El Tesoro del Carambolo

© Abdul Alhazred


El día 30 de septiembre de 1956, cuando unos obreros excavaban en el cerro del Carambolo, a mitad de camino entre Sarkomand [1] y la cornisa del Aljarafe, al hacer una zanja para las instalaciones del Tiro de Pichón, encontraron un cántaro de barro del que, al romperlo, aparecieron en su interior, las brillantes piezas de oro del Tesoro Real de los Tartesos. Este hallazgo, conservado en el Museo Arqueológico Provincial, viene a dar rigor histórico a la leyenda del pueblo tarteso, de la cual queremos ocuparnos.

Cuenta la tradición oral que los primeros habitantes de los que se tiene conocimiento, en torno al río Tharssis [2], fueron los miembros de la desaparecida civilización de los tartesos. De otros posibles pobladores anteriores a éstos, no se tienen ni siquiera ecos de leyendas. Para algunos, éste era un pueblo llegado desde el remoto oriente, posiblemente del Turdetán, que se estableció en esa comarca acuosa que circunda al río Tharssis, sin duda atraídos por su extraordinaria riqueza mineral. Habría que esperar al mundo romano para encontrar textos donde aparezcan referencias claras a esta civilización, y llevados de la mano de los fenicios, de los que la historia propiamente habla con profusión.

Las primeras noticias de Tartessos nos llegan a través de la Biblia, en cuyo Antiguo Testamento se habla de los reyes de Tarsis, ricos en plata, hierro, estaño y plomo, que comerciaban mediante naves con Fenicia y Palestina.

Todas las copas para bebidas del rey Salomón [3] eran de oro y toda la vajilla de la casa Bosque del Líbano era de oro puro; en tiempos del rey Salomón, la plata no se estimaba en nada, porque el rey tenía una flota de Tharssis en el mar, junto con la de Jirán, y cada tres años venía la flota de Tharssis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales.

Cronológicamente estamos en la etapa final de la edad del bronce. En todo caso nos movemos entre la intriga y la especulación de una etapa misteriosa de la historia, donde sólo nos han llegado testimonios de otros pueblos que hacen referencias a él, como es el caso de griegos y fenicios, y de la tradición oral, casi mística, donde se cuentan algunos de los aspectos más destacados de sus súbditos.

Tharssis era cliente tuya, por la abundancia de toda riqueza [4] : plata, hierro, estaño y plomo daba por tus mercancías. Las naves de Tharssis formaban tu flota comercial. Estabas repleta y pesada en el corazón de los mares.

Así que este pueblo, establecido al sur de la Península Ibérica [5] , conocía la metalurgia y se hicieron expertos exportadores de sus productos hacia el Mediterráneo oriental, hacia la civilización consumidora de tales materias primas. Fueron adiestrados por los fenicios, verdaderos artífices del comercio, quienes en su afán de expansión llegaron hasta el límite del mundo conocido en busca de las mercancías que demandaban sus clientes del mediano oriente. Los fenicios fundaron factorías comerciales de suma importancia, al frente de las cuales dejaron a los propios habitantes vernáculos.

El pueblo tarteso estaba políticamente organizado, como una monarquía primero, y en base a jefes militares y reyezuelos en la etapa final. Esta elite es la que se favoreció como intermediarios del comercio altamente especializado de los fenicios.

Los primeros reyes tartesos pertenecen al ámbito del mito: Gerión, Norax, Gárgoris y Habis.

Gerión El décimo de los doce trabajos que Euristeo impuso a Hércules, según la mitología fue el robo de los bueyes de Gerión, rey de Tartessos. Se trata de un ser fantástico dotado de tres cuerpos o, en algunas versiones, de tres cabezas, con el que el héroe griego se enfrentó victoriosamente. No tenemos noticias históricas de este personaje.

Norax Rey mítico de Tartessos, nieto de Gerión, que conquistó Cerdeña y fundó la primera ciudad que hubo en esta isla, de nombre Nora.

Gárgoris Rey mítico de Tartessos, descubrió el uso de la miel, según Trogo Pompeyo, historiador romano del siglo I a.
de C. Según el mito, reinaba en los bosques, mientras que Gerión gobernaba en las islas.

Habis Hijo de Gárgoris fue abandonado en el bosque y alimentado por las fieras. Después fue arrojado al mar, que lo devolvió y fue criado por una cierva. Sus aventuras parecerían de fábula si no pudieran compararse con los fundadores de Roma, alimentados por la loba, y Ciro el rey de los persas, alimentado por una perra. Capturado por unos cazadores fue reconocido por su padre y proclamado rey. Es el prototipo de rey sabio, que dio las primeras leyes a su pueblo y le enseñó a domesticar los bueyes y a uncirlos al arado. Sus sucesores reinaron durante varios siglos. Se trata, también, de una leyenda transmitida por griegos y romanos.

El primer rey histórico, es decir, que existió en una época determinada según relato del gran Herodoto y que dominaba un vasto territorio en la Península Ibérica cuando llegaron los fenicios a llamarla Ispania, fue Argantonio. Según Herodoto [6], Argantonio gozó de una larga vida de 120 años, de los cuales reinaría durante 80, vivió en la segunda mitad del siglo VII a. de C. y en la primera mitad del siglo VI a. de C., cuyo nombre (argentum es plata en latín) parece hacer referencia a la riqueza minera de su reino.

Pectoral.
Joya de oro de 19 cm. de dimensión máxima
procedente del Tesoro del Carambolo.

