Estoy entreverado en una densidad nebulosa indescriptible. Su perfume es el aroma
de mil flores diferentes que me embargan y transportan en los efluvios de sus
nunca gustados olores, tan diferentes a todo aquello que podría recordar
de una flor terrestre.
Estoy arrobado por el millar de tenues destilaciones
desconocidas que me tienen extático como entre nubes de blancuzco fulgor.
Nada me inquieta ya. Son brazos, tantos como cada una de las volátiles
fragancias. Son sus brazos. ¿Sus brazos?
Estoy convencido ahora que
sus caricias proceden de largos y delgados dedos,... o lo que imagino son ¿dedos?...
Sus ligeros y estirados dedos que me acarician y me procuran la paz,... la paz
que tanto anhelo.
Porque ya me he convencido, en el fondo de mi corazón,
que no quiero abandonarme a esta insaciable ansia de alcanzar algún rescate,
algún llegar a alguna parte, a algún sitio en donde me encuentre
con otros seres humanos, con mis padres, con mis amigos,... con ese mundo que
cada vez imagino menos, que cada vez recuerdo menos. ¿Viví realmente
en un mundo así? ¿En otra parte que no fuera aquí? ¿Esefonia?
*****
Por el sendero casi borrado de la jungla atiborrada de claroscuros impenetrables
y radiantes, alborotada por los chillidos de monos tití (30)
y el batir de alas de toda clase de pájaros de brillante plumaje, acompañada
por el motor de la camioneta 4 x 4 que conducía Ánfora, como un
sonido ronco y vibrante se oía la voz áspera de Pereyra:
-
Te dije, chera'a, que ese negro sabía algo -
- Sí, jefe. Usté
es ungenio (31) -
- Ungenio serás vó, boludo,
a mí no me quieras pasar,... boludo. Lo que pasa es que sé má
que vó. Ahora,... atendé na un poco el camino y dejáme pensar
-
- Sí, jefe -
Detrás de la Toyota se aglutinaba, en densas nubes, el polvo colorado y
reseco de la senda. Delante la jungla misma parecía condensarse en juegos
siniestros de luces moribundas y sombras crecientes, las palmeras cerrándose
como ominosos paraguas sobre el techo ensombrecido de la camioneta.
Los sonidos
vitales de la selva fueron muriendo poco a poco, como si los animales que los
producen hubieran ido desapareciendo con ellos. Pereyra se quitó los anteojos
de sol. Ya mucha era la oscuridad circundante como para necesitarlos. Frunció
el ceño en un gesto de intranquilidad.
-
Nunca pensé que por acá fuera tan espesa la selva, chamigo. Mirá
na, casi no se ve el camino - dijo tratando de aparentar despreocupación
dándole un tono banal al comentario.
- Sí, jefe. La verdad que
sí -
- Prendé na las luces, chera'a - agregó Pereyra.
- Bueno... Pero que mierda é esto, jefe.
- Dale, aflojá na un
poco la pata del acelerador. Parecen las diez de la noche y son las dos de la
tarde, carajo -
- En serio, jefe -
*****
¿Es tu voz
la que escucho ahora, Esefonia? Parece el rumor vertiginoso de una enorme cascada.
De una catarata, más bien. Tengo sed, mucha. Tanta humedad y tan poco líquido.
¿Sos así, maldita, endemoniada bruja? ¿Sos mi perdición,
Esefonia? ¿O mi salvación? ¡Decímelo, maldita seas!
Pero..., no, no es posible, esto no es verdad... ¿el mar? ¿Aquí,
en tu corazón, Esefonia? ¿Mar? ¿En Paraguay? Sí, el
mar, las olas, la espuma nívea y plata sobre el oleaje esmeralda y turquesa
del... mar.
¡No, condenada zorra, no me vas a engañar con tus
espejismos, con tus alucinaciones! ¡No me vas a volver loco, no! ¡Esefoniaaa!
¡Ah, el alba, el sol que vuelve! Esfonia que regresa,... ¡ah, quiero
salir de aquí, Dios!
*****
En el fondo del barranco la camioneta humea, destrozada, estrellada contra un
grupo de palmeras pindó (32). Unas rojizas y anaranjadas
llamaradas suben fluctuantes hacia las inalcanzables copas de los extraños
árboles que contemplan impasibles la escena. El crepitar del fuego es como
el sonido de cientos de manojos de papel metálico raspando sobre sí
mismo. El calor creciente del incendio se exacerba por la compañía
del bochornoso clima de la siesta en la profundidad de la jungla vaporosa. El
olor a la goma quemada de las llantas se mezcla con el de la carne humana que
se cuece al ritmo de la voracidad insaciable de las lenguas flamígeras;
y los restos de un cadáver calcinado y descuartizado, echado en el asiento
de atrás del vehículo, son el objeto de su apetito. Uno ha muerto,
el otro ha desaparecido. Dos hombres con destinos diferentes.
