ESEFONIA II
 
 
© 2002 DOGON
 
 

Estoy entreverado en una densidad nebulosa indescriptible. Su perfume es el aroma de mil flores diferentes que me embargan y transportan en los efluvios de sus nunca gustados olores, tan diferentes a todo aquello que podría recordar de una flor terrestre.
Estoy arrobado por el millar de tenues destilaciones desconocidas que me tienen extático como entre nubes de blancuzco fulgor. Nada me inquieta ya. Son brazos, tantos como cada una de las volátiles fragancias. Son sus brazos. ¿Sus brazos?
Estoy convencido ahora que sus caricias proceden de largos y delgados dedos,... o lo que imagino son ¿dedos?... Sus ligeros y estirados dedos que me acarician y me procuran la paz,... la paz que tanto anhelo.
Porque ya me he convencido, en el fondo de mi corazón, que no quiero abandonarme a esta insaciable ansia de alcanzar algún rescate, algún llegar a alguna parte, a algún sitio en donde me encuentre con otros seres humanos, con mis padres, con mis amigos,... con ese mundo que cada vez imagino menos, que cada vez recuerdo menos. ¿Viví realmente en un mundo así? ¿En otra parte que no fuera aquí? ¿Esefonia?

*****

Por el sendero casi borrado de la jungla atiborrada de claroscuros impenetrables y radiantes, alborotada por los chillidos de monos tití (30) y el batir de alas de toda clase de pájaros de brillante plumaje, acompañada por el motor de la camioneta 4 x 4 que conducía Ánfora, como un sonido ronco y vibrante se oía la voz áspera de Pereyra:

- Te dije, chera'a, que ese negro sabía algo -
- Sí, jefe. Usté es ungenio (31) -
- Ungenio serás vó, boludo, a mí no me quieras pasar,... boludo. Lo que pasa es que sé má que vó. Ahora,... atendé na un poco el camino y dejáme pensar -
- Sí, jefe -

Detrás de la Toyota se aglutinaba, en densas nubes, el polvo colorado y reseco de la senda. Delante la jungla misma parecía condensarse en juegos siniestros de luces moribundas y sombras crecientes, las palmeras cerrándose como ominosos paraguas sobre el techo ensombrecido de la camioneta.
Los sonidos vitales de la selva fueron muriendo poco a poco, como si los animales que los producen hubieran ido desapareciendo con ellos. Pereyra se quitó los anteojos de sol. Ya mucha era la oscuridad circundante como para necesitarlos. Frunció el ceño en un gesto de intranquilidad.

- Nunca pensé que por acá fuera tan espesa la selva, chamigo. Mirá na, casi no se ve el camino - dijo tratando de aparentar despreocupación dándole un tono banal al comentario.
- Sí, jefe. La verdad que sí -
- Prendé na las luces, chera'a - agregó Pereyra.
- Bueno... Pero que mierda é esto, jefe.
- Dale, aflojá na un poco la pata del acelerador. Parecen las diez de la noche y son las dos de la tarde, carajo -
- En serio, jefe -

*****

¿Es tu voz la que escucho ahora, Esefonia? Parece el rumor vertiginoso de una enorme cascada. De una catarata, más bien. Tengo sed, mucha. Tanta humedad y tan poco líquido. ¿Sos así, maldita, endemoniada bruja? ¿Sos mi perdición, Esefonia? ¿O mi salvación? ¡Decímelo, maldita seas!
Pero..., no, no es posible, esto no es verdad... ¿el mar? ¿Aquí, en tu corazón, Esefonia? ¿Mar? ¿En Paraguay? Sí, el mar, las olas, la espuma nívea y plata sobre el oleaje esmeralda y turquesa del... mar.
¡No, condenada zorra, no me vas a engañar con tus espejismos, con tus alucinaciones! ¡No me vas a volver loco, no! ¡Esefoniaaa!
¡Ah, el alba, el sol que vuelve! Esfonia que regresa,... ¡ah, quiero salir de aquí, Dios!

*****

En el fondo del barranco la camioneta humea, destrozada, estrellada contra un grupo de palmeras pindó (32). Unas rojizas y anaranjadas llamaradas suben fluctuantes hacia las inalcanzables copas de los extraños árboles que contemplan impasibles la escena. El crepitar del fuego es como el sonido de cientos de manojos de papel metálico raspando sobre sí mismo. El calor creciente del incendio se exacerba por la compañía del bochornoso clima de la siesta en la profundidad de la jungla vaporosa. El olor a la goma quemada de las llantas se mezcla con el de la carne humana que se cuece al ritmo de la voracidad insaciable de las lenguas flamígeras; y los restos de un cadáver calcinado y descuartizado, echado en el asiento de atrás del vehículo, son el objeto de su apetito. Uno ha muerto, el otro ha desaparecido. Dos hombres con destinos diferentes.

