Aclaraciones previas
Dicen que fue un sueño, que se acabó y que debo olvidarlo. Dicen que si no lo borro de mi mente acabaré mal. Que no sucedió. Pero sí que sucedió y sé que nada volverá a ser lo mismo, por mucho que lo intente. Fue una noche, una noche que recuerdo como si fuera ayer, porque cada día que pasa tras esa noche es como si no existiera, como parte de un sueño del que debo despertarme cuanto antes. PRIMERA PARTE: Antecedentes
Aquel día yo había tenido una jornada terrible que me derrotó por dentro, mi interior, ya de por sí frágil no pudo soportar los devastadores efectos de los acontecimientos de aquel día. Yo basaba mi existencia en mis estudios, sin mayor ilusión que pasar con notas aceptables para mí, ni las mejores ni las peores, pero aceptables. Sabía que podía dar más de mí y sacar notas increíbles si me lo proponía, pero no me hacía falta calentarme la cabeza más de lo preciso. Aún así no había otras metas en mi vida que las de sacar las notas que esperaba. Y hasta ese día todo había ido bien. Pero a alguien se le ocurrió que mi vida tranquila tenía que acabar. El efímero y delicado equilibrio interno de que disponía entonces fue abrumadoramente roto por la más estúpida de las casualidades y la más estúpida de las actitudes, la cobardía. Normalmente ella se hacía chuletas para cualquier examen en que tuviera la más mínima oportunidad de sacarlas, todos lo sabíamos. La profesora también lo sabía, estoy segura, pero una oportunidad como aquella no la podía desaprovechar y vaya si la aprovechó. Porque era uno de esos días en de "a mí no me pisa ni dios" y me reboté diciéndole cuatro cosas a la cara. Pero vayamos por partes. Lo que realmente había sucedido es que la profesora había encontrado un papelito en el suelo justo al lado de mi silla, ("ponte a mi lado Lara, que tú te lo sabes" resonaba en mi mente, mi risita falsa de siempre y el pasar completamente de ella me perdió, quizá si le hubiera soltado "sí pero no voy a abrir la boca y espero que no des por culo", entonces a lo mejor no habría sucedido. Pero yo no soy así, nunca pienso mal, siempre concedo oportunidades a gente que no se lo merece, trato bien a quien me patea aunque confieso que era por conveniencia, me convenía un ambiente sosegado en clase más que tensiones, así que realmente actuaba tan interesadamente como ella). ¿De qué me sirvió el mirarla acusadoramente mientras la profesora irónicamente me acusaba injustamente a mí? Sin siquiera reparar en que ni era mi letra ni que mi intachable reputación evidenciaba la verdad. Ella lo sabía, por supuesto, ¿qué estaba haciendo, probándome? Y la otra sin decir esta boca es mía y confesar, dejó pasar el tiempo a ver en que quedaba la cosa, a ver si podía quedar ella como inocente. Me indigné, lo reconozco, no debí reaccionar así, pero entendedme, con los nervios de un examen al que me presentaba insegura por haber estudiado bastante pero ser tan extenso que a saber con qué nos salía la profesora y una situación en que todo estaba en mi contra, hasta los demás compañeros (que si "Lara que te han pillao" y "con razón saca dieces en tal...", sabiendo todos ellos lo que había... sin mala fe, lo sé pero eso no quita que contribuyeran a ponerme más nerviosa todavía). Dejé de mirar a mi Judas y pasé alanzar una mirada glacial hacia mis compañeros deteniéndome en la cara de la profesora y con lentitud pero con la presión esa que te entra cuando estás a punto de llorar de impotencia le dije: - Esa chuleta no es mía Clara, deja de decir chorradas sobre mí y haz el favor de buscar al verdadero culpable. Un silencio aterrador reinó en la clase mientras yo mantenía con dureza el duelo visual con mi profesora, solo al ver vibrar por unos instantes su labio inferior supe que había metido la pata hasta el fondo, que había desatado una tormenta catastrófica, pero ya era tarde para echarme atrás, mi adrenalina bullía y mi sangre ardía y la impotencia se tradujo en rabia incontenible. La profesora contraatacó con la violencia que esperaba y el duelo se tornó verbal entre ambas. No me callé ni una. Los de clase estaban más que perplejos, anonadados. Cuando me di por satisfecha empecé a recoger mientras ella me taladraba con nosequé de que me iban a expulsar y que me despidiera en todo caso de aprobar su asignatura, que ya podía pensar en repetir y que me olvidara de la Selectividad. No se quedó a gusto hasta que me dijo que el año siguiente ella seguiría allí dando la misma asignatura y yo, prácticamente con las lágrimas en los ojos le dirigí mi última apreciación: - Puede que te mueras antes. - ¿Te atreves a amenazarme Lara? - No Clara, al contrario, solo te prevengo, ten cuidado al masticar chicle porque pudiera ser que te mordieras la lengua, y creo que no hay antídoto descubierto aún para tu veneno.
