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| Moonlight-Shadow
-- Viernes, 2 de Julio de 2004 a las 13:54.
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Soberana tercera película de la trilogía del director polaco.
Dos años después de terminarla, y poco después de avisar de su retirada, Kieslowski fallece y nos deja el legado de esta maravilla.
Al igual que en el resto de las obras priman los colores, tonos y decorados azules y blancos, en esta el protagonismo principal lo adquiere el rojo, revistiendo la totalidad de las escenas de una pasión excelentemente coloreada.
Desde luego, no sería capaz de decidirme a la hora de elegir entre ésta y la primera "Azul". Ambas son inolvidables, "Rojo" por su magnífica e inteligente trama, "Azul" por su puesta en escena y musicalidad.
Sin duda alguna es la mejor forma de poner el broche de oro a una trilogía infinita, ofreciendo una visión contrapuesta de lo simbolizado en la bandera francesa.
Hay gente que dice que no es imprescindible ver la obra en el orden expuesto, pero yo pienso que, sin ser obligado hacerlo, el orden es uno de los factores básicos, pues una película posterior muestra puntos de unión exquisitos con la anterior, y considero, por ello, que es casi imprescindible visionarla en orden para captar todo lo que Kieslowski nos quiere mostrar.
Pero para captarlo tienes que introducirte mucho en la película, sentirlo como lo sienten sus personajes y prestar muchísima antención.
Desde luego, la visión que nos ofrece Kieslowski de los colores de la bandera francesa no es del todo positiva.
En primer lugar, tenemos el color "Azul", que si conocéis los significados de los colores franceses sabréis que representa la Libertad. En esta primera parte de su trilogía, Kieslowski refleja la Libertad como la Soledad. En segundo lugar, tendríamos la Igualdad, representada en "Blanco" como la Venganza (a pesar de la escena final, donde Karol llora porque observa que los gestos de Dominique expresan que sigue irremediablemente amándole). Y por último, en "Rojo" aparece la Fraternidad, representada por un juez que por su forma de estar por encima de todas las relaciones y controlar todo su entorno, nos hace recordar la imagen de un Dios todopoderoso.
Esta tercera parte, probablemente sea la más compleja de todas, la más intensa y la más profunda. Para poder sentirla plenamente tendrás que armarte de una buena dosis de capacidad asociativa.
Tiene infinidad de detalles que se enlazan con las dos obras anteriores, pero destaca especialmente el momento de la anciana que tanto insiste Kieslowski en recalcar. Una cuasi incapacitada anciana que intenta con todas sus fuerzas tirar una botella a lo alto de un contenedor, ante la atenta mirada de los tres protagonistas de las tres películas. Si os fijáis, la única persona de las tres que le ayuda es Valentina (Irene Jacob), dando a entender que es la mejor persona de todas tanto externa como internamente. Pienso que refleja de una manera soberbia la mujer ideal, repleta de belleza y bondad.
Los colores y tonos que tanto menciono no son simplemente un apoyo visual. Son un elemento importantísimo en las tres películas. Los tres colores utilizan su lenguaje propio, un lenguaje visual, para expresarnos el verdadero significado de sus personajes. El "Azul", un color frío como la piscina en la que tantas veces se sumerge Julie, simboliza la frialdad de dicha protagonista. Por otro lado, el "Blanco" lo inunda todo de la inocencia de Karol, con el blanco de su boda, de las palomas que revolotean a su alrededor. Y, finalmente, el "Rojo" simboliza la pasión que rodea a Valentina, los asientos del teatro, el fondo de las fotos de su anuncio, etc.
Así, para rematar todo su trabajo, Kieslowski nos muestra en esta última obra que aún existe un pequeño resquicio de optimismo para con el ser humano, que todo ese negativismo de la asquerosa raza humana puede salvarse cual naufragio de un barco. Por ello, el director polaco al final de su trilogía rescata a los personajes que acompañaron la totalidad de sus "Tres Colores"... y los une de una especial forma, sin que ellos se percaten de lo que realmente sucede. Todo enredado con los hilos del Amor, que recorre cada una de las escenas de la trilogía y lo inunda todo con un granito de esperanza.