*****

El sol decae tras la tupida arboleda del monte, tan densa que las ramas se entrelazan en un abrazo siniestramente amoroso, de una pasión mórbida, macabra.
Los últimos rayos índigo y malva otorgan un aire sanguinolento y lúgubre al entorno que me rodea ahora en,... ¿dónde? ¿Dónde estoy, Dios mío? ¡¿Dónde estás Dios?!
Oigo un rumor lejano, un rumor de aguas, un sonido que no parece provenir de un río tumultuoso o del precipicio espumante y destructor de una catarata, no.
Trato de oír mejor ese intrigante sonido a aguas bravías que azotan bajo cielos tormentosos las costas rocosas de un macizo de terreno elevado y, a su vez, barren con furia las silenciosas arenas de unas playas imposibles en este lugar.
Pero sí, ¡es el sonido del mar! Es más, por su magnitud, ¡debe ser un océano! Pero no, no en medio de la jungla paraguaya. Paraguay es un país mediterráneo, entre tierras, ¡no tiene salida al mar, a ningún mar! ¡Y ni qué decir a un océano! ¡No es posible!
Loco, ¡sí! Ella, ¡ella me vuelve loco!
¡Esefoniia... ia...iaaa!...
Iä iä iä... iä iä iä... - contestó el eco o un ave,... o un mono o... ¿ella?

*****

Corre tropezando, manoteando el aire a su alrededor, como si estuviera rodeado por una sanguinaria jauría de mosquitos que buscan chuparle la sangre de su cuerpo maltrecho.
Sus manos y rostro ensangrentados, las mangas de su camisa caqui rasgadas y salpicadas del rojo líquido vital, los pantalones raídos por miles de dedos y garras vegetales que han buscado atraparle en sus raíces, ¡de chuparle con sus retorcidas, pulposas y tentaculares raíces y arrastrarle al interior de la tierra!
Sus ojos tienen una mirada demencial, de bruto aterrado que huye preso del terror pánico, que corre por su vida sabiéndose perdido, sabiendo que todo cuanto haga sólo servirá para demorar la hora de su muerte.
¡Por lo menos el otro infeliz murió antes! Porque la locura torturante del que sobrevivió al primer embate, es tan sólo el comienzo de su retrasado final.
A caído el sol y la oscuridad todo lo cubre con su mano negra, sólo desteñida aquí y allá por el intruso fulgor de una luna que no se deja ver a través del follaje, grueso como una tapia de campo.
Quedarse quieto puede ser fatal. No sabe dónde está, pero sabe que la jungla profunda es dominio de otros poderes. Algunos encarnados en animales tan mortales como el yaguareté (33). Es necesario buscar refugio elevado y enmascararse, volverse como el camaleón ese que cambia de color. El entrenamiento le ha enseñado a camuflarse y, aunque no tiene elementos tan útiles como el betún para el rostro ni el repelente contra mosquitos, habrá que rebuscárselas como se pueda. Para algo su niñez fue campesina. Después vino lo demás, la milicia, la carrera, la "guerra sucia" contra el comunismo rampante.
Suerte que hizo el curso de supervivencia con los yankis de mierda esos. Le rechazaron la solicitud para seguir carrera como boina verde en Vietnam pero siguió entrenando en Paraguay como si estuviera allí. Y,... enemigos del régimen de "Paz y Progreso" había para entrenarse a gusto.
"Un corrupto" - dijeron los yankis de mierda.
"Un árbol alto,... bien alto,..." -

*****

¡Y es verdad! ¡El mar! ¡Vasto e imposible, aquí! ¡Ante mis ojos! ¡Ante mis propios ojos! ¡Oh,... Esefoniiiaaa!
Pero,... ¿porqué me has guiado aquí? ¿Qué pretendés? ¿¡Que querés, bruja!?
El sol está despuntando y pronto vendrás por mí,... Pero no me tendrás, maldita zorra, ¡no me tendrás! ¡El mar! ¡El mar me salvará de ti! ¡Prefiero ahogarme a estar un día más contigo!