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Al margen de los ya mencionados metales, este pueblo comerció con los fenicios con un mercado de pieles de animales feroces, cueros de los toros, púrpura, tintes para telas extraídos de unos caracoles marinos llamados múrex; lo que proporcionaba a toda la región un bienestar económico inimaginable. Así que dejaron de habitar en cuevas y chozas de cañas y ramas, sustituyéndolas por casas de piedra y ladrillos. Ese bienestar se tradujo en un enriquecimiento que se hizo extensivo a las ornamentaciones, vestidos y adornos. Junto a la monarquía afloró una aristocracia de gustos refinados que enterraba a sus muertos con gran ostentación. Guardaban las cenizas de sus muertos en magníficas urnas, junto con jarros de bronce, arquetas de marfil y joyas de oro. Eran verdaderos príncipes enriquecidos con el producto de las minas y las fundiciones, lo que les permitía detentar cierto poder paralelo al del monarca. Ese poderío comercial se debilitó por las tensiones a los que fueron sometidos por parte de los fenicios, en busca de un sustancial abaratamiento de los productos que les sumirían en la miseria. El rey Argantonio quiso negociar con los fenicios la estabilidad comercial; pero éstos se mantuvieron firmes en no pagar más, viéndose el rey obligado a romper los tratados comerciales de monopolio existentes, planteándose la búsqueda de otros mercados, con la consecuente supresión de las factorías fenicias y la expulsión de sus súbditos del territorio. Ante la negativa de éstos a salir de Thartessos, el conflicto armado fue el desencadenante.

Brazalete

Desde la ciudad de Tartessos, supuestamente situada en una isla formada por dos brazos de ancho río [7], en plenas marismas, partieron los ejércitos de Argantonio y su hijo Terión, precedidos por la ágil caballería, y ostentando los guerreros sus emblemas entre los que se reproducían las cabezas de toro, el animal totémico sagrado. Los fenicios aprovecharon la desguarnición de la ciudad, al abrigo de la noche, y atacaron Tartessos por sorpresa con la innoble intención de exterminarla. La ciudad quedó devastada por un pavoroso incendio. Cuenta la leyenda que sus calles eran alarmados arroyos de sangre que corrían a precipitarse hacia el río. Alarmado Argantonio por el resplandor flamígero en la distancia, hizo regresar a sus huestes tratando de defender Tartessos. Diezmados y extenuados, fueron exterminados a las puertas del recinto amurallado en llamas, quedando sólo el testigo que diera la tétrica noticia a su hijo Terión.

Lleno de ira, Terión se dispuso a aplicar venganza; pero antes de poner en marcha a sus tropas, guardando las costumbres de los guerreros tartesos que exigían que el rey no entrase en batalla portando el collar y los brazaletes sagrados, para impedir su deterioro o pérdida en el fragor, y como quiera que su mujer y descendencia habían sido víctimas de la masacre de la ciudad, se arrodilló para orar a los dioses; después tomó un cántaro de barro, puso dentro las joyas del tesoro real y se alejó en silencio y a solas. En la noche estrellada del Aljarafe, enterró el cántaro, como en un cofre sagrado, el cual recogería después de la batalla.

Incendiad los barcos para que ningún fenicio pueda escapar. Pasadlos a cuchillo a todos, pero respetad a las mujeres. Ni una sola mujer debe morir. Necesitamos mujeres para reconstruir nuestro pueblo.

Los fenicios fueron cogidos por sorpresa antes del alba; sus naves quemadas y todos pasados a cuchillo. El río Tharssis enrojeció sus aguas camino del mar; pero quiso el destino que una flecha sajara la vida de Terión sin tiempo a desvelar el secreto del tesoro.


Collar tartésico de oro
fechado en la primera mitad del siglo VI a. C.
Fue hallado junto a 20 piezas más del mismo material en el Tesoro de Carambolo (Camas, Sevilla)
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Notas

[1] Sevilla, según el Lovecraftis Terrae de la Nueva Logia del Tentáculo.
[2] Puede que se refiera al Guadalquivir. Antiguos historiadores griegos y romanos nos hablan de que Tartessos fue el nombre que en un pasado remoto recibió el río Betis (Guadalquivir) y describen a la capital tartesia como situada en una isla, en la desembocadura del río, aunque otros dicen que Tartessos era el antiguo nombre de Gadir (Cádiz).
Sabemos que sus dominios se extendían por todo el sur peninsular, hasta las proximidades de Cartagena, donde fundaron la ciudad de Mastia y en las proximidades de Malaka (Málaga) poseían una isla consagrada a Noctiluca.
El problema reside en que estos escritores de la antigüedad dan dos localizaciones para la ciudad, que para unos estaba en la desembocadura del Guadalete y para otros en la del Guadalquivir. Todo se complica si consideramos que, en aquella época, lo que hoy son marismas formaban un gran golfo oceánico, el Lago Ligustinus, y el Guadalquivir podría haber desembocado al mar en un lugar diferente al actual.

[3] Reyes, 10, 21-22. También hay alguna otra referencia bíblica más a Tartessos: "Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán sus dones..." Libro segundo de los Salmos 72,10
[4] Ezequiel, 27, 12. 25
[5] El nombre de España viene de la palabra fenicia Ispania, que significa Tierra de Conejos; los griegos la llamaros Hesperia; otros pueblos, Opshixia o Tierra de Serpientes; los cartagineses, Iberia; y finalmente los romanos, volviendo a los orígenes fenicios, Hispania, con una elegante H latina.
[6] Herodoto, I, 163
[7] Avieno, Ora marítima, 267 ss. El río que fluye del Lago Ligustino por abiertos campos, ciñe la isla por todas partes con su corriente.

 

 

2004