A pesar de nuestra humanidad nauseabunda y llena de maldad, nunca hay que ceder, puede que el vaso que estaba medio vacío llegue a estar medio lleno.
Un mensaje precioso, que no solo salva a los tres motores de las tres películas. También salva la relación infausta de Karol con Dominique, y une pequeños detalles sin conocimiento por parte de los que los sufren, como en el caso de Valentina y August. El Amor es lo que realmente guía nuestras vidas, hay que saber esperarle pacientemente.
Para unir todo eso, se encontraría el símbolo de la Fraternidad, esa especie de Dios representado por el juez mayor, que observa a todos y tiene capacidad para actuar sobre sus Destinos.
Ese juez que vive en August su propia reencarnación, que le ofrece la oportunidad de sentir el Amor de Valentina (recordad la conversación en el teatro de ambos, tras el desfile). La vida de August es un calco de la del envejecido Juez, y la imposibilidad de su relación con Valentina (debido a la edad que les separa) abre una pequeña puerta con la persona de August, su "doble". Así esa linea temporal confluye al final de la obra, cuando se salvan los dos protagonistas de "Rojo", se encuentran unidos sin percibirlo.
La infinidad de detalles con los que se completa esta obra son interminables. Me podría pasar horas hablando sobre ellos, sobre la magia de Kieslowski a la hora de unificarlos. Las contínuas casualidades, las metáforas visuales tan "coloridas", la musica que acompaña los pasos de las escenas. Es todo como un hechizo, un sueño en el que te quedas completamente atrapado.
Por ello, la considero la mejor trilogía jamás rodada. Nunca una obra une de una manera tan perfecta un solo mensaje, una dirección marcada por el Amor, ese Amor que si lo esperamos, a pesar de las penurias por las que tengamos que pasar, al final llegará a nosotros.
Un mensaje lleno de optimismo, basándose precisamente en todo el negativismo que rodea al mundo, a su repugnante forma de ser.
En fin, estoy escribiendo y a medida que lo hago me emociono cada vez más, esta genialidad da mucho de sí para hacerlo. Con ella reflexionarás, vivirás, sentirás y acabaras llorando de puro optimismo.
Eso sí, aviso que para poder captar todo hay que esforzarse y poner uno de su parte, ocupando el propio lugar de sus protagonistas, haciéndote cómplice de sus actuaciones.
A la hora de hacerlo ayuda (¡y cómo lo hace!) las sublimes interpretaciones de los actores de los tres films.
En "Azul" la increíble Juliette Binoche, en "Blanco" el genial Zbigniew Zamachowski y en esta última Obra Maestra, "Rojo", la preciosa Irene Jacob.
Todo ello aderezado con una música desbordante (más en la primera parte de la trilogía que en las demás, pero también aquí), una narrativa visual única, una fotografía preciosa y la poesía del Amor.
Si quieres sentir el Cine de verdad, el Arte de verdad, no puedes dejar pasar esto. De todo corazón.
A pesar de que requiere mucho esfuerzo por parte del espectador, tanto para saber analizar el lenguaje visual que se nos muestra (las palabras aquí son muy secundarias) como para asociar las vivencias de los personajes, aseguro que merece la pena muchísimo.
Pocas veces se siente algo semejante, de tal calibre.
Claro que... por mucho que diga no consiguiré haceros sentir los sentimientos que logra esta trilogía. Es algo inexplicable.
Los que no la hayáis visto, os la recomiendo encarecidamente. Tenéis que probarlo y sentirlo por vuestra cuenta. Nunca lo olvidaréis.
Gracias Kieslowski por ofrecenos algo tan sumamente bonito, una Obra Maestra con un mensaje tan grandioso. Desde luego, puedes descansar en paz, porque has dejado un legado mágico e inolvidable.
El mejor Cine.
Por mucho 10 que le de, aseguro que la puntuación no es más que un simple insulto.
Saludos.
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