adecuadamente, se han expresado en grandes y largos pergaminos
amarillos que rebosan sabiduría, preciosos verbos, brillantes voces que
dan mil y una formas maravillosamente ornamentadas a aquellos más profundos
y personales deseos, vivencias y experiencias. El
sentir de ese viento que no cesa de soplar, compuesto de los más de mil
aromas de perfumes eternos, le transporta allá donde anhela llegar, porque
su alma es tan etérea como el mismo viento que recorre largos caminos y
que va arrastrando moléculas de vida del uno al otro confín. Aprovecha,
ese ser, el paso del viento cálido o frío y deposita sobre este
sus pensamientos, su sabiduría, sus recuerdos, sus afanes para que sean
transportados a lugares impensables, lejanos, universales. A partir de ese momento
ese ser que posee el don de dibujar palabras con delicadísimos trazos,
se convierte en un ser eterno, inmortal, colectivo, porque una parte de él
recorre, sobre el viento, el propio Universo. Ya no estará nunca más
triste, ya no sentirá tanta nostalgia. El
viento lo arrastra, como a hoja de otoño, de su pequeño habitáculo
y pasa a formar parte del inmenso Cosmos. Y ya no se sentirá nunca sólo,
nunca más, nunca jamás. |