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Piripiflautico
-- Jueves, 3 de Enero de 2008 a las 04:53.
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Aparentemente academicista pero en el fondo bastante atrevida. Dos horas de cine directo y conciso a más no poder (aunque al final quizás se alarga demasiado con los sucesivos finales sorpresa), que muchos han comparado con el de Hitchcock por la enrevesada trama de espías, traiciones y asesinatos, pero que a mí me recuerda a Samuel Fuller por la elocuente de su discurso: sencillo y sin adornos, sin que tengamos la sensación de que los diálogos están puestos en boca de los actores para inducirnos a pensar de una determinada manera. Al contrario, pocas películas he visto en las que se cuestione de esta manera el mito de los nazis y la resistencia. Verhoeven no solo humaniza a todos los personajes, sino que llegado un punto literalmente ya no importa quienes sean nazis, holandeses o judíos, porque todos se mueven por interés propio. La espía que se enamora del enemigo, el nazi que es condenado a muerte por negociar con los rehenes, el nazi que colabora con la resistencia para robar a los judíos ricos, el líder de la resistencia que traiciona y entrega a sus compañeros, la prostituta que se deja querer por los alemanes para al final ponerse del lado de las víctimas, los oprimidos que se tornan en opresores, etc, etc.
Verhoeven, al igual que en muchas otras películas suyas como Starship troopers, sabe conjugar perfectamente el entretenidísimo producto comercial con su visión personal del estado de las cosas, mucho más incómoda para los espectadores. Esto último llega a su máxima expresión en el final en el que se ve cómo el dinero recuperado por los protagonistas se ha usado para crear un kibbutz israelí en el que ahora, mientras se produce el fundido en negro, nuevos soldados son llamados a las armas. El oprimido como opresor otra vez.
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