Quizá hoy sea diferente. Quizá me despierte plácidamente inmersa en esa atmósfera pastosa en la que uno está sumergido cuando aún no ha salido de su mundo onírico y me recree un buen rato en un sueño maravilloso que he tenido y cuyo recuerdo aún permanece en mí, tan vívido como si fuera real. Tal vez permanezca de ese modo y me funda con la realidad irreal que son mis sueños hasta que yo decida salir. Quizá me levante de la cama y mire por la ventana y vea fuera el sol irradiando el exterior y de repente sienta ganas de coger al perro y salir al campo a pasear, y quizá engañarme a mi misma con la idea de no volver y así trotar por un mundo que ya conozco pero que guarda sorpresas escondidas sólo para los que saben buscarlas, sólo para mí. Descubrir así, que siempre habrá tierras nuevas que encontrar, hermosos paisajes que descubrir. Todos míos, pues sólo yo habré de apreciarlos como los aprecio, pues sólo yo tengo la llave de sentir lo que otros no sienten y por eso son míos. A pesar de que los comparta. Quizá cuando regrese, porque siempre regreso, me sorprenda al encontrar en mi móvil un mensaje y sienta esa pequeña emoción anterior a su lectura, anterior a conocer su procedencia, cuando tengo el móvil en las manos y le doy al botón que me lleva directamente a esas palabras furtivas que llegan mí desde algún lugar que todavía desconozco. Quizá al leer ese mensaje me dé cuenta, de pronto, que soy amada. Que hay personas en mi vida que valoran mis esfuerzos, que valoran mi amistad, que me valoran, que me quieren. Quizá tras esos instantes de felicidad plena que me produce ese conocimiento, me sienta alegre y decida escuchar música. Puede que ponga un CD que sé que me emociona y que me llega. Y tal vez una de sus canciones me llegue de tal forma que junto con el sentimiento de alegría del que ya gozaba, me transporten de lleno a sentir la hermosura del momento y mi alma se rompa en destellos de luz por rozar en breves segundos la felicidad completa, cual orgasmo de sentimientos. Quizá más tarde reciba una llamada y sea concebido un plan para quedar con mis amigos al día siguiente. Entonces tendría una buena razón para desear que llegara mañana y me sentiría feliz al saber que mi vida no es rutinaria, que mañana también será un gran día, incluso mejor que éste. Quizá en ese ambiente de regocijo me asombre al comprender que el resto del día aún puede reservarme más alegrías. Y tal vez, como si esa comprensión abriese una puerta desconocida a lo desconocido, viera desde mi jardín a un chico en la calle, a pocos metros de mí, con la bicicleta del revés en el suelo, concentrado su semblante y absorto, tratando de solucionar un tenue problema, sin saber, sin darse cuenta todavía, de que a pocos metros su alma gemela, dueña de su felicidad, le observa. Quizá hoy sea el día en que rompa las barreras y de mi boca surjan las palabras que nos inicien en un viaje sin retorno, pues el amor no tiene retorno, no hay forma de olvidar a quien se ha amado con todo tu ser. Quizá al forzarle a salir, tan de repente de su mundo e internarlo en la realidad, me identifique con uno de sus sueños y crea que aún no ha salido de su ensimismamiento y sea yo irreal. Quizá por ello actúe con arrojo, sin miedo a nada y me responda, aceptando el desafío al que yo deseaba retarle y desde entonces los dos nos sepamos inmersos en un sueño, en una irrealidad y nos amemos, siendo yo sólo para él, siendo él sólo para mí. Quizá esa noche me acueste muy tarde, después de haber pasado el resto del día con aquel que me dará la vida. Tal vez sea él quien me desee buenas noches y me pida con emoción que sueñe con él para estar así también juntos durante la noche. Quizá consiga caer rendida en el inconsciente letargo del sueño tras pasar gran parte de la noche recreándome en las vivencias de éste día bendito e imaginando de qué modo se alegrarán mis amigos al día siguiente al saber que al fin encontré a mi amado. Elucubrando mil y una conversaciones con él y con aquellos a los que quiero y no pasa un día que hable con ellos, aunque solo sea en mi imaginación. Evocando mi felicidad futura. Quizá antes de dormirme piense en que ha merecido la pena esperar. En que todavía quedan muchas más cosas que sentir y que siempre merecerán la pena los esfuerzos y las pacientes esperas, porque las recompensas llegan, más tarde o más temprano. Y hoy, que no es ese hipotético y afortunado día, solo me queda pensar ¿y por qué no?.
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