*****
El
sol decae tras la tupida arboleda del monte, tan densa que las ramas se entrelazan
en un abrazo siniestramente amoroso, de una pasión mórbida, macabra.
Los últimos rayos índigo y malva otorgan un aire sanguinolento y
lúgubre al entorno que me rodea ahora en,... ¿dónde? ¿Dónde
estoy, Dios mío? ¡¿Dónde estás Dios?!
Oigo
un rumor lejano, un rumor de aguas, un sonido que no parece provenir de un río
tumultuoso o del precipicio espumante y destructor de una catarata, no.
Trato
de oír mejor ese intrigante sonido a aguas bravías que azotan bajo
cielos tormentosos las costas rocosas de un macizo de terreno elevado y, a su
vez, barren con furia las silenciosas arenas de unas playas imposibles en este
lugar.
Pero sí, ¡es el sonido del mar! Es más, por su
magnitud, ¡debe ser un océano! Pero no, no en medio de la jungla
paraguaya. Paraguay es un país mediterráneo, entre tierras, ¡no
tiene salida al mar, a ningún mar! ¡Y ni qué decir a un océano!
¡No es posible!
Loco, ¡sí! Ella, ¡ella me vuelve
loco!
¡Esefoniia... ia...iaaa!...
Iä iä iä... iä
iä iä... - contestó el eco o un ave,... o un mono o... ¿ella?
*****
Corre
tropezando, manoteando el aire a su alrededor, como si estuviera rodeado por una
sanguinaria jauría de mosquitos que buscan chuparle la sangre de su cuerpo
maltrecho.
Sus manos y rostro ensangrentados, las mangas de su camisa caqui
rasgadas y salpicadas del rojo líquido vital, los pantalones raídos
por miles de dedos y garras vegetales que han buscado atraparle en sus raíces,
¡de chuparle con sus retorcidas, pulposas y tentaculares raíces y
arrastrarle al interior de la tierra!
Sus ojos tienen una mirada demencial,
de bruto aterrado que huye preso del terror pánico, que corre por su vida
sabiéndose perdido, sabiendo que todo cuanto haga sólo servirá
para demorar la hora de su muerte.
¡Por lo menos el otro infeliz murió
antes! Porque la locura torturante del que sobrevivió al primer embate,
es tan sólo el comienzo de su retrasado final.
A caído el sol
y la oscuridad todo lo cubre con su mano negra, sólo desteñida aquí
y allá por el intruso fulgor de una luna que no se deja ver a través
del follaje, grueso como una tapia de campo.
Quedarse quieto puede ser fatal.
No sabe dónde está, pero sabe que la jungla profunda es dominio
de otros poderes. Algunos encarnados en animales tan mortales como el yaguareté
(33). Es necesario buscar refugio elevado y enmascararse, volverse
como el camaleón ese que cambia de color. El entrenamiento le ha enseñado
a camuflarse y, aunque no tiene elementos tan útiles como el betún
para el rostro ni el repelente contra mosquitos, habrá que rebuscárselas
como se pueda. Para algo su niñez fue campesina. Después vino lo
demás, la milicia, la carrera, la "guerra sucia" contra el comunismo
rampante.
Suerte que hizo el curso de supervivencia con los yankis de mierda
esos. Le rechazaron la solicitud para seguir carrera como boina verde en Vietnam
pero siguió entrenando en Paraguay como si estuviera allí. Y,...
enemigos del régimen de "Paz y Progreso" había para entrenarse
a gusto.
"Un corrupto" - dijeron los yankis de mierda.
"Un
árbol alto,... bien alto,..." -
*****
¡Y
es verdad! ¡El mar! ¡Vasto e imposible, aquí! ¡Ante mis
ojos! ¡Ante mis propios ojos! ¡Oh,... Esefoniiiaaa!
Pero,... ¿porqué
me has guiado aquí? ¿Qué pretendés? ¿¡Que
querés, bruja!?
El sol está despuntando y pronto vendrás
por mí,... Pero no me tendrás, maldita zorra, ¡no me tendrás!
¡El mar! ¡El mar me salvará de ti! ¡Prefiero ahogarme
a estar un día más contigo!
Rrrr...
Rrrr,....lllyyy....eee.....eeehhh... - oía las olas rodar sobre las arenas,
mientras se sumergía en las aguas saladas del océano imposible.
