Mi
amigo mejicano | ||
©
2003 Joseph Curwen |
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Anoche, sentado en un rincón de mi biblioteca particular donde casi todas las noches el viejo reloj de pared no cesa de avisarme con sus repiques y musiquitas varias de cada hora que va transcurriendo y de recordarme, a su vez, que tempus fugit, recordé de pronto que un viejo amigo mejicano me había obsequiado, algún tiempo atrás, con un pequeño barril de vieja madera que contenía una bebida alcohólica de procedencia divina denominada pulque. Decidí beberme una pequeña copa, porque se me advirtió que su fuerte composición alcohólica podía facilitar la presencia de estados mentales que quedan fuera del propio control voluntario. Y como me gusta ser el único que manipula, dirige y guía el control de mi propio comportamiento, bebí la pequeña cantidad que es capaz de permanecer dentro de una pequeña copita tallado cristal. Realmente el sabor del pulque es delicioso, y mientras mi pensamiento se entretenía en esta idea, recordé nítidamente el origen de tan excelso líquido que mi amigo mejicano me relató una cálida noche de verano tras una suculenta cena. Mayahuel y la Planta del pulque [1] Un buen día el dios llamado Quetzalcoatl fue a visitar a la diosa virgen Mayahuel que era custodiada por una diosa muy anciana de nombre Tzitzmil. La diosa anciana, como la gran mayoría de éstas, ocupaba su tiempo dormitando cómodamente, lo que astutamente Quetzalcoatl aprovechó para hablar a Mayahuel e invitarla a conocer el mundo terrenal, pues al estar custodiada por la anciana no conocía más allá de los múltiples sueños de su eterna vigía. Mayahuel contenta a más no poder y hastiada de no ver más allá de las arrugas de Tzitzmil accedió muy gustosa y subiéndo de un salto - delicado como corresponde a una diosa virgen pero firme como es lógico de las edades jóvenes - a los hombros fuertes de su rescatador dios, bajaron a la tierra para conocer todas aquellas maravillas que alguien que se precie no puede dejar de contemplar. La anciana como presintiendo, para algo era diosa, que estaba ocurriendo alguna situación no deseable para ella, despertó de repente de uno de sus ya conocidos semisueños. Miró a su alrededor y no encontró a Mayahuel frente a ella que era, según esta anciana diosa, donde debía permanecer día y noche. En ese momento llamó a sus hijas para que acudiesen en su ayuda y la ayudasen en su malvada venganza, pues ésta, aunque dormitaba exageradamente, no era lo que se dice tonta, y pensó con mucho acierto que el dios Quetzalcoatl estaba detrás de la desaparición de su custodiada diosa virgen. Pero Quetzalcoatl, como dios que era, percibió que algún serio peligro se les venía encima a él mismo y a Mayahuel, y se transformó en un sauce quetzal, mientras que la joven diosa, como era virgen y hermosa, prefirió convertirse en un bello árbol florido. Ometotchtli, o Dos Conejos, dios supremo del pulque En ese momento, tras sendas transformaciones vegetales [2], aparecieron la anciana y sus hijas, parándose encima de los árboles. Al ser varias las diosas y pesar mucho más de lo que las delicadas ramas del florido árbol virginal podían soportar, se partieron varias de dichas floridas ramas y de esta forma la anciana Tzitzmil reconoció a Mayahuel. La anciana de repente pensó y temió que su custodiada había perdido la virginidad en su viaje a la tierra en compañía del fornido dios, y aunque no había sido así, la anciana decidió romper el árbol florido haciendo pulpa de la multitud de bellísimas flores que lo poblaban, pulpa que ofreció a sus hijas para saciar su apetito tras el largo viaje realizado. No satisfechas éstas con la destrucción del árbol florido - que recordemos que en realidad era Mayahuel - intentaron romper el sauce quetzal, pero su intentona fue en vano. Tras un largo tiempo de trabajos destructivos sin conseguir objetivo alguno, decidieron marcharse de nuevo a su lugar de origen. El dios Quetzalcoatl volvió a su forma real, abandonando su temporal mutación vegetal y recogió una a una todas y cada una de las semillas que las hijas de la anciana - que, por cierto, ya eran mayorcitas - habían escupido y procedió a sembrarlas en la fértil tierra. Al cabo de un tiempo de estas semillas divinas nació el maguey. De éste se elaboró una bebida muy fuerte que el dios Quetzalcoatl entregó a la raza humana devolviéndoles así la alegría y dejándoles hablar, pues desde siempre los dioses veían que los hombres y las mujeres estaban siempre tristes y cabizbajos. A esta bebida divina altamente estimulante se le denominó pulque. Bebida que los dioses regalaron a la raza humana para estimularla y regocijarla. Y ciertamente lo consiguieron. Mi amigo mejicano tenía razón al advertirme. Bebe poco, Joseph, una copita sólo de vez en cuando. Y yo que soy muy comedido así lo hago. No recuerdo la última vez que bebí, debe hacer muchos años, no sé exactamente cuantos... [1] El pulque es una fermentación del jugo de maguey, obtenido de la especie Agave Atrovirens, Agave Salmiana y Agave Mapisaga. [2] Estas transformaciones vegetales recuerdan a las que aparecen en Las Metamorfosis de Ovidio, en concreto la transformación de Dafne - perseguida por Apolo - en laurel. Lo peculiar del mito mejicano es que, en este caso, el dios también se convierte en árbol; aunque, la razón es la misma, puesto que ambos huyen de un peligro que les acecha. | |||||||
© 2003 Joseph Curwen | |||||||
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