Rrrr... Rrrr,....lllyyy....eee.....eeehhh... - oía las olas rodar sobre las arenas, mientras se sumergía en las aguas saladas del océano imposible.

*****

El alba ha clareado las copas apretujadas de los árboles envueltas en brumosa neblina blanquecina. Pasarán horas antes de que el ambiente se seque un poco por efectos de un sol que no penetra jamás por la masa de hojas y ramas, excepto en excepcionales lugares.
"¿Es que nunca da el sol aquí abajo, carajo?", se dijo irritado mientras buscaba secarse la humedad pegajosa del cuerpo. Se quitó la chaqueta militar desgarrada, que se le había vuelto insoportablemente pesada, y se quedó con el torso desnudo sintiendo latir su corazón como timbales de desfile.
De pronto, escuchó el sonido. Un ruido extraño que parecía proceder de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. Se quedó tieso como una estaca, los ojos inyectados en sangre, paralizados en una mirada enloquecida.
No, no había escuchado mal, el sonido se hacía más fuerte y,...
- "¡La puta madre, viene para acá!" -

*****

Se encontró echado de bruces sobre el duro suelo de tierra mejorada, surcado por profundas marcas de vehículos pesados que habían dejado su huella en días de lluvia muy reciente.
Sacudió su cabeza, incrédulo, mirando en todas direcciones. Se puso de rodillas y se tanteó el cuerpo. Estaba todo mojado. Pasó su mano sobre sus raídas ropas húmedas y la llevó a su boca, saboreando el salado gusto que dejó sobre su lengua.
"Entonces, ¡no estaba soñando!... ¡Oh, mi Dios, ocurrió en verdad!", gritaba dentro de su cabeza una voz con acento extraño. Una tonada que no era la suya. Un "cantito" raro, como extranjero,...
Se puso en pie y caminó unos pasos, tambaleándose, con los brazos extendidos como un ciego sin guía ni bastón y volvió a desplomarse cuan largo era sobre la tierra del camino.
Mientras caía le pareció divisar un camión que se aproximaba, pero no alcanzó a confirmarlo. Para cuando su cabeza golpeaba contra el suelo ya había caído también en la inconsciencia.

*****

El amanecer se aproximaba inexorablemente. Lo sabía, porque el saber se siente. Se siente en las entrañas, apretadas como un nudo bien adentro de uno.
Las luciérnagas habían apagado sus luces hacía un rato y pronto comenzaría la tímida penumbra que el sol alcanzaba a entrometer en la densa oscuridad bajo las abigarradas copas de los árboles. También había comenzado el alboroto natural de las criaturas y animales de la selva. Aves que trinaban y graznaban; siseos de serpientes; aullidos y chillidos de monos; zumbidos de moscas e insectos indescriptibles,...
Todo le anunciaba la llegada de ella, de Esefonia,... Sus ojos comenzaron a tomar una mirada alucinada, agotada, entregada,... Entregado a su destino, Pereyra tragó saliva y se aprestó a sufrir otra jornada de pasión exterminadora.
"¡Dejáme na ir, cuñataí (34)!... ¡Maldita perra! ¡Esefoniiiaaa!" alcanzó a gritar cuando la vio venir con paso lento y bajo la forma de mil pares de patas de zancudas hacia donde se encontraba...

*****

- Y, no sé, compale, ió nomá venía por la ruta, pué, y este tipo se apareció ahí tirao, en cruz, con la cara en la tierra, che oficial -
- ¿No mentís vos, chamigo? Mirá na que te la van a dar con todo si es mentira, ¿entendé pa? -
- ¡Es la pura verdad, se lo juro, oficial! ÍEstaba ahí nomá, tirao! Me bajé del camión y vi que respiraba todavía, así que lo aupé y me lo traje pa'acá, derechito nomá -
- ¿Y no le robaste nada, eh? ¿Estaba así, casi en pelotas, cuando lo levantaste, eh? Vamos, aña membuy, no te hagá na el boludo,.. ¿ande picó decís que lo encontraste? -
- Ahí por el lado de Jaguarunguá, en la curva grande,... Yyy,... como a unos 20 kilómetros del almacén del Garcete,... -
- A éste lo anda buscando la policía hace rato, ¿no sabías nada vó? -
- ¿No le digo que lo encontré tirao por ahí, d'ande picó lo voy a conocer? Esto me pasa por samaritano, mierda,... Ahora me van a'hacé cómplice de un atorrante -
- Bueno, dejáte de hablar pavadas y andá na a firmar la declaración. Después andáte, pero dejá na tus datos por si te tengo que ver de nuevo,... andá na te digo, pué -
- Sí, oficial -