Nunca en todo lo que llevábamos de estar en el instituto se había oído portazo tal como el mío. Retumbó incluso en el piso inferior y los de la clase de al lado se asomaron por la ventana para verme salir, ya sabían lo que había pasado porque las paredes son de papel y más con los gritos que pegamos. Allí estaban tan sorprendidos como en mi clase, todos me conocían y nadie me creía capaz de semejante salvajada. Quería irme directamente a casa y tranquilizarme pero Clara salió como una fiera de clase y me dijo que no me moviera que iba a buscar al director. Como sabía que no me abrirían la puerta, esperé. Me senté en el banco que hay fuera de clase y luché por contener mis lágrimas y mi histeria. Salieron del aula mis amigas mientras el profesor que estaba dando clase en ese momento les gritaba que no lo hicieran que no tenían nada que ver en el asunto. - No sabes cuanto tenemos que ver cuando una amiga nos necesita- dijo una saliendo. Y las demás le siguieron.
Ni una palabra, solo se sentaron conmigo o se quedaron agachadas mirándome mientras yo respiraba muy rápido pero con dificultad. Clara ya subía las escaleras con el director. Solo era cuestión de segundos que llegaran y empezara mi calvario. - Volved a clase- dijo tan seco como siempre el director a mis amigas. Ellas se levantaron, una me dio un beso, otra me apretó la mano, la otra el hombro, una me acarició un poco el pelo, recuerdo a la última, ella me defendió sin palabras, sentada a mi lado, con mi mano temblante cogida, miró a la profesora con la misma mirada glacial que le había dirigido yo. - Métete en tu clase si no quieres un parte -le dijo iracundo el director.
Ella se levantó con lentitud sin mirar al director, la última mirada mientras se separaban nuestras manos fue para mí, una sonrisa que me dio ánimos y me tranquilizó el alma. Una mirada limpia como el frescor de esos caramelos de menta que te despeja las vías respiratorias. Asentí y esbocé una sonrisa como pude, sabía lo que tenía que hacer.
Mi actuación fue impecable, una vez me llevaron al despacho del director, representé mi papel de víctima torpe a la perfección, lloré, me disculpé, alegué nervios, estado psicológico inestable, lo injusto de la situación, arrepentimiento total y absoluto, comprensión de lo erróneo de mi reacción, acepté disculpa pública... El director, a la vista de mi buen comportamiento y mi expediente no pudo sino decirme que esta vez pasaba, sin cargos, pero que si se repetía, por cualquier motivo no dudaría en expulsarme. Que volviera a clase y que no armara más jaleo. Sí, había ganado la batalla, pero no la guerra, esa la tenía ganada Clara que me haría la vida imposible durante lo que quedaba de curso y me haría vérmelas y deseármelas para sacar el mísero cinco que me permitiera aprobar segundo de bachiller y hacer selectividad.
SEGUNDA PARTE: Los hechos
Lo que recuerdo del resto del día de clase después del suceso es bien poco, recuerdo cuchicheos por todos lados y gente que venía a hablar conmigo y preguntarme como estaba, y yo estaba... sentada en las escaleras con algunas amigas luchando por escuchar sus palabras de aliento. La profesora quería que vinieran a hablar con ella mis padres, para humillarme bien y hacerme sufrir, ¿a qué si no, si ya tenía dieciocho años y en teoría, ya no eran mis tutores legales?. El día transcurrió lento y cargado, junto a mí, se cortaba la tensión con un cuchillo y salían lonchas. Cuando llegó el momento de irnos a casa yo temblaba por dentro, mi padre iba a matarme, aunque ahora en frío, creo que eso era autoconvencimiento mío, mis padres me hubieran comprendido. No llegaba nadie a recogerme y todavía me puse más nerviosa. De repente, sonó el móvil. - ¿Lara? Tu madre y yo estamos en Alicante y no volveremos hasta las tantas de la noche. ¿Puedes subirte andando a casa, no? - Sí - Hay comida en el microondas. - Vale - Saca a los perros ¿eh? Que están en el garaje. - Vale, hasta luego, pasaoslo bien.
