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EL
VIDENTE © 2002, Jorge R. Ogdon (a) Dogon
En
una vertiente más macabra,
el agua debe correr más negra.
Barón
Oxxon de Darkestshire.
-
¿Has oído lo de Raúl? - me preguntó con voz perentoria
y con ganas de largar el rollo.
- ¿Raúl, nuestro Raúl?
No,... hace añares que no se nada de él - tuve que responderle con
franqueza y dispuesto a poner la oreja.
- ¿Te acuerdas de aquello que...?
- arrancó con suficiente entusiasmo como para poder anticipar un largo
rollo.
- Sí, si te refieres a eso que... - le interrumpí, para
abreviar sus extensas introducciones.
- Por supuesto que no, no es lo que
piensas. Esto pasó después. Varios años después que
te fuiste - me atajó, avivando mi interés.
- Disculpa, es que...
- empecé a decir cuando me interrumpió cruzando su mano con la palma
abierta hacia mi rostro por encima de la mesa.
- Déjame contarte. Y
para que tengas cerrado el pico... ¡A ver, Luis, otra ronda de ginebra para
dos! - dijo con una ligera sonrisa planeando en la comisura de sus labios. Luis
se movió lento pero eficientemente y, al minuto, teníamos de nuevo
los vasitos retacones de ginebra desbordando su incoloro líquido sobre
el oscuro e indefinido color de la mesa del bodegón donde me encontraba
con Guido. Afuera del local el sol del atardecer estiraba la sombra retorcida
de unos cactus San Pedrito. Una persistente brisa fría hacía rodar
unos matorrales redondeados, que parecían decenas de patas de insectos
petrificadas y volcadas sobre un inexistente núcleo vacío y revoltoso.
Un perro lleno de arena y pulgas se levantó sobre sus esmirriadas patas,
se rascó la entrepierna trasera con una de ellas, luego hizo lo propio
con una oreja y después caminó cuatro trancos hasta tumbarse de
nuevo como una alfombra vieja hecha un ovillo en un rincón.
- Te decía.
Muchos años después que te fuiste de Lechuguinas, fue esto. Te acuerdas
que Raúl pretendía "trepar los sueños", como decía
él -
- Recuerdo. Otra locura suya - asentí, repitiendo los comentarios
de la época, ahora allá lejos y hace tiempo.
- Ninguna locura,
viejo. Era una de las cosas que mejor hacía, doy fe - me espetó
sin titubear y mirándome fijo.
- Bueno, es que... No me vas a decir
que creías en esas cosas, vamos - respondí en mi defensa. Después
de todo, yo nunca las había creído antes y menos lo haría
ahora.
- "Bueno es que", nada. Te digo que doy fe y así es.
No inventaría esto por nada del mundo. No voy a alardear, pero te aseguro
que Raúl tenía ese don. El don de "trepar los sueños"
- continuó con vehemencia, como enojado por creer que me creía que
me estaba haciendo el cuento.
- Bueno, dime entonces qué pasó
con Raúl - proseguí por mi parte, porque estaba ya realmente intrigado
con el asunto. Especialmente con eso de "trepar los sueños",
que nunca entendí a qué se refería la gente con ese giro
extraño.
- Está bien, acá vamos - me dijo, recostándose
confortablemente contra el respaldo de la silla y estirando las piernas por debajo
de la mesa - Recordarás que Raúl vivía a diez cuadras de
mi casa, ¿no? Allá por donde todavía era medio campo, yuyales,
pastizales, todo eso. Bueno, te acuerdas que vivía en un rancho de lo último,
verdadero agujero de ratas, que de esas no faltaban por su barrio... Sí,
toda esa zona muerta desde que el ferrocarril dejó esos depósitos
enormes al garete. La que estaba después que terminaba el asfalto, que
era enfrente de casa,... sí, claro que te acuerdas, íbamos con los
mellizos De Liceo a tirarles piedras a los gatos esos de mierda... -
- ¿Te
refieres al par de atorrantes esos? ¿Los de la hermanita...? -
- La
misma, sí señor. Bueno, te acuerdas bastante por lo que veo. Pero
volviendo a Raúl. El loco ese venía a vernos, ¿recuerdas?
Jugaba a lo que fuera y lo hacía bien. Desde esa época, no sé,
fue como que le percibí un don, "un no sé qué",
a como halo de poder o algo así -
- Personalidad no le faltaba, debo
confesarlo - intervine por decir algo y no quedar como una oreja fosilizada junto
a su boca, que parecía una máquina de movimiento perpetuo.
