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Hércules
en la Alameda que lleva su nombre en Sevilla Sevilla
tiene su embrujo, el de sus calles, el de su historia, el de sus leyendas. Siempre
se ha dicho, pero pocos se atreven a decir que es una ciudad embrujada. Hay tantas
historias que se remontan a sus orígenes míticos, cuando los dioses
descendían de sus esferas celestes y se mezclaban con los hombres.
Se
sabe que, disfrazados, los más jóvenes de los Grandes Dioses se
casan a menudo con las hijas de los hombres, de modo que junto a los confines
de la inmensidad fría, donde se yergue Kadath, los campesinos llevaban
todos sangre divina.
En
busca de la ciudad del sol poniente, H. P. Lovecraft
Melkart, el valeroso, desafiante y atrevido navegante de Fenicia, logró
vencer el temor ancestral y reverencial de cruzar el Estrecho de Gibraltar. Se
enfrentó a las alimañas marinas, que acechaban las inmensas llanuras
acuáticas de los atlantes. Su prudencia le llevó a buscar el abrigo
de la costa hasta que encontró la desembocadura de un río, que mucho
tiempo después los árabes llamarían Guadalquivir. Melkart
remontó sus aguas llenas de augurios y sombras verdes, que apenas lograban
remansar los negros presagios de la canalla marinera hasta que la embarcación,
impulsada por colosales remeros de muy oscura y escamosa piel, llegó a
un islote formado entre dos brazos del río, en el que encontró sitio
para fundar una factoría comercial fenicia a la que dio el nombre de Hispalis,
que en idioma fenicio significa "Marisma". La empresa no fue una tarea
fácil, ya que tuvo que poner su brazo y su coraje a prueba sometiendo a
los indígenas acaudillados por el rey Gerión. Melkart les impuso
su ley y la nueva religión procedente de Egipto, y les enseñó
a capturar y a matar a los toros salvajes que ocupaban los montes y las llanuras
de la región. Cuando Melkart murió, los fenicios y egipcios reconocieron
sus proezas en la navegación por un océano desconocido lleno de
maleficios y su ahínco por llevar la nueva religión a pueblos salvajes,
por estos motivos le exaltaron como héroe, santo y dios, transformando
el nombre de Melkart por el de Herakles, que luego los latinos convertirían
en Hércules.
Insólita Iberia | | | |