*****

"Ahí viene de nuevo el oficial ese, ¿qué querrá ahora?... Yo sólo quiero volver con Esefonia,... ¿Porqué me habrá echado de su casa,... de nuestra casa? ¿¡Porqué me has dejado solo, Esefonia, mi amor, mi reina?! ¡Tengo que salir de aquí! ¡Tengo que escapar de esta gente extraña y volver con ella!... Es porque no soy lo suficientemente fuerte para aguantar su amor, ¡eso es, encontró a otro! ¡Oooh,... Esefoniaaa!
Estoy confundido. Por momentos siento una voz. Una voz extranjera en mi cabeza, diciéndome algo que no entiendo, que no sé por qué lo dice: "... cuando escuchaba a los paraguayos me parecía estar oyendo voces de extraterrestres".
¡Pero qué ridículo, si yo hablo perfectamente el guaraní! ¿Qué quiere decirme?
Y, ¿porqué este milico se empeña en llamarme Jorge? ¿Quién carajo es ése?
Y le hablo y le explico que no soy el tal Jorge, que mi nombre es Ka'ahasá (35); que no soy curepa sino más paraguayo que la mandioca; que soy hincha de Olimpia y que quiero irme a mi casa; que quiero volver con mi Esefonia,...
Pero no me escucha o se hace el que no me entiende. Me pregunta si Esefonia es mi esposa, ¡ja! ¡Pero si es una diosa, la Esefonia!
No parece entender nada éste. Me sigue llamando Jorge y diciéndome, con ojos de compasión, que pronto llegarán mis padres a buscarme para llevarme a la Argentina, en donde los doctores me devolverán la salud y pronto me recuperaré y estaré bien y,... en mi casa.
¡Yo no vivo en la Argentina! Vivo con Esefonia,... en Esefonia, mi vida, mi amor,...
Debe estar loco. Yo solo quiero irme,... Y volver con mi Esefonia".

