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HABILIDADES ESPECIALES

Relatos Dreamers

En Júpiter crecía una baya que una vez destilada, producía el mejor whiskey de toda la galaxia, el whiskey de Tamborn. El último trago de ese whiskey me bajaba por la garganta, cuando pagué la cuenta y me marché del Four Red Rooms, el local lúdico más popular del planeta Tirsen, después de haber ganado un buen pellizco con apuestas a la ruleta Tirsiana. Había llegado esa misma mañana, tras pasar cuatro días en un balneario de Zentrón, una de las seis lunas que orbitaban Tirsen, dando por finalizado el último trabajó que se me había encomendado. La rubia que iba a pagarme dos mil Tarsecs por mi trabajo, iba a llevarse una gran decepción, al ver afirmados sus recelos, por medio de una grabación en 3D. El viaje de negocios de su marido, en compañía de su socio en el bufete de abogados Brian & Mcmurphy, era una tapadera descarada para viajar con su amante y gozar de un poco de placer extramatrimonial. El muy capullo pretendía largarse a un balneario y que su esposa no sospechara nada. Me daba un poco de lástima que mis clientes tuvieran razón en sus sospechas, pero me consolaba el hecho de saber que, yo, les habría los ojos y les daba la oportunidad de empezar de cero.Añadir Anotación
El estimulante que nos dieron al bajar de la nave espacial, para contrarrestar los efectos del tranquilizante que nos dieron al iniciar el viaje, aún me hacía efecto y decidí pasarme por el despacho para ponerme un poco al día. Tomé un transporte público que me dejó a las puertas del modesto edificio donde estaba mi oficina.Añadir Anotación

- ¿Cuándo has llegado? – dijo Jab Orsen que estaba sentada detrás de un escritorio de mármol. Se acerco a mí y me dio un tierno beso en los labios al tiempo que me acariciaba el pelo con suavidad.
- Esta maña –contesté- temprano.
- Apestas a alcohol – se apartó de mi bruscamente - ¿has perdido mucho en ese estúpido juego?
- Esta vez he ganado – sonriendo me quité el abrigo y me senté encima de la mesa – poco, pero he ganado. La suerte no corre siempre en la misma dirección.

Jab era una Venusiana huérfana, hija del que fue mi mentor en la policía del gobierno galáctico, Terry Orsen. Su madre murió en el parto dejándola al cuidado de su padre. Cuando la conocí tenía catorce años y yo acababa de cumplir los veintiuno. Antes de llegar a la mayoría de edad, su padre fue asesinado durante una misión secreta y como no tenía más familia, yo me hice cargo de su custodia. Cuando cumplió los veinte años, la mayoría de edad en Venus, decidió quedarse conmigo. Tenía la belleza de su madre, propia de la raza Venusiana, rasgos gráciles y delicados que contrastaban con su carácter tosco, duro, incapaz de andarse por las ramas ofendiese a quien ofendiese, algo que, sin duda, heredó de su padre.Añadir Anotación

- No pensé encontrarte aquí –le dije.
- Mira tu por donde – me dijo sonriendo – yo si sabía que pasarías por aquí antes de ir a casa a descansar, que es lo que debías hacer.
- Bueno, quería ponerme al día con el papeleo.
- Querías colocarte tranquilamente sin que yo te molestara.- dijo levemente molesta.
- ¿Y estás aquí para impedírmelo? –pregunté.
- Se de sobras que no lo conseguiría – dijo con resignación – Una chica te ha estado buscando durante todo el día. Llamó esta mañana, le dije que llegabas hoy de viaje y ha venido tres veces. Al final he tomado nota de su dirección y le he prometido que irías a verla en cuanto llegaras. Se hospeda en un Hotel, dos calles mas abajo.Añadir Anotación
- ¿No tendría que estar en casa descansando? – pregunté con sorna.
- ¿No tendrías que dejar de beber? ¿No tendrías que dejar de jugar? ¿No deberías dejar de colocarte? ¿No tendrías que empezar a cuidarte un poco?
- Deberías buscarte un novio en vez de preocuparte tanto por lo que hago yo.
- Vete a la mierda – me dio un papel con la cara encendida por la vergüenza que le habían causado mis palabras. Era la dirección manuscrita del hotel donde se hospedaba la chica.
- ¿Es guapa? – le pregunté.
- Te gustará.