*****
El
alba ha clareado las copas apretujadas de los árboles envueltas en brumosa
neblina blanquecina. Pasarán horas antes de que el ambiente se seque un
poco por efectos de un sol que no penetra jamás por la masa de hojas y
ramas, excepto en excepcionales lugares.
"¿Es que nunca da el
sol aquí abajo, carajo?", se dijo irritado mientras buscaba secarse
la humedad pegajosa del cuerpo. Se quitó la chaqueta militar desgarrada,
que se le había vuelto insoportablemente pesada, y se quedó con
el torso desnudo sintiendo latir su corazón como timbales de desfile.
De pronto, escuchó el sonido. Un ruido extraño que parecía
proceder de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. Se quedó tieso como
una estaca, los ojos inyectados en sangre, paralizados en una mirada enloquecida.
No, no había escuchado mal, el sonido se hacía más fuerte
y,...
- "¡La puta madre, viene para acá!" -
*****
Se encontró echado de bruces sobre el duro suelo de tierra mejorada, surcado
por profundas marcas de vehículos pesados que habían dejado su huella
en días de lluvia muy reciente.
Sacudió su cabeza, incrédulo,
mirando en todas direcciones. Se puso de rodillas y se tanteó el cuerpo.
Estaba todo mojado. Pasó su mano sobre sus raídas ropas húmedas
y la llevó a su boca, saboreando el salado gusto que dejó sobre
su lengua.
"Entonces, ¡no estaba soñando!... ¡Oh,
mi Dios, ocurrió en verdad!", gritaba dentro de su cabeza una voz
con acento extraño. Una tonada que no era la suya. Un "cantito"
raro, como extranjero,...
Se puso en pie y caminó unos pasos, tambaleándose,
con los brazos extendidos como un ciego sin guía ni bastón y volvió
a desplomarse cuan largo era sobre la tierra del camino.
Mientras caía
le pareció divisar un camión que se aproximaba, pero no alcanzó
a confirmarlo. Para cuando su cabeza golpeaba contra el suelo ya había
caído también en la inconsciencia.
*****
El amanecer se aproximaba inexorablemente. Lo sabía, porque el saber se
siente. Se siente en las entrañas, apretadas como un nudo bien adentro
de uno.
Las luciérnagas habían apagado sus luces hacía
un rato y pronto comenzaría la tímida penumbra que el sol alcanzaba
a entrometer en la densa oscuridad bajo las abigarradas copas de los árboles.
También había comenzado el alboroto natural de las criaturas y animales
de la selva. Aves que trinaban y graznaban; siseos de serpientes; aullidos y chillidos
de monos; zumbidos de moscas e insectos indescriptibles,...
Todo le anunciaba
la llegada de ella, de Esefonia,... Sus ojos comenzaron a tomar una mirada alucinada,
agotada, entregada,... Entregado a su destino, Pereyra tragó saliva y se
aprestó a sufrir otra jornada de pasión exterminadora.
"¡Dejáme
na ir, cuñataí (34)!... ¡Maldita perra!
¡Esefoniiiaaa!" alcanzó a gritar cuando la vio venir con paso
lento y bajo la forma de mil pares de patas de zancudas hacia donde se encontraba...
*****
-
Y, no sé, compale, ió nomá venía por la ruta, pué,
y este tipo se apareció ahí tirao, en cruz, con la cara en la tierra,
che oficial -
- ¿No mentís vos, chamigo? Mirá na que
te la van a dar con todo si es mentira, ¿entendé pa? -
- ¡Es
la pura verdad, se lo juro, oficial! ÍEstaba ahí nomá, tirao!
Me bajé del camión y vi que respiraba todavía, así
que lo aupé y me lo traje pa'acá, derechito nomá -
-
¿Y no le robaste nada, eh? ¿Estaba así, casi en pelotas,
cuando lo levantaste, eh? Vamos, aña membuy, no te hagá na el boludo,..
¿ande picó decís que lo encontraste? -
- Ahí por
el lado de Jaguarunguá, en la curva grande,... Yyy,... como a unos 20 kilómetros
del almacén del Garcete,... -
- A éste lo anda buscando la policía
hace rato, ¿no sabías nada vó? -
- ¿No le digo
que lo encontré tirao por ahí, d'ande picó lo voy a conocer?