-
¡Y que lo digas! ¡Todo un personaje! Pero lo interesante fue cuando
Raúl empezó a cobrar fama de vidente, de que veía "cosas"
mientras los otros dormían, de que les veía lo que les pasaba por
la cabeza, vamos a decirlo así. Te fuiste al poco tiempo de eso -
-
Sí, sí, pero eran rumores, nomás - volví a emitir
mi opinión con mayor aplomo.
- Rumores las pelotas, ¡era verdad,
viejo! Al principio, yo también me reía, desconfiaba, prestaba oídos
a los chimentos, pero, al final, ¡era cierto, nomás! Raúl
podía meterse en tus sueños, pero más que hacer simplemente
eso, se metía a través de ellos en otra parte tuya, una parte
a la que sólo él podía entrar y ver... - se quedó
con los ojos extáticos, como recordando alguna revelación inconcebible.
- Bueno, ¿y qué pasó? - no pude contenerme y la pregunta
surgió como un inconsciente chasquido sobre mi lengua.
- Sí,...
podía ver, podía verte realmente, lo que eras en
verdad y, no sé si peor que eso, lo que tu vida sería
cuando ese verdadero Yo saliera a la luz... ¡Y salía! ¡Te lo
garantizo! -
- Vamos, hay que tener pruebas concretas de eso y... - exclamé
para sosegarlo, pero fue peor.
- ¡Y las tengo, flaco, las tengo! ¡Yo
mismo me sometí a sus sondeos y...! ¡Oh, Dios! -
- ¡Epa!
Vamos, vamos, no lo tomes así - intenté calmarle.
- Sí,
no vale la pena,... ahora ya arrastro conmigo lo que sé que soy,... En
fin, quieres saber de Raúl y yo compadeciéndome de mi. Claro, no
entiendes todavía, no importa, para cuando termine lo sabrás...
demasiado bien -
- Me estas asustando con lo que estás diciendo. Vamos,
dime de una vez lo de Raúl -
- Ya va, déjame beber un trago,...
slurp... ¡Eh, Luis, más ginebra para dos! -
- Tranquilo, vas
a emborracharte -
- Es lo que quiero y... ¿a quién le importa?...
Raúl, debo contarte acerca de Raúl. Estaba en que se corrían
los chimentos, más que nada entre las mujeres del pueblo, que iban bastante
seguido a tomarse una siesta con él para que se "trepara" a sus
sueños. Algunos desgraciados, que nunca faltan, le quisieron embrollar
con falsas historias de polleras, que algunos creyeron y otros no, para no verse
menoscabados en su hombría. Vaya idiotas... En fin, hay de todo en este
mundo... El asunto es que un marido celoso hizo caso al "chit-chat"
y una siesta enfiló derechito y con el revólver en la mano para
lo de Raúl. Su mujer venía saliendo con una amiga y, al verlo, esbozó
una sonrisa como para saludarle; y un dejo de sorpresa debe haberle velado el
rostro cuando escuchó que le gritaba "¡puta!" y le disparaba
a ella, a la amiga, a Raúl que venía detrás de ellas, a la
puerta, al aire, qué se yo,... dicen los testigos que estaban en la vereda
de enfrente que parecía como que el arma tenía más balas
que el polvorín de El Álamo cuando lo volaron los tejanos con todos
los mejicanos adentro. Uno afirma que seguía gatillando cuando llegó
la poli y que seguía repitiendo "puta, puta", dale y dale al
gatillo con los ojos vidriosos y la cara contorsionada por la locura.
- Una
cosa de locos, realmente - comenté antes de sorber un poco de ginebra para
sobreponerme de tan chocante noticia.