Llegué al hotel dando un paseo y subí directamente a la habitación 209 en la segunda planta. Era un hotel caro, 300 tarsecs al día la habitación más sencilla, equipada sin duda con todo lujo de detalles. Llamé a la puerta y un haz de luz roja me iluminó la cara mientras un altavoz preguntaba quien era yo.Añadir Anotación

- Soy Sam Hamet– le dije a la puerta – tengo entendido que me ha estado buscando, mi secretaria me dio su dirección.

Se oyó un leve zumbido y la puerta se escondió por entre las paredes, dejándome la entrada libre. Entré y la puerta se volvió a cerrar a mis espaldas.

- Le estaba esperando Sr. Hamet. – Era una pelirroja de unos treinta años, delgada y bastante alta. Llevaba un vestido ceñido de escamas de Nurt con un magnifico escote que realzaba sus prominentes pechos manchados de pequeñas pecas. Había intentado disimularlas, sin éxito, con bastante maquillaje.
- Llámeme Sam, usted es la Srta….. – dije al tiempo que le tendía la mano.
- Señora – me corrigió estrechándome la mano con sus largos y delicados dedos – soy la señora Betsy Bradford, pero puede llamarme Betsy.

Fuimos hasta un amplio salón y me indicó un sillón de piel sintética para que me sentara.
- ¿En que puedo ayudarle? –pregunté.
- Necesito que encuentre a mi marido - dijo mientras me daba una foto de encima de una mesa metálica con los cantos redondeados – Hace dos semanas que no tengo ninguna noticia suya. ¿Quiere tomar algo? Hay de todo en este hotel.
- Una copa de lo que beba usted estará bien, gracias – cogí la foto y la miré – ¿Ha llamado a la policía?
- Sí – dijo mientras caminaba hacía el mueble bar, mostrando una espalda totalmente desnuda – no pueden hacer nada. Su dispositivo localizador está desactivado. Temo que le haya ocurrido algo malo.
- Siento decirle esto, betsy, pero el noventa y dos por ciento de los casos de tipos que no pueden ser localizados por la policía, es básicamente, porque ellos no quieren ser localizados.
- Insinúa – me dijo dándome una copa con un licor rosado – que mi marido me ha dejado sin decirme una palabra.
- ¿Tenía algún motivo para hacerlo? – pregunté.
- Mi marido y yo – dijo sentándose frente a mi – pertenecemos a una comunidad científica. El trabajo es lo más importante para él. Y le aseguro que, yo, me he convertido en su esposa, gracias ha que nos conocimos trabajando en el mismo proyecto. Nunca hace nada que no esté relacionado con su labor. Le aseguro que si yo no trabajara con él desde hace años no habría habido ninguna forma de habernos conocido. Así que, si está pensando en que pueda tener un amante y finalmente haya decidido dejarme por ella, ya puede quitárselo de la cabeza.Añadir Anotación
- Está muy segura de si misma – dije dándole un sorbo a mi copa.
- Conozco a mi marido.
Betsy dio un largo trago a su copa sin dejar de mirarme a los ojos.
- Aún así –repliqué- si la policía no puede ayudarle, porque no reciben la señal del localizador, no se como espera que yo pueda ayudarle.
- Hay otros métodos para encontrar a personas desaparecidas sin necesidad de sus localizadores.
Esa afirmación me dejó perplejo.
- ¿Qué quiere decir?
- Vamos – me dijo sonriendo – usted es un rastreador, ¿Cómo les llaman?, trackers ¿no es así?
- ¿Quién le ha dicho eso? – pregunté molesto.
- Eso no es importante – contestó – lo importante es que se que usted puede ayudarme.
- Para mí, si es importante, ¿Quién le ha dicho que soy un tracker?
- Ya le he dicho que soy científica. Trabajo para el gobierno y tengo autorización para husmear en expedientes, como por ejemplo, los de antiguos miembros de la policía. Se que usted trabajaba para ellos. Se que usted tiene la capacidad de sintonizar y rastrear hasta su lugar de origen las pautas cerebrales de los individuos a los que busca. ¿No era ese su trabajo en la policía?Añadir Anotación
Esperó a que yo dijera alguna cosa. No lo hice.
- Vamos Sam – continuó – Lo se todo sobre usted. Se que era el mejor rastreador de que disponía el gobierno. Se que la muerte de su compañero, el padre de esa chica ¿Cómo se llama? Jab, creo, fue un duro golpe para usted y que no paró hasta encontrar al asesino. Y lo logró. Pero no consiguió gran cosa, ¿verdad Sam?. Resultó ser un importante cargo en el consejo galáctico, uno de los llamados doce sabios, y por eso no pudo tocarle. Pero hizo un trato. A cambio de su silencio, el tipo tuvo que jubilarse prematuramente y usted, asqueado por el sistema dejó de trabajar para el gobierno, algo que no es muy frecuente que permitan hacer a una persona con sus habilidades.Añadir Anotación
- Si sabe todo eso – por fin pude articular palabra – sabrá también que parte del trato consistía en que no utilizaría mi habilidad. Si no lo hacía para ellos no lo hacía para nadie.
- Por el amor de dios, Sam – dijo alzando las manos en un gesto muy teatral – ha montado una agencia de detectives especializada en encontrar gente.
- Todo son casos de divorcio – dije alzando la voz - ¿a quien le importa? No es nada trascendente.
- Tampoco le pido nada especial – su voz sonaba tranquilizadora – solo que haga su trabajo. Necesito encontrar a mi marido. Piense usted, si lo desea, que está con otra, no tiene ni que hablar con él si no quiere, solo localícelo y dígame donde está.
Guardé silencio.
- Estoy preocupada – dijo – si no lo estuviera no le habría importunado de esta manera.

