Relatos Dreamers

     El ladrón soltó los auriculares, salió de la furgoneta y entró apresuradamente en el hotel. Tenía poco tiempo si quería aprovechar sus cartas.
     ¡La torre del reloj! Esa era justo la información que necesitaba, y llevaba desde la noche anterior preguntándose cómo descubrirla. No podía creerse que el mismísimo Batman fuese a poner en sus manos una herramienta tan poderosa.
     Necesitaba conseguir ese disco fuese como fuese. Sobre todo porque ahí podía encontrar alguna clave para atraer a su objetivo principal a la trampa. Y tenía que hacerlo pronto, o a las tres de la madrugada Batman se lanzaría sobre la única pista que el ladrón no quería que siguiese.
     El circo que acababa de llegar a Gotham era el de su amigo Lee. Lee Cliff, el mejor escalador reconocido del mundo. El segundo, si contábamos a los no reconocidos.
     Mientras preparaba el equipo para la intrusión en la torre, recordó la tarde en que conoció a Lee en el rocódromo. Un escalador impecable y un magnífico acróbata, había comenzado la escalada antes que él y ya casi estaba en la cima, cuando descubrió a aquél extraño que le andaba pisando los talones. Giró la cabeza, le miró a los ojos en actitud desafiante y se preparó para seguir escalando, cuando se fijó en la roca sobre la que el desconocido iba a apoyarse.
     Aquella roca estaba suelta. Él mismo había estado a punto de caer dos minutos atrás y tenía la intención de poner sobre aviso a mantenimiento en cuanto volviese a tierra firme. No esperaba la presencia de aquél otro escalador. Así que le avisó, pero el desconocido decidió hacer caso omiso.
     Todavía hoy recordaba cómo puso la mano sobre el que parecía ser un asidero firme, pese a las advertencias de aquél otro escalador, y la roca se desprendió de la pared. La sensación de incomprensión, de súbita sorpresa ante la que podía haber sido su última caída, y la rapidez con la que el otro escalador se descolgó en rappel y le agarró del brazo.
     Le debía la vida a Lee. Y no iba a permitir que el Murciélago le mezclase en esto.

(Vamos allá con la típica charla sobre derechos de autor... el Ladrón es mío, Lee es de un amigo mío -cuyo nombre real curiosamente no conozco-, y todo lo demás pertenece a DC. La historia de cómo Lee y el Ladrón se conocieron es propiedad intelectual, creo, de Adán Mariscal. Todos los diestros tímidos)