Esto me pasa por samaritano, mierda,... Ahora me van a'hacé cómplice
de un atorrante -
- Bueno, dejáte de hablar pavadas y andá na
a firmar la declaración. Después andáte, pero dejá
na tus datos por si te tengo que ver de nuevo,... andá na te digo, pué
-
- Sí, oficial -
*****
"Ahí
viene de nuevo el oficial ese, ¿qué querrá ahora?... Yo sólo
quiero volver con Esefonia,... ¿Porqué me habrá echado de
su casa,... de nuestra casa? ¿¡Porqué me has dejado solo,
Esefonia, mi amor, mi reina?! ¡Tengo que salir de aquí! ¡Tengo
que escapar de esta gente extraña y volver con ella!... Es porque no soy
lo suficientemente fuerte para aguantar su amor, ¡eso es, encontró
a otro! ¡Oooh,... Esefoniaaa!
Estoy confundido. Por momentos siento
una voz. Una voz extranjera en mi cabeza, diciéndome algo que no entiendo,
que no sé por qué lo dice: "... cuando escuchaba a los paraguayos
me parecía estar oyendo voces de extraterrestres".
¡Pero
qué ridículo, si yo hablo perfectamente el guaraní! ¿Qué
quiere decirme?
Y, ¿porqué este milico se empeña en
llamarme Jorge? ¿Quién carajo es ése?
Y le hablo y le
explico que no soy el tal Jorge, que mi nombre es Ka'ahasá (35);
que no soy curepa sino más paraguayo que la mandioca; que soy hincha de
Olimpia y que quiero irme a mi casa; que quiero volver con mi Esefonia,...
Pero no me escucha o se hace el que no me entiende. Me pregunta si Esefonia es
mi esposa, ¡ja! ¡Pero si es una diosa, la Esefonia!
No parece
entender nada éste. Me sigue llamando Jorge y diciéndome, con ojos
de compasión, que pronto llegarán mis padres a buscarme para llevarme
a la Argentina, en donde los doctores me devolverán la salud y pronto me
recuperaré y estaré bien y,... en mi casa.
¡Yo no vivo
en la Argentina! Vivo con Esefonia,... en Esefonia, mi vida, mi amor,...
Debe
estar loco. Yo solo quiero irme,... Y volver con mi Esefonia".
Glosario
anotado
de términos y giros guaraníes
(1) Sombrero típico
del campesino paraguayo. En realidad, si bien se les llama popularmente "sombreros
pirí", no están confeccionados en junco (pirí) sino
en hoja de karanda'ý (Copernicia australis, C. racemosa, C. cerifera, Palmáceas).
Son de alas anchas y estrechas, de color natural o con algún listado de
otro color en la copa o en el ala mediante teñido o pintado. Hay también
del tipo llamado "Panamá". Ver D.M. González Torres, Folklore
del Paraguay (Asunción: Ed. Litocolor, 1998), 495-6.
(2) "Señor",
giro con visos de respetuosidad que se da, en el campo, a quien no se le conoce
el nombre todavía.
(3) Voz deforme
para "hacer la siesta", usada ocasionalmente en medios suburbanos y
rurales. Oído por el autor en barrios periféricos de Asunción
durante conversaciones con vecinos. Ignoramos si es un modismo local o procede
de otra región.
(4) Giro deforme
para "usted, el señor", en sermo vulgaris,
(5) Término
despectivo que significa "piel de chancho" (por lo rosada o "blanca")
que se daba a los soldados argentinos durante la Guerra de la Triple Alianza de
1870, entre Paraguay y el trío aliado de Argentina, Brasil y Uruguay. Ha
quedado como un modo irónico de referirse a los argentinos y, en general,
a la gente de piel clara.
(6) "Magia,
mago; hechicería, hechizo". El término es sustantivo y verbo
a la vez, i.e., designa simultáneamente tanto al hechicero como a la hechicería
y al acto de hechizar; véase Dr. José Brítez Cantero, Paje.
Síndrome cultural del Paraguay (Asunción: Ed. Facultad de Ciencias
Médicas-Universidad Nacional de Asunción, 1998), passim; Paulo de
Carvalho Neto, Folklore del Paraguay. Analítica Sistémica (Asunción:
Ed. El Lector, 1997), pp. 202 y ss.; D.M. González Torres, o.c., pp. 121
y ss.; J.R. Ogdon, "Marginalia on Guarany Magic in Paraguay", en Seshat.
Londres - en prensa -.
(7) En el lenguaje
popular paraguayo (jorapé, i.e., algo así como "jerga")
es común que a palabras procedentes de la lengua española se les
agregue el sufijo -na, el cual no posee ninguna significación particular
en dicho uso. Lo mismo ocurre con el sufijo -pa; p.ej., "¿entendé
pa?", para "¿entiendes?".