Mi tortura se alargaría todo ese día, no podía decirles nada hasta el día siguiente, y eso en parte me daba tiempo para pensar en lo que iba a hacer y decir y en parte me agobiaba y me estresaba hasta atacarme de los nervios. En media hora estuve en casa y lloré angustiada. No podía conmigo misma, estaba muy... insegura, nerviosa, alterada, estaba mal y no me podía controlar. Después de comer un poco decidí olvidarme por completo y echarme una siesta que tranquilizara mis nervios. Tardé bastante en dormirme pero al final derrotada acabé por sumergirme en un profundo sueño.
Lo siguiente que recuerdo es que me despertaba sin sentir el amodorramiento ese de después de un buen letargo, tan fresca como una lechuga. Me levanté y recuperé las preocupaciones y los recuerdos de ese día nefasto, entonces sentí que lo mejor era evadirse un rato, así que cogí a mi perro y me dirigí a un bosquecillo de pinos cercano a mi casa. Ya estaba anocheciendo y la verdad es que me daba algo de miedo estar yo sola por esos parajes pero necesitaba estar sola en un lugar muy especial al que subía para llorar o recuperar fuerzas, era una colinita desde donde se podía ver todo el territorio de costa a costa, las montañas, el ocaso y el amanecer, un lugar mágico. Me senté allí arriba y contemplé como el cielo se transformaba poco a poco adquiriendo tonalidades cada vez más hermosas conforme el sol se iba ocultando tras las montañas. Al final y sin darme cuenta de cuando el cielo se tornó negro y las estrellas empezaron a asomarse. Curiosamente ninguna luz de la ciudad o de los pueblos adyacentes se veía brillar, nada excepto las estrellas y la luna. Obscuridad total bañada solo por los rayos plateados del satélite que estaba es la fase anterior a la luna llena. Se había esfumado mi temor a estar allí sola (y sin luz) estaba tan a gusto, tan en equilibrio conmigo y con todo lo que me rodeaba, como si estuviera en un plano distinto, sin que me preocupara nada de mi vida diaria. Quizá influyó el que mis padres no volvieran hasta muy tarde y no hiciera falta que regresara a casa, el lugar... no sé, ahora recuerdo que no se oía ningún coche, sólo a los grillos, solo un mochuelo en busca de un ratón... Y yo estaba allí sentada, con mi perro al lado mirando la luna y yo con las rodillas abrazadas mirándola también, sin pensar en nada, solo sintiéndome bien. Y de repente oí como algo se acercaba y determiné que sería una persona que subía la colina. Entonces recuperé mi incertidumbre y corrí empujando al perro que estaba a punto a ladrar, a esconderme tras un algarrobo cercano. Permanecí allí agachada hasta que vi un bulto que se asemejaba bastante a una figura humana que llegaba allí donde había estado yo sentada y permanecía erguido mirando la luna. La figura se sentó y yo decidí largarme sin que se enterara de mi presencia, por lo que pudiera hacerme, no sabía quien era y a pesar de que podía ser tan inofensivo como yo, había que tener cuidado, no quería arriesgarme. Cuando ya me retiraba sin hacer ruido por el otro lado de la colina, escuché algo que hizo que se me retorciera el corazón. Era algo demasiado parecido a unos sollozos y un "dios". Y solo podían proceder de la persona que estaba mirando la luna donde yo había estado. No pude hacer como si no lo hubiera oído, no pude irme aunque mi juicio me decía que era lo mejor. No podía dejarle allí, fuera quien fuera, porque yo había estado en su misma situación muchas veces, en el mismo lugar, llorando y deseando que alguien se acercara a consolarme. Nadie lo había hecho nunca y sabía como eso hacía sentirse. No pude dejarle allí e hice lo que mi corazón me pedía, vencí a la cobardía y a la timidez y me acerqué del mejor modo que se me ocurrió para no asustarle, silbando una cancioncilla de Enya que llevaba todo el rato resonándome en la cabeza, una cancioncilla que siempre me levantaba el ánimo. Aquel que estaba allí sentado se giró para tratar de ver quien se acercaba y cuando llegué donde estaba él, pude ver que era un chico algo mayor que yo, que me miraba bastante sorprendido. - Hola- le dije- ¿me puedo sentar contigo? - ¿Eh?, Sí- respondió algo atontado todavía- sí, claro.
