When the Sun Goes Back

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II. Rumores


Fue cuando alcanzamos el cauce del río Tennessee que constatamos la primera anomalía. Según toda lógica, nuestros fugitivos deberían descender río abajo hasta su confluencia con el río Ohio y entonces remontar éste último hacia al norte. Ésta es la ruta más simple y más fácil para alcanzar los estados libres del norte. No obstante, todos los indicios y testimonios oculares indicaban que, al contrario, estaban remontando el Tennessee hacia sus fuentes, alejándose del norte abolicionista e internándose en pleno corazón de los territorios sudistas.

No me detendré a relatar con detalle cuáles fueron los indicios que nos permitieron establecer el derrotero de los individuos que buscábamos y seguirlos de cerca, ni los detalles banales de nuestra singular travesía. Lo cierto es que, una vez que tuvimos la certeza que los fugitivos estaban remontando el cauce del Tennessee, nos pusimos en marcha hacia el levante interrogando a toda persona de la región que cruzábamos en nuestro camino.

A medida que nos internábamos en las zonas rurales y salvajes del Tennessee "profundo" constatamos, y no sin asombro, que los pobladores se mostraban cada vez más reticentes a darnos información. Aquellos que daban a entender que habían percibido a los que buscábamos, parecían manifestarles un miedo inexplicable.

¡Más inexplicable aún me pareció que un grupo de negros pudiera pasearse libremente sin que nadie los detenga, en un estado tan conservador de las viejas tradiciones del sur como el Tennessee!

Los fugitivos parecían suscitar a su paso una extraña ola de temor entre los esclavos (incluso entre aquellos que tenían fama de practicar el vudú y otras magias negras africanas) y pronto comenzaron a circular extraños rumores a los cuales, por una razón que no me explicaba, sus amos también parecían dar fe.

Pero también parecían contar con simpatizantes y nos enteramos que varios esclavos de mala fama se habían fugado por donde, pocos días antes, nuestros fugitivos habían pasado. También se dio cuenta de la desaparición de individuos blancos, considerados por la gente respetable del país como White Trash (Basura Blanca).

Durante las largas marchas cotidianas me entretuve a colacionar y ordenar los comentarios sueltos que habíamos sorprendido hasta obtener una idea precisa y coherente de la cuestión. Aparentemente se trataba de celebrar un rito impío - el cual habría de ser oficiado por nuestros prófugos - en las ruinas de una ciudad perdida.

Tales conclusiones me fueron confirmadas una noche que nos encontrábamos en un albergue de Chattanooga (para variar de los campamentos al aire libre). Vino a nuestro encuentro un cazador de esclavos fugitivos llamado Patrick Middleton, que pretendía poseer preciosa información que había extraído de un esclavo capturado por él mismo y que respondía al nombre de Tobby. Recordé entonces que uno de los esclavos fugados del Sr. Sommerset también se llamaba así.

Gracias a la descripción de los prófugos que el Sr. Sommerset nos había dado supe enseguida que se trataba del mismo Tobby. Su cuerpo estaba lleno de heridas aún no cicatrizadas, lo cual indicaba que Middleton había empleado métodos de tortura para hacerlo hablar que yo mismo desaprobaría.

Antes de decirnos lo que sabía, Middleton nos impuso sus condiciones: deberíamos aceptar que se una a nosotros y cobraría una parte equitativa de la recompensa. Mis compañeros y yo no deseábamos para nada la compañía de tal personaje, pero por otro lado considerábamos que la información que poseía podría sernos vital. Fue pues, a pesar nuestro, que aceptamos y, tras una breve negociación respecto al reparto de la recompensa, ordenó a Tobby que repitiese la confesión que había hecho bajo la tortura.
La mayor parte de lo que Tobby contó me pareció en ese momento de poca utilidad por tratarse de una sarta de cuentos descabellados. Aún así, reconocí que su discurso denotaba una curiosa mezcla de ignorancia y a la vez de erudición.

Tobby nos afirmó que con sus compañeros se dirigían al emplazamiento de una colonia perdida que había sido erguida sobre una ciudad de gran antigüedad, que aquella ciudad la habían edificado una raza de extraños seres que habían desaparecido millones de años antes de la llegada del Hombre.