(8) Una mariposa
selvática de hábitos nocturnos. Es completamente negra y difícil
de distinguir por la noche. Su orín, efectivamente, produce la ceguera.
(9) I.e., aquel
que se dedica al payé.
(10) "Niño,
chico".
(11) Contracción
fonética de "de ande", i.e., "de dónde".
(12) Lit., "mala
magia o hechizo"; i.e., "daño (mágico)".
(13) Uno de los
nombres populares del Diablo en Argentina (norte), Brasil y Paraguay; véase
F. Coluccio-M.I. Coluccio, El Diablo en la tradición oral de Iberoamérica
(Buenos Aires: Ed. Corregidor, 2000), pp. 15 y ss.
(14) "Plata
enterrada". Nombre que se le da a los reales o supuestos "tesoros escondidos"
por el gobierno y las clases altas de la sociedad paraguaya durante la Guerra
de la Triple Alianza. Se han convertido en "leyendas urbanas" los relatos
de personas que han encontrado "por casualidad" o porque un "espíritu"
se los ha señalado, potes con monedas de oro que han salvado al excavador
en lo económico. Muchos son sólo cuentos, pero ha habido casos reales;
cf. T.L. Micó, Tesoros enterrados en el Paraguay (Asunción: Editora
Intercontinental, 2000), passim.
(15) "Amigo,
compadre".
(16) "Molesto,
hincha".
(17) Modismo rioplatense
para "gente adinerada".
(18) Modismo rioplatense
para "niño, nene".
(19) "Nada":
(20) Modismo para
indicar una temperatura excesiva.
(21) "Vámonos".
(22) Modismo rioplatense
para "loco".
(23) Modismo sudamericano
para "mentir".
(24) Modismo paraguayo
para "no me vengas con esas".
(25) Modismo paraguayo
para "entender".
(26) Contracción
para "usted, negro".
(27) "Brasileño".
Término usado para denominar a las tropas brasileñas durante la
Guerra de la Triple Alianza, cuyo uso se ha perpetuado hasta el día de
hoy, en un uso similar a kurepí/kurepa.
(28) Modismo usado
a modo de muletilla para dar pie a que se conteste o se siga hablando.
(29) Lit., "hijo
del diablo"; con el sentido ofensivo de "hijo de perra".
(30) El mono tití
abunda en el Paraguay y países limítrofes. Es un primate pequeño
con cara de viejo cuyo grito es muy característico y chillón.
(31) Ungenio es
un personaje de la tira cómica chilena Condorito, muy leída en Paraguay,
que de "genio" no tiene nada. Aquí Ánfora lo usa como
elogio, pero es mal interpretado por Pereyra quien piensa que lo está embromando.
(32) Un tipo de
palmera típico del noreste argentino, Brasil y Paraguay. Su copa, en los
atardeceres, adquiere formas fantasmagóricas; su tronco es un cilindro
estrecho que deja a los copetes muy arriba o, en sus estadios de crecimiento,
muy abigarrados por lo bajo. Sus hojas son como pinches y nacen en todas direcciones
alrededor de una rama muy delgada. A contraluz, en los amaneceres y atardeceres,
semeja una cara humana, barbuda y peluda, de ojos luminosos y sarcásticos.
(33) Especie de
jaguar o leopardo sudamericano (del género Panthera, familia Felidae),
reputado como muy feroz. Véase J. Leigh-Pemberton, South American Mammals
(s.l., Ladybird Books Ltd., 1972), pp. 34-5. Ha sido protagonista de mitos, leyendas
y cuentos en la región central de Sudamérica desde tiempos precolombinos.
Una de las principales leyendas repartidas por el litoral correntino de Argentina,
así como en Brasil y Paraguay, es la del Yaguareté Abá u
"hombre-jaguar"; véase i.a. A. Colombres, Seres sobrenaturales
de la cultura popular argentina; col. Biblioteca de Cultura Popular, vol. 1 (Buenos
Aires, 1984), pp. 36-7 (n° 5).
(34) "Querida".
(35) Lit., "El
que pasa el monte/selva". En realidad, es uno de los nombres de la actual
ciudad de San José de Ca'azapá, capital del V° departamento
de Paraguay, que tiene el mismo nombre. Una reducción fue fundada allí,
en 1607, por el fray Luis de Bolaños en los dominios de los caciques Ñanduguá,
Cabayú y Guarepá. Véase D.M. González Torres, Toponimia
guaraní (y origen e historia de pueblos) en el Paraguay² (Asunción:
Ed. Litocolor, 1995), pp. 99-100. En el cuento tiene un valor simbólico
respecto del personaje.