No tenía muchas opciones. Sabiendo lo que la chica sabía, era muy probable que también conociera la identidad del asesino de Terry. Una filtración a la prensa de esa información podría suponer mi nombre en una orden de busca y captura en toda la galaxia. Una vez vistas las cartas, no necesite mucho tiempo para darme cuenta de que llevaba una mano perdedora. Lo mejor que podía hacer era encontrar al tipo lo más rápidamente posible y olvidar todo el asunto.Añadir Anotación
La Sra. Bradford me proporciono una copia del historial clínico de su marido, el Sr. Paul Bradford, con un scanner incluido del cual podría obtener las pautas de su cerebro. Era más de lo que realmente necesitaba para poder rastrear su señal. Betsy, también me dijo que la última vez que tuvo contacto con él se encontraba en Vaskylna, un pequeño planeta situado donde la Vía Láctea terminaba y empezaba la nebulosa de Andrómeda.Añadir Anotación
Fui hasta mi casa y entré en la sala de proyección holográfica. Me tumbé en el diván que ocupaba el centro de la sala y accioné los mandos del reposa manos derecho. La luces se apagaron y poco a poco fueron apareciendo lunas que orbitaban alrededor de planetas que a su vez giraban en torno a soles, grupos de estrellas que formaban constelaciones en un continuo deambular infinito. Me concentré en las pautas cerebrales de Paul hasta que por fin di con él. No se había ido del planeta, continuaba en Vaskylna y sin duda estaba vivo. De otra manera, yo no podría haber dado con él.Añadir Anotación
Llamé a Jab a altas horas de la madrugada. Le expliqué mi entrevista con la Sra. Bradford y que había localizado a su marido. Ella hizo unas llamadas y me consiguió un billete hasta el lejano planeta. En dos horas estaba cómodamente dormido en los asientos reclinables de una nave que viajaba a velocidad quántica en dirección a Vaskylna.Añadir Anotación

