Las ratas del cementerio

© Abdul Alhazred

I

Salem fosal, cavernosa necrópolis de sinuosidad huronada,
pasadizos recónditos hacia las entrañas del humus
en el tiránico imperio de las madrigueras larvarias
de la muerte. Grandes, grandes, grandes
como felinos domésticos de fauces aguerridas
en formación de combate. Muerte a la muerte
en su redoble fúnebre, furtivo y lúgubre
En la mente del viejo Masson la obsesión por bandera
y la pica apuntando al exterminio ratánico como botín
de los festines subterráneos. Féretros perforados,
cadáveres volatizados por el lóbrego fanagal
de discurrir misterioso. Apenas restos mutilados
de tanta desbandada de fiambres inertes.
El impúdico afán lucrativo de los postizos áureos
y el fino olfato del zacateca para los lúdicos ajuares
de sus huéspedes, le empujan hacia los adentros
del rebullir inquieto bajo la capa de tierra fangosa.
¡Vacío! ¡Otro sarcófago vacío! Como por abducción
hacia el recóndito abrazo exterminador de lo ignoto.

II

Estibadoras de difuntos en su recorrido negro y celérico
hacia las entrañas mismas del cavernoso misterio. Chillidos
extremos, rechinar de dientes y hedor bubónico de carroña
amarga como la defenestración de un suspirado anhelo.
Linterna en ristre y reptando tras la luz fanal de sombras
cadavéricas, el viejo Masson va dejando tras de sí túneles
sin retorno, cegados por la tierra de la ambición y el miedo.
Aire mórbido, salobre como el sudor amargo del esfuerzo
sin fruto, irrespirable, asfixiante hasta decir me rindo. Mas
la vuelta es ciega como la noche subterránea de pasadizos
serpenteados por los chillidos rátidos, donde sólo brillan
los ojillos malignos que mordisquean sus extremidades.
Disparos. Disparos atronadores. Descerrajamiento auricular.
Aire venenoso. Insuficiencia respiratoria y de nuevo
el mordiqueo rechinante y pustulento de los múridos,
quienes en instrucción militar de estrategia preeminente
se afanan como camareras en disponer el banquete de su señor.


III

¡Cuanto horror aún por acontecer en su frenética escapatoria
hacia lo imposible! Ojos de voracidad insaciable le asechan,
al tiempo que casi sucumbe. Cuando en un esfuerzo ímprobo
cree adivinar la superficie y hace por trepar de la trena,
se topa con la tapa del ataúd que le acoge y un alud de impotencia
le desarma: hundido en la espesura somnolenta de lo inevitable,
cerró los ojos en rendición agónica y se dispuso a dormir
la pesadilla eterna, mientras le estallaban los oídos de agonía
y el pecho, ya flácido, se insuflaba de eternidad sepultada.

 

© Abdul Alhazred

 


El material gráfico reproducido aquí es de la propiedad de su autor y tiene carácter meramente ilustrativo, didáctico y de estudio para l@s Neologi@s y visitantes ocasionales.


Pincha en los números para ver la histori(et)a completa

[01] [02] [03] [04] [05] [06] [07] [08]


Comentarios a esta Colaboración