- ¡Ja! Hasta ahora es sólo
un crimen pasional, hombre, nada hay de extraño en eso, los hay a cada
rato. No, lo extraño viene por otro lado, ya verás -
- Me está
devorando la intriga, Guido, a ver si apuras la anécdota, ¡pobre
Raúl! -
- No me apures,... no hay apuro. El tema es que ahí
terminó Raúl sus días mortales, asesinado por un iracundo
desquiciado y sin comerla ni beberla. Sí, porque nunca se había
acostado con la mujer esa y mucho menos con ella y la amiga juntas. O con ninguna
otra. Y él sabía,... sabía lo que iba a pasar porque lo había
visto todo y aún así dejó que las cosas siguieran
su curso. Quién sabe si ese no era su propio Destino, su propio Yo que
se manifestaba, al fin, como el de todos los demás. Dos días antes
de ese episodio estuve con él, dejándole "trepar" a mis
sueños, cosa que venía haciendo desde hacía unos meses atrás
con la esperanza de poder conocer mi verdadera nauraleza, mi Ser más íntimo,
aquel que se liberaría en algún momento y me llevaría a manifestar
el destino de mi vida. De mi verdadera vida. En ese momento, cuando terminamos
con la sesión, Raúl no parecía el mismo que en otras ocasiones.
Por lo general, al despertarme, me recibía con esa calidez y simpatía
tan suyas y me contaba con voz pausada acerca de lo que había visto "trepado"
a mis sueños. Pero en esta oportunidad su rostro estaba pálido y
ojeroso y sus ojos parecían casi apagados y mustios, carentes del brillo
que les caracterizaba siempre. Te imaginas mi desconcierto y ansiedad crecientes
ante semejante figura al salir de mi siesta -
- ¿Tan mal estaba? -
- Mal,... ¡pésimo! Parecía enfermo terminal de algún
cáncer o virus o algo así. De algo profundamente mortal.
Me asusté mucho porque no decía nada, solamente me miraba desde
esa profundidad apagada e infinita, desde el fondo de un cuerpo sin alma, no sé
cómo describirlo... ¿La mirada de un muerto?, no sabía entonces
cómo miran los muertos... -
- ¿Y ahora lo sabes? - pregunté
excitado por ese tiempo pasado que había dado a su última frase.
- ¿Cómo miran?... ¡Ja! No miran pero ven, si es por
eso. Sí, ya he visto la hueca y apagada mirada de unos ojos muertos...,
muy de cerca -
- ¿Cómo es eso? - le requerí revolcándome
sobre la silla y apoyando los codos sobre la mesa.
- Eso es otro asunto, estamos
con Raúl - me contestó un tanto malhumorado.
- Sí, con
Raúl, es cierto - traté de sosegarme para no molestarle.
- Bueno,
que estando con él en esa circunstancia me vi impulsado a hablar primero.
Fue mi primera equivocación -
- ¿Por qué? - le interrogué
perplejo por tamaña nimiedad.
- Porque siempre era él quien
lo hacía y, al hacerlo yo, fue como si se quebrara un cristal irreconstituible,...
ya sabes, el vaso roto aunque se pegue... blablabla. Eso -
- No entiendo -
sacudí mi cabeza como si no pudiera contener lo que decía Guido.
- Esa conexión o llámale como quieras, se cortó. Raúl
me miraba con ojos velados, cubiertos por una oscuridad que nunca imaginé
podría existir en el universo todo, no sé,... la noche más
cerrada, el cuarto más tapiado, el sótano más profundo, la
sima más honda de la tierra, no podrían ser tan renegridas y tan
temibles como las pupilas de Raúl aquella siesta -
- Dios mío,
Guido, esto que me cuentas es para ponerle la piel de gallina a cualquiera -
- A cualquiera no, a cualquiera no. Hay que sentir eso en uno mismo
para poder saber de qué se trata. No, Raúl en ese momento no me
pareció humano, era la encarnación de una malignidad letal y de
dimensiones tan inconcebibles que me dan temblores con sólo decirlo ahora
-
- Pero... -
- No, no, escucha, escucha porque esto no acaba aquí.
No sé cuanto tiempo estuvimos así, perdí la noción
del tiempo y del lugar donde estábamos. Había en el ambiente un
permanente fondo musical que estaba allí desde que había llegado,
algo medio indígena, un estilo indefinido pero antiguo... Esa música,
si puedo llamarla así, a esas alturas se había convertido en un
son hipnótico desagradable, como los indecentes chirridos de insectos nocturnos,
pero, al tomar conciencia de eso, inmediatamente volvió a escucharse como
una dulce melodía. Al mismo tiempo, Raúl había recuperado
el color de su piel y el brillo de sus ojos y una sonrisa ligera y triste afloraba
en sus labios -
- Quizás fue un trance tuyo. ¿No estarías
soñando todavía? - dije, no muy convencido de la lucidez de Guido
en aquellos momentos.