Estuvimos un rato sin hablar, mirando ambos la luna, que seguía su órbita imparable sin que lo advirtiéramos. - ¿Me has quitado el sitio sabes?- le dije con una sonrisa.
Él me miró entonces, lo sé porque lo noté, pero no le miré, seguía mirando al frente. Todavía no me había atrevido a mirarle a los ojos, temía descubrir algún signo de que había estado llorando, temía ver su tristeza sin comprenderla. - ¿Y eso? ¿Por qué lo dices? - Oí que alguien venía y me escondí por allí atrás, hace un ratito yo estaba sentada donde tú mirando la luna. - Ya entiendo.
Otra pausa en silencio, llena de tranquilidad, como si el tiempo no existiera. - ¿Por qué estás tan triste?- ahora sí le miré a los ojos. Él se giró de nuevo y sostuvo la mirada. Tenía el pelo oscuro y largo pero no le pasaba de la mitad de la nuca, bastante desaliñado, como revuelto por el viento que no había. No distinguí el color de sus ojos pero sé que eran oscuros también y tan profundos... - ¿Qué hacías tú aquí antes de que yo llegara? - Miraba la luna y las estrellas. - ¿Solo? ¿Por qué habías subido? - Yo te he preguntado antes, vamos, confía en mí.
Él bajó la mirada y dejé de sentir sus ojos mirando más allá de los míos. Otro silencio... - Es la soledad, ¿verdad? Hace daño. - Sí. Lo hace.
Un suspiro, volvió a mirarme y tenía los ojos húmedos, yo noté el inconfundible nudo en mi garganta que anunciaba cataratas y bajé por un instante la mirada para tomar aire. - ¿Tú también verdad? Lo sé, no me mires si no puedes, sé como te sientes - me dijo, cogiéndome la mano.
Me sentí tan reconfortada que le apreté la mano sin querer, ya estaba llorando, la primera vez que lo hacía ante alguien que no fuera de mi familia. Pero miraba al frente y sé que él también lo hacía porque sabía que yo lloraba y si me miraba lloraría también. - Nunca antes te había visto. ¿Subes aquí a menudo?- le pregunté al cabo de un rato. - Nunca antes había subido aquí- me respondió mirándome. - ¿No vives por aquí? - Si te he de ser sincero, no tengo ni idea de donde estoy. Lo último que hice fue acostarme deseando estar en cualquier otro sitio menos en mi casa y cuando desperté cogí el coche y llegué aquí, bueno por aquí cerca y subí andando buscando un lugar alejado donde... - Llorar. - Exacto. No sé dónde estoy. ¿Estoy contigo, qué más da? ¿Para qué saberlo? ¿Para qué saber tu nombre y donde vives? ¿No es así más... irreal? - Irreal, como si fuera un sueño, pero tan tangible, ¿verdad? Yo siento lo mismo. - No te sientas sola, no estés triste, cuéntame tus preocupaciones y luego yo te contaré las mías. Serás alguien mucho más real y más alguien que si supiera quien eres y donde estoy. No sé si me entiendes, quizá no seas alguien "real" alguien que pueda decir, "es tal y vive en cual y puedo llamarla y puedo ir a verla" pero serás ese sueño, ese amor platónico que no conoces pero sabes exactamente quién es. ¿Me entiendes verdad? - Sí, seremos un sueño y a la vez algo real. - Podremos buscarnos, podremos dedicar el resto de nuestras vidas a encontrar ese sueño sabiendo que existe.
Le conté todo, empezando por lo que había sucedido aquel día y acabando con todo lo demás. Terminé con el corazón vacío, todo se lo había entregado. Él me había rodeado con sus brazos y ambos mirábamos la luna mientras yo hablaba. Cuando acabé empezó él a hablar y me entregó a mí todo lo suyo como yo había hecho. Él había reclinado su cabeza sobre mi hombro y su mentón estaba allí apoyado, su mejilla pegada a la mía. Podía olerle y sentirle. Olía bien, a algo cálido. O era que sentía su calor. Cuando acabó de hablar dejamos pasar otro silencio mientras nos oíamos respirar el uno al otro, con el alma tranquila. No podía tener más que tres o cuatro años más que yo. Me besó en la mejilla y yo le abracé, acariciándole el pelo. Seguimos besándonos y acariciándonos con ternura hasta que los primeros rayos de sol empezaron a asomar sobre el mar. Vimos el amanecer abrazados y felices. - Tenemos que irnos. - Sí. - No te preocupes, no pasará nada, seguro que todo lo de ayer se arregla. - Lo sé. Pero dímelo. - Pero si ya lo sabes. - Pero quiero oírlo, ¿no quieres oírlo tú? - Te quiero. - Te quiero.