Glosario anotado
de términos y giros guaraníes

(1) Sombrero típico del campesino paraguayo. En realidad, si bien se les llama popularmente "sombreros pirí", no están confeccionados en junco (pirí) sino en hoja de karanda'ý (Copernicia australis, C. racemosa, C. cerifera, Palmáceas). Son de alas anchas y estrechas, de color natural o con algún listado de otro color en la copa o en el ala mediante teñido o pintado. Hay también del tipo llamado "Panamá". Ver D.M. González Torres, Folklore del Paraguay (Asunción: Ed. Litocolor, 1998), 495-6.
(2) "Señor", giro con visos de respetuosidad que se da, en el campo, a quien no se le conoce el nombre todavía.
(3) Voz deforme para "hacer la siesta", usada ocasionalmente en medios suburbanos y rurales. Oído por el autor en barrios periféricos de Asunción durante conversaciones con vecinos. Ignoramos si es un modismo local o procede de otra región.
(4) Giro deforme para "usted, el señor", en sermo vulgaris,
(5) Término despectivo que significa "piel de chancho" (por lo rosada o "blanca") que se daba a los soldados argentinos durante la Guerra de la Triple Alianza de 1870, entre Paraguay y el trío aliado de Argentina, Brasil y Uruguay. Ha quedado como un modo irónico de referirse a los argentinos y, en general, a la gente de piel clara.
(6) "Magia, mago; hechicería, hechizo". El término es sustantivo y verbo a la vez, i.e., designa simultáneamente tanto al hechicero como a la hechicería y al acto de hechizar; véase Dr. José Brítez Cantero, Paje. Síndrome cultural del Paraguay (Asunción: Ed. Facultad de Ciencias Médicas-Universidad Nacional de Asunción, 1998), passim; Paulo de Carvalho Neto, Folklore del Paraguay. Analítica Sistémica (Asunción: Ed. El Lector, 1997), pp. 202 y ss.; D.M. González Torres, o.c., pp. 121 y ss.; J.R. Ogdon, "Marginalia on Guarany Magic in Paraguay", en Seshat. Londres - en prensa -.
(7) En el lenguaje popular paraguayo (jorapé, i.e., algo así como "jerga") es común que a palabras procedentes de la lengua española se les agregue el sufijo -na, el cual no posee ninguna significación particular en dicho uso. Lo mismo ocurre con el sufijo -pa; p.ej., "¿entendé pa?", para "¿entiendes?".
(8) Una mariposa selvática de hábitos nocturnos. Es completamente negra y difícil de distinguir por la noche. Su orín, efectivamente, produce la ceguera.
(9) I.e., aquel que se dedica al payé.
(10) "Niño, chico".
(11) Contracción fonética de "de ande", i.e., "de dónde".
(12) Lit., "mala magia o hechizo"; i.e., "daño (mágico)".
(13) Uno de los nombres populares del Diablo en Argentina (norte), Brasil y Paraguay; véase F. Coluccio-M.I. Coluccio, El Diablo en la tradición oral de Iberoamérica (Buenos Aires: Ed. Corregidor, 2000), pp. 15 y ss.
(14) "Plata enterrada". Nombre que se le da a los reales o supuestos "tesoros escondidos" por el gobierno y las clases altas de la sociedad paraguaya durante la Guerra de la Triple Alianza. Se han convertido en "leyendas urbanas" los relatos de personas que han encontrado "por casualidad" o porque un "espíritu" se los ha señalado, potes con monedas de oro que han salvado al excavador en lo económico. Muchos son sólo cuentos, pero ha habido casos reales; cf. T.L. Micó, Tesoros enterrados en el Paraguay (Asunción: Editora Intercontinental, 2000), passim.
(15) "Amigo, compadre".
(16) "Molesto, hincha".
(17) Modismo rioplatense para "gente adinerada".
(18) Modismo rioplatense para "niño, nene".
(19) "Nada":
(20) Modismo para indicar una temperatura excesiva.
(21) "Vámonos".
(22) Modismo rioplatense para "loco".
(23) Modismo sudamericano para "mentir".
(24) Modismo paraguayo para "no me vengas con esas".
(25) Modismo paraguayo para "entender".
(26) Contracción para "usted, negro".
(27) "Brasileño". Término usado para denominar a las tropas brasileñas durante la Guerra de la Triple Alianza, cuyo uso se ha perpetuado hasta el día de hoy, en un uso similar a kurepí/kurepa.
(28) Modismo usado a modo de muletilla para dar pie a que se conteste o se siga hablando.
(29) Lit., "hijo del diablo"; con el sentido ofensivo de "hijo de perra".
(30) El mono tití abunda en el Paraguay y países limítrofes. Es un primate pequeño con cara de viejo cuyo grito es muy característico y chillón.
(31) Ungenio es un personaje de la tira cómica chilena Condorito, muy leída en Paraguay, que de "genio" no tiene nada. Aquí Ánfora lo usa como elogio, pero es mal interpretado por Pereyra quien piensa que lo está embromando.
(32) Un tipo de palmera típico del noreste argentino, Brasil y Paraguay. Su copa, en los atardeceres, adquiere formas fantasmagóricas; su tronco es un cilindro estrecho que deja a los copetes muy arriba o, en sus estadios de crecimiento, muy abigarrados por lo bajo. Sus hojas son como pinches y nacen en todas direcciones alrededor de una rama muy delgada. A contraluz, en los amaneceres y atardeceres, semeja una cara humana, barbuda y peluda, de ojos luminosos y sarcásticos.
(33) Especie de jaguar o leopardo sudamericano (del género Panthera, familia Felidae), reputado como muy feroz. Véase J. Leigh-Pemberton, South American Mammals (s.l., Ladybird Books Ltd., 1972), pp. 34-5. Ha sido protagonista de mitos, leyendas y cuentos en la región central de Sudamérica desde tiempos precolombinos. Una de las principales leyendas repartidas por el litoral correntino de Argentina, así como en Brasil y Paraguay, es la del Yaguareté Abá u "hombre-jaguar"; véase i.a. A. Colombres, Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina; col. Biblioteca de Cultura Popular, vol. 1 (Buenos Aires, 1984), pp. 36-7 (n° 5).
(34) "Querida".
(35) Lit., "El que pasa el monte/selva". En realidad, es uno de los nombres de la actual ciudad de San José de Ca'azapá, capital del V° departamento de Paraguay, que tiene el mismo nombre. Una reducción fue fundada allí, en 1607, por el fray Luis de Bolaños en los dominios de los caciques Ñanduguá, Cabayú y Guarepá. Véase D.M. González Torres, Toponimia guaraní (y origen e historia de pueblos) en el Paraguay² (Asunción: Ed. Litocolor, 1995), pp. 99-100. En el cuento tiene un valor simbólico respecto del personaje.

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