tú qué sabes? Ni siquiera te debes de acordar de cómo son, o lo que afirmaban, y aún entonces apenas tuviste tratos con ellos.
URIEL- Lo lamento, pero no lo puedo remediar, soy un separatista; no soporto los grupos.
SANSENOY- De modo que esto es lo que te aterra, ¿no me digas que tu punto débil son las multitudes?
Difícil lo tienes entonces, pues se trata de una tendencia muy natural el afiliarse a grupos para disimular los defectos y paliar la inseguridad. Y por el contrario sentirse protegidos y sentirse más fuertes.
URIEL- No todos nos regimos por esta regla, yo me siento en cambio más inseguro en los grupos, sabes de lo solitario de mi carácter, y que solo me afano en seguir mi camino.
SANSENOY- Un acto admirable tu gesto o tu apostura, debe de ser duro el vivir contranatura. Aunque en parte también lo comprendo, yo al igual que tu tú, prefiero más dirigir mi trato a tan solo una persona cada vez, ya en grupo la atención que merece el conferenciante tiende a dispersarse.
Si no cabe duda, siempre es mejor hablar a solas así no hay peligro de no hablar libremente o bajo influencia.
URIEL- Sí, digamos que es algo parecido.
SANSENOY- En...
(Entran los Caídos)
SANSENOY- Entonces creó que habré de darte una mala noticia
SATANÁS- Hablabas de nosotros.
SANSENOY- ¿Qué te das por aludido?
A de saber que yo nunca he pretendido referirme a nadie... ¡Bueno! ¡Miento! Tal vez si lo haya hecho, aunque si os dais por aludido por algo será.
Y ahora si me lo permitís...
LUCIFER- (A Satanás) ¡Déjalos! No merece la pena.
(Salen)
ESCENA II
(Metatrón y Miguel)
METRATÓN- Hace un rato que topé con Uriel. Y me comentó que Tamiel se hallaba algo inquieto, a todos sonsacaba con sus preguntas...
¡Él está a tu cargo, así que debes de estar al corriente de lo que le pasa!
MIGUEL- ¡Oh nada! Que como todos los jóvenes juega simplemente a hacerse el rebelde.
METATRÓN- Y no piensas hablar con él. Esos impulsos es mejor tenerlos bajo control ¡hay que apretar, pero sin ahogar! Acuérdate de antaño...
MIGUEL- No creo que me devuelva la palabra, hacia mi ha pillado una rabieta, pero cuando se le pase ya vendrá a refugiarse de nuevo en mis consejos.
METATRÓN- ¿A qué se debe su disgusto?
MIGUEL- A que bromeé sobre él ante los Caídos.
METATRÓN- Entiendo.
MIGUEL- ¡Ves! No tenia sentido tú preocupación.
METRATON- Sí, pero el humillado de raras maneras recurre a la venganza.
MIGUEL- No, tú no lo conoces, no es capaz de tal hazaña.
METRATON- Te vuelvo a repetir que no le subestimes.
¡La más leve chispa puede derivar en llama!
MIGUEL- Lo tendré en cuenta.
METATRÓN- Mejor será que luego vaya a hablar con él, no hay que dejar crecer el cáncer de la duda en un alma joven.
MIGUEL- Y, sobre el juicio sobre Dios ¿sabes algo?
METATRÓN- Por lo que me han contado de aquí a una hora se emitirá el veredicto.
Y con esto, ¡sí no deseas nada más, me retiro!
(Salen)
ESCENA III
(En otra estancia Metatrón- Tamiel)
METATRÓN- ¡Hola joven! A ti precisamente quería ver.
TAMIEL- ¿Y a qué se debe el interés?
METATRÓN- A saber qué te inquieta.
TAMIEL- Solo que estoy dando mis primeros pasos por la senda del saber.
METATRÓN- Entonces es más grabe de lo que pensaba.
TAMIEL- ¿Por qué habría de ser grave?
METATRÓN- Adentrarse en los misterios, si no se está preparado solo es una osadía de locos, o… de grandes visionarios.
¿En cuál de los dos bandos crees hallarte?
TAMIEL- Todavía no lo sé
METATRÓN- Pero, ¿tendrás ya alguna conclusión?
TAMIEL- (Negando con la cabeza). La verdad es que no.
METRATÓN- ¡Entiendo! Pues bien, cuando la tengas por pequeña que sea, dirígete a mí y partiremos de ese punto.
(Salen)
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