Nueve horas después me despertó una voz que salía de los altavoces de la nave. Pasaron las azafatas repartiendo los estimulantes para ayudarnos a despertar, al tiempo que la voz nos informaba de que en quince minutos aterrizaríamos en el puerto espacial de Vaskylna. Era un planeta pequeño, estaba formado por un ochenta por ciento de agua y el veinte por ciento restante lo componía una gran ciudad que llevaba el mismo nombre del planeta. Nada más salir a al aire libre me hice con una tarjeta-guía de la ciudad y alquilé un vehículo de propulsión atómica para desplazarme por ella. Me dieron un Black Fantom, un modelo un poco anticuado pero con un motor muy resistente que había dado muy buenos resultados. Eran el preferido de las compañías de alquiler, consumía poco y no se estropeaba. Una vez en el Fantom, introduje la tarjeta-guía en el ordenador de la nave y me concentré en captar la señal de Paul. Una vez rastreado en la sala especial de mi casa, podía hacerlo desde cualquier lugar, siempre que dispusiera de un mapa. No me costó dar con ella. Introduje las coordenadas en la consola de la nave y esperé hasta que el vehículo se posó en el aparcamiento de un modesto hotel. Fui hasta la recepción y pregunté por el Sr. Bradford. No había nadie inscrito con ese nombre. Quizá una chica no fuera el motivo, pero estaba claro que Paul se escondía deliberadamente. O tal vez Betsy tuviera razón y alguien le tenía secuestrado. Pero, si era así ¿Por qué no se habían puesto en contacto con ella? No sabría decir porque, pero la idea del secuestro no me parecía razonable. Decidí sentarme en recepción y esperar un rato. Quizá con un poco de suerte, el Sr.Bradforf pasara por allí para salir del hotel, porque lo que si tenía claro, era que se encontraba allí es ese momento.Añadir Anotación
No había pasado más de una hora cuando un tipo de mediana edad salió del ascensor del hotel y se puso a hablar con el recepcionista. Era él. El recepcionista le dio un sobre y volvió hacia el ascensor. Yo ya estaba esperándolo. Subimos hasta la segunda planta. Cuando las puertas del elevador se abrieron, deje que saliera primero y le seguí. Se paró ante la puerta 208 y yo continué por el pasillo mientras el scanner de retina reconocía los ojos como los del huésped de la habitación y la puerta se deslizaba hacia el interior de la pared. Una vez se hubo metido dentro, retrocedí sobre mis pasos y bajé hasta el bar del hotel. Me senté en la barra y pedí un Tamborn doble escarchado. Saqué el auricular de mi ordenador de bolsillo y marqué el número de Jab.Añadir Anotación

- Dime Sam – la cara de Jab ocupó toda la pantalla.
- Necesito que averigües quien es el inquilino de la habitación 208 del hotel Retfield en el planeta Vaskylna. – dije dando un sorbo a mi vaso a sabiendas de lo que ocurriría a continuación.
- Maldita sea –gritó Jab – ¿no puedes dejar de beber ni por un instante?
- Joder, Jab – exclamé – acabo de pasarme más de nueve horas en una maldita nave.
En el fondo, me gustaba que se preocupase por mí. Estaba preciosa cuando se enfadaba.
- Escucha – dije – he encontrado al tipo. Pero en el hotel no tienen constancia de ningún Paul Bradford. Supongo que habrá dado un nombre falso y quiero saber cual es.
- Llamaré a Charly a ver que puede hacer. Ten cuidado.
- Descuida.- Le mandé un beso desde la pantalla de su ordenador y corté la comunicación.
Charly había sido mi superior mientras trabajé para el gobierno galáctico y fue una de las principales razones por las que pude conseguir un buen trato en el asunto de los doce. Gracias a él pude dejar de trabajar para el gobierno y establecerme por mi cuenta. Ahora, contaba con un importante cargo en la policía del gobierno actual. En ocasiones puntuales, cuando un caso lo requería, me llamaba para localizarle a algún individuo y a cambio el me ofrecía ayuda cuando yo la necesitaba, siempre y cuando actuase dentro de la ley.Añadir Anotación
Deposité unas monedas en la barra del bar y me fui hacia la cocina con mi copa en la mano. Sin que nadie se diera cuenta, cogí prestada una bandeja azul y un trapo de tela absorbente, de los que usan los camareros para limpiar las mesas y volví a subir a la habitación 208. Una vez arriba, coloqué la bandeja, con mi copa encima, en la palma de mi mano y el trapo colgando del brazo. Pulsé el timbre de la puerta. Esperé un poco y al no obtener respuesta volví a pulsar el timbre.Añadir Anotación