A continuación transcribo el resto del relato de Tobbias tal como lo contó el, con sus propias palabras, y tal como lo recuerdo yo.

Y esa raza anduvo por la tierra durante mucho tiempo y adoraba una especie de dios que tenía un nombre que los de esa raza nunca se atrevían a pronunciar, y que moraba en una estrella muy lejana. Y la raza ésa hacía fiestas al dios dos veces al año y cuando hacían las fiestas lo invocaban. Y una vez que estaban festejando a su dios se dice que se les presentó y concluyó una alianza con ellos: en la próxima festividad se uniría en procreación con uno de lo suyos, que de ese acto nacería un vástago y que este vástago reinaría sobre ellos.

Entonces llegó de nuevo la fecha que debían festejar el culto al dios ése y volvió como había anunciado e hizo como había prometido. Los sacerdotes de aquella raza habían escogido a uno de los suyos para que cumpliese con el designio, y de ese acto nació entonces el vástago que reinó durante mucho, mucho tiempo sobre ellos, hasta el día en que hubo una gran catástrofe que vino del espacio.

Aconteció que una gran piedra o bola de fuego se estrelló contra la tierra y levantó gran cantidad de polvo que oscureció al sol durante años. Y los animales y las plantas comenzaron a morir. Pero la antigua raza también comenzó a morirse y con ellos el gran vástago que el dios de la estrella lejana había engendrado. Entonces el vástago ordenó a los últimos de aquella raza que edificaran un gran mausoleo en donde depositarían su cuerpo terrenal antes de que diese su último suspiro. Pero gracias a hechizos que él les enseñó entraría en un sueño muy profundo como de muerte y que allí descansaría hasta que un día alguien volviera a descubrir la magia que lo haría revivir.

Entonces Tobby volvió a hablar diciendo que ese era el rito que se aprestaban a celebrar, el rito que traería al dios arcano a la vida. Pero que el rito solo podía celebrarse una vez cada muchos años, cuando la tierra y el sol entraban en perfecto alineamiento con la lejana estrella en la cual moraba el progenitor de la monstruosa entidad. Aquello ocurriría este año precisamente, en el solsticio de invierno. Luego nos canturreó una versión de The Drinking Gourd que explicaba como llegar al lugar donde debían rendirse y como debía desarrollarse el ceremonial. Tobby explicó que una víctima humana sería sacrificada en terribles torturas. Sus gritos, su dolor, su miedo y su angustia serian percibidas por la deidad muerta y a la vez no muerta y es lo que le serviría de combustible para renacer.

Su relato nos dejó una cierta impresión de angustia y de inquietud. No tanto por su contenido en sí, si no por haberlo oído de boca de un individuo analfabeto e ignorante. Y luego estaba el asunto del sacrifico humano; ¿un ser humano inocente sería realmente ejecutado por una causa totalmente equívoca?
Seguimos pues nuestra ruta con Pat Middleton y Tobby, pero Tobby sucumbió tres días después a causa de las heridas que Pat le había infligido.

Hubiéramos podido alcanzar a nuestros fugitivos a pocas millas de Chattanooga de no haber sido la presencia de Pat y de Tobby. Los dos estaban a pie - no tenían caballo - , y los prófugos no tardaron en distanciarse de nosotros nuevamente.

A pocas millas del nacimiento del Tennessee vivía un criador de caballos, viejo amigo de mi padre, que aceptó alojarnos una noche que pasábamos por allí. Richard Huntington era su nombre, hombre mayor cultivado y generoso.

Hablábamos de varios temas durante la cena, cuando comentó lo extraño que le parecía la ruta escogida por los esclavos que estábamos persiguiendo. Juzgué entonces que era la oportunidad que aguardaba para saber más sobre la presunta colonia perdida, de cuya existencia estaba cada vez mas convencido. Respondí que a nosotros también nos extrañaba el derrotero de nuestros prófugos y comenté que, por lo que sabíamos, parecían dirigirse a las ruinas de una colonia desaparecida. Y luego le comenté en donde parecían hallarse.

Al oír eso, nuestro anfitrión pareció palidecer un instante y luego replicó:

- El lugar que usted busca se llamó otrora Bannocksville y, créame amigo, es un lugar que mas vale evitar.

Acto seguido nos narró la historia de Sir Joseph Bannock.


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