- ¡No, no, no! Tienes que creerme, acá
no hay nada de alucinaciones ni estoy loco ni nada de eso, viejo. Porque entonces
fue cuando Raúl me hizo unas revelaciones que sólo luego entendería,
cuando fue muerto a tiros, cuando vi la mirada de los muertos... ¡Porque
aquella vez me despidió sin mediar palabra alguna entre nosotros! - se
exaltó poniéndose de pie, a lo que me apresuré a aplacarle
los ánimos. No fuera que le diera un infarto ahí mismo. Guido, por
lo que recordaba de él, era cardíaco.
- Está bien, ya,...
ya estoy más tranquilo, pero tienes que respetar lo que digo, no estoy
desvariando. Es la pura verdad, viejo -
- Bueno, bueno, Guido. Te
escucharé en silencio -
- Eso es mejor, porque si no pierdes el hilo
y te piensas que esto es una fantasía. Mira, te dije que Raúl "trepaba"
a mis sueños y, por su intermedio, llegaba a una parte de mí, a
mi genuina esencia, a mi destino velado. Aquella vez lo consiguió luego
de ingentes esfuerzos, ya que mi auténtica naturaleza parecía combatirle
en sus intentos previos, hasta que por fin penetró en ella y... me vio,
cómo soy realmente, qué soy,... y eso le produjo el choque
emocional y nervioso que te referí antes. Bueno, que al principio pensé
que había sido eso, pero... En pocas palabras, había visto en mí
al hombre que le mataría: su imagen y sus ojos me mostraban mi propio y
verdadero Yo. Sí, soy el marido de aquella mujer que maté junto
a su amiga y a nuestro viejo amigo. ¿Cómo hice para estar aquí
sentado, bebiendo contigo y no estar en la cárcel? Ya sabes que el buen
dinero compra buenos abogados y que la ley es muy compasiva con los dementes.
"Insanía temporaria" fue la figura judicial. Así como
un clavo saca a otro, una ley anula a la siguiente... Bueno, pero supongo que
querrás saber más acabadamente cómo pasó todo lo que
te conté. En aquella sesión con Raúl él había
absorbido toda mi esencia maligna mediante un ritual arcaico y del que nada puedo
decir porque lo desconozco todo, pensando que así, por un proceso casi
alquímico con su inmensa bondad, la transformaría invirtiendo su
negatividad en algo positivo, cosa que logró en un noventa por ciento,...
pero el diez restante siguió en mí y me llevó, aun sabiendo
lo que pasaría gracias a la videncia de Raúl, a matarlos a todos.
Aquel día mi diez por ciento bastó para convertirme en el mal
infinito que él me había mostrado en sus ojos durante
aquella última sesión. Fue cuando entendí sus palabras ambiguas
acerca de los "hijos de la Sombra" y de la futilidad de todo intento
para escaparle a lo que uno es, como me dijo al día siguiente y seguí
sin comprenderle. En manos de la ley fui una sombra que se escurrió
de entre sus dedos como el aire de una noche ominosa, porque una sombra como
yo es inasible, intangible,... -
- Pero esto es terrible - atiné
a decir con un tono de incredulidad y preocupación en mis palabras, dudando
seriamente de su cordura y tratando de ver cómo zafaría de esta
situación tan incómoda y de este demente.
- Claro que sí,
es muy terrible, porque ese diez por ciento de malsana oscuridad sigue conmigo...
ahora - dijo Guido mirándome de manera curiosamente amenazante mientras
sus ojos tomaban una tonalidad profundamente oscura - Pero quédate tranquilo,
porque puedo controlarlo. No temas, no te haré daño -
- Me dejas
anonadado, no sé qué decir ni hacer -
- No digas nada. Ni hagas
nada, no hay nada que hacer. Afuera ya es de noche, está un poco fresco
y la ginebra todavía no se acaba. ¡Luis, trae la condenada botella,
amigo!
Me quedé mudo, en compañía de un desconocido que portaba
un diez por ciento de la infinita negritud que invade las almas desde antes que
el ser humano siquiera existiera sobre la faz de la Tierra.
***
[*]
Especial para la Nueva Logia del Tentáculo. © 2002, Jorge R.
Ogdon (a) Dogon. Queda hecho el depósito que marca la Ley n° 11723
de Registro de la Propiedad Intelectual de la República Argentina. Es propiedad.