- ¿Quién es? – Preguntó una voz grave desde el interior.
- Servicio del hotel, señor – mentí – Estamos elaborando una estadística sobre una nueva bebida fabricada en nuestro hotel y la estamos dando a probar gratuitamente a todos nuestros clientes. Solo serán unos minutos.
Miré a la cámara que estaba encima de la puerta poniendo especial cuidado en que se viera la bandeja con mi copa. Se oyó un chasquido metálico y la puerta se corrió a un lado. Pasé dentro y la puerta se cerró detrás de mí. Era un hombre de unos cuarenta años y las canas le cubrían toda la cabeza. Alto, bastante delgado y tenía una cara angulosa de nariz aguileña. Parecía un tipo enérgico. Me hizo pasar al salón principal y una vez allí, dejé la bandeja en la primera mesa que encontré, cogí mi copa y me senté en una silla al lado de la puerta por la que habíamos entrado. La cara que puso no se podía pagar con dinero de ningún planeta.Añadir Anotación

- ¿El Sr. Paul Bradford? – pregunté.
Paul guardó silencio. Me miraba a los ojos como si pudiera leer dentro de mí. Finalmente preguntó:
- ¿Quién le envía?
- ¿Hay muchas personas que puedan estar interesadas en encontrarle? – No dejé que respondiera – siéntese Sr. Bradford.
Una sonrisa se dibujo en sus labios.
- Ha sido ella. – dijo sin dejar de sonreír.
- Está preocupada por usted, Sr.Bradford.
- No dudo de que usted así lo cree – dijo condescendientemente – pero créame si le digo que lo que le han contado no es enteramente cierto.
- No es cierta, acaso, la preocupación de una mujer que ha dejado de tener noticias de su marido sin motivo alguno. – Había algo en Paul que me ponía nervioso.
- Lo sería si habláramos de una buena mujer.
- Siempre puede separarse, si usted lo cree conveniente – su penetrante mirada no dejaba que mis ojos se apartaran de los suyos. – En cualquier caso……….
- A usted le pagan para encontrar personas y lo que estas tengan entre sí no es asunto de su incumbencia. – Terminó mi frase con las mismas palabras que habría dicho yo, si no se me hubiera adelantado.
Permanecimos un par de minutos en silencio. Al fin dije:
- Le diré lo que vamos a hacer. Voy a llamar a su mujer desde aquí y así usted podrá hablar con ella.
- No – me interrumpió – le diré yo, que va usted a hacer.
Una sensación de confusión se apoderó de mi mente.
- Está usted cansado – oía sus palabras como a kilómetros de distancia – el viaje debe de haber sido agotador. Se levantará y se tumbará en mi cama y no se levantará hasta pasadas cinco horas desde este momento.
Me levanté y pasé por su lado arrastrado por una invisible fuerza que me guiaba hasta su habitación. Tumbado en la cama, oí como daba pasos en el salón hasta que la oscuridad se apoderó de mí y perdí la poca conciencia que me quedaba. Cuando desperté, habían pasado cinco horas y en la habitación no quedaba ni rastro de Paul Bradford.Añadir Anotación


Alex Pinet

parkerwebhead, 17 de Marzo de 2005
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