Esa mirada sonriente entre ambos duró tanto que perdí la noción del tiempo. Pero él acabó con la conexión de repente. - Hemos de buscarnos. Sé que podemos. - No te olvides de no olvidarme. - Eres un sueño. - Pero soy real, como tú. - Y eso es lo mejor, que existes. - Te echaré de menos, lo sabes. - Sí, pero me encontrarás, te encontraré, no dejaré de buscarte. He de confesarte una cosa. - ¿Qué? - No sé dónde estoy porque no vine en coche. Sólo me acosté y deseé estar en otro lugar. Desperté y estaba abajo, subí la colina y me senté aquí. - ¿Cómo es posible? - No lo sé pero yo no dudo que esto sea real, no lo hagas tú y búscame. No dudes que existo. - Sé que existes. Y sé que voy a encontrarte. - Nos vemos luego. - Hasta pronto.
Me quedé allí sentada con mi perro mientras él bajaba la colina, la última vez que le vi. Al rato, bajé yo también y volví a casa. Sin hacer ruido me acosté de nuevo en el sofá y me dormí.
TERCERA PARTE: Consecuencias
Me despertó mi madre y me preguntó que por qué había dormido allí y no en mi cama, que si había tenido algún problema con lo del apagón. - ¿Qué apagón? - No ha habido luz en toda la comarca desde las siete de la tarde Lara. ¿Es que sigues dormida o qué? - Ah. No, no tuve ningún problema. ¿A qué hora llegasteis? -pregunté sorprendida por que no estuvieran alarmados por no haberme presentado en toda la noche. - A las dos de la mañana. Te vio aquí dormida tu padre pero no quiso despertarte y nos fuimos a dormir. - ¿Cómo? ¿Que me vio aquí? Eso no puede ser yo no estuve... es decir, ¿seguro que estaba aquí, no estaba en mi cama? - Tu cama está sin deshacer y además yo te he visto esta mañana a las seis, aquí. Tu hoy no has tocado la cama. - Pero... ¿Me estaban tomando el pelo? ¿Y el perro? - ¿Abristeis a los perros? - Sí, ¿es que no los habías sacado tú? - Con lo del apagón... - mentí- ¿y estaban los dos? - Sí.
Ha pasado medio año. Al final mis padres no se enteraron de lo que pasó con la profesora porque ésta cogió la baja a la semana, la gripe. Y para cuando se recuperó ya habían puesto una sustituta y había sacado unas notas de lujo. Así que no pudo amargarme la vida. Les conté lo que había pasado esa noche a algunas amigas y solo dos me creyeron un poco. Pero también me dicen que lo olvide, que me he obsesionado. Lo dicen porque estoy siempre en Babia, pensando en él, porque miro mecánicamente a todos los hombres que veo en la calle tratando de encontrar al mío. Porque voy cada noche a la colina a la misma hora en la que él apareció aquella vez. Porque vivo por encontrarle y sé que él también me busca. No he dejado de creer que él existe y que aquello fue real ni un sólo día. Sé perfectamente qué pasó aquella noche en que ninguno de los dos nos movimos de nuestra casa pero nos encontramos de algún modo en aquel lugar, sé lo que pasó y sé que fue real. Por eso le busco, porque es un sueño que existe y he de encontrarlo. Nos lo prometimos y sé que nos encontraremos. Es mi amor platónico, el único amor posible para mí, porque no voy a olvidarle, al igual que él no me olvidará a mí. Por eso no puedo amar a ningún otro, porque solo existe él, esto es solo una separación entre los dos que acabará cuando nos encontremos mutuamente, un día de estos, sin previo aviso. Es tan solo uno de esos silencios en aquella noche estrellada. Le echo muchísimo de menos. Pero aguanto y prosigo la búsqueda porque es un sueño que existe y eso quiere decir que puedo encontrarle y hacer el sueño una realidad mayor que si no fuera un sueño, si sólo fuera real. Para mí, él es más que alguien, lo es todo y ya